En estos días de crisis, dimisiones y bulos, de traspiés y equivocaciones, de correcciones públicas del Presidente a alguna de sus ministras, de procelosos vericuetos jurídicos y políticos abiertos o por abrir, parecía que se pretendía echar mano de la figura de Borrell para imponer seriedad en una dinámica gubernamental sometida al salto de mata, a la ocurrencia del momento y a más improvisaciones de las necesarias. A los 108 días de gobierno socialista, el mismo día, se había echado mano de Borrell para llenar dos actos públicos: Un Desayuno de Nueva Economía Fórum en el Hotel Palace. Y un almuerzo-coloquio convocado por el Club Siglo XXI en el Hotel Eurobuilding.
Borrell en ambos actos se apartó del guión; y el socialista sensato que se esperaba fue barrido por un ímpetu inadecuado en el titular de Asuntos Exteriores del Gobierno de España.
Por la mañana, acaso siguiendo alguna instrucción consensuada en el interior (Podemos y afines), o adoptando una postura impuesta desde fuera (europea o no), Borrell se dedicó a cuestionar y criticar la política de Estados Unidos en relación con España y Europa. Sin ahorrar opiniones adversas sobre Donald Trump, el presidente de la primera potencial mundial que es aliada de España y Europa. Como ejemplo las siguientes: Hasta ayer le salía a cuenta (a USA) defender a los europeos porque eran buenos clientes, ahora la relación se ha desequilibrado. Vamos hacía una posición autónoma europea. (En España) estamos comprometidos con la gobernanza europea; más Europa, más unidos y más fuertes; porque los americanos creen que nuestros problemas o no les corresponden o les da igual.
La dureza, casi agresividad, fue tan patente que alguien, en los salones del Palace, dio forma al interrogante que flotaba por el aire: ¿Quiere provocar a los americanos?
Después, en el almuerzo-coloquio del Club Siglo XXI, Borrell siguió en el mismo tono, si bien con otros objetos de crítica: Hay paises europeos que están evolucionando hacia democracias autoritarias. División en Europa entre paises deudores y pagadores. Problema económico mal que bien cubierto y problema migratorio sin resolver. Frente a la dinámica migratoria no vale hacer un muro, como dice Trump. Va a ser más importante la entidad identitaria que la económica. Europa con dos bloques, el carolingio, con una democracia de viejo estilo. Y el que cierra fronteras y practica otro tipo de democracia.
En la sobremesa, con las preguntas, la postura fue agudizándose. El ejemplo más claro fue una frase absurda. Se hablaba de Cataluña, de la información del independentismo y del conflicto que llamó ‘la batalla del relato’. Y lanzó la frase “Ya quisiera yo tener los medios que tiene Diplocat” (en Cataluña), dijo. Siendo ministro del Gobierno y sin renegar de la cartera. Después, siguiendo lo dicho por Álvarez Junco (en su obra Dioses útiles y Naciones), se metió en el galimatías del concepto Nación, acaso entendido, pero no explicado: “Colectividad humana con características propias, sentimientos identitarios y lengua”, que usó para concluir que la doctrina que defiende el PSC es que Cataluña es una Nación.
La sensación fue tan incómoda que, desde una de las mesas de Prensa, se mandó una pregunta para que fuera leída por el moderador Inocencio Arias: “Su postura de esta mañana frente a USA y la de esta tarde frente a Italia producen la sensación de que usted no está buscando amigos, precisamente. Esto sugiere unas posibilidades que pueden expresarse como interrogantes: ¿Está usted en un proceso de retirada del gobierno o de la actividad política? ¿O es una postura del PSOE de cara a unas posibles Elecciones Generales frente a Podemos?
La pregunta, no leída, no tuvo respuesta.