En la Sesión de Control al Gobierno, la imprecación sonó dura. Con rabia. Como con asco. Imperativa y despectiva a la vez. Con voz masculina o femenina, qué mas da. Desde arriba, desde uno de los escaños del Congreso de los Diputados, no importa cuál ni desde qué Grupo Parlamentario. Iba dirigida a Carmen Calvo, la vicepresidenta del Gobierno que en contestación a una pregunta de una diputada se apartó del tema para mezclar un asesinato con la acción política. Con el “Cállate, abuela”, su señoría, la que fuera, protestaba mientras, acaso sin darse cuenta, ponía sensibilidad y humanidad en la última Sesión de Control al Gobierno del año. Deshumanizada hasta límites difíciles de superar por una forma de hacer política que raya en lo cretino, la Sesión de Pleno sirvió para poner al aire la realidad del Parlamento, la conexión con la sociedad a la que representa, y la humanidad de algunos diputados.
El tema de las noticias de la mañana era el asesinato de Laura Luelmo, una joven profesora que, en busca de un porvenir mejor, había dejado su tierra zamorana para ir a trabajar a un pueblo de Huelva en el que encontraría la muerte a manos de un mal bicho. Eso era lo que llenaba de tristeza la realidad. Era posible que la Presidenta del Congreso al comenzar la sesión pidiera, como hizo, un minuto de silencio en homenaje a la víctima. Pero cuando Ana Pastor propuso silencio el hemiciclo no estaba lleno, más de la mitad de los diputados llegaron tarde y faltaron al homenaje.
Comenzada la Sesión de Control al Gobierno, la primera pregunta era la del líder de la Oposición Pablo Casado al Presidente del Gobierno “Están garantizados en Cataluña la seguridad y el orden públicos?”. Y con él comenzó el barahúnda. Haciéndose eco del tema que señalaba el minuto de silencio, antes de preguntar, lamentó el asesinato uniéndose al dolor. Hasta ahí, bien. Pero añadió: “También queremos hacer un llamamiento a los grupos políticos para que no deroguen la prisión permanente revisable. Y dicho esto...”
Dicho esto, intentó seguir en una sesión que acababa de ensuciar. Fuera de onda, había mezclado - y mancillado - la pena que produce una tragedia humana con la actividad política. Para ahondar en el destrozo, Pedro Sánchez, como elefante en ‘cacharrería’ y con una sensibilidad impropia de un presidente de Gobierno, entró al trapo: “Me sumo, por supuesto, al dolor. La prisión revisable...”.
Siguieron las preguntas de Aitor Esteban y Marian Beitialarrangoitia, vascos los dos, sin ocuparse del asesinato. Y con ellos acabaron las preguntas al Presidente para dar paso a las hechas a la Vicepresidenta. La primera, de Dolors Montserrat, sobre el balance del medio año de Gobierno, tuvo dos efectos: Recondujo la sesión poniendo a Calvo frente a sus responsabilidades. Y corrigió la deteriorada imagen de Montserrat, de portavoz del PP, mostrando una valía muy superior a la exhibida en intervenciones anteriores.
Pero llegó el turno de Ione Belarra, la diputada pamplonesa de Podemos. Y volvió la porquería: “Lo que ha hecho hoy el señor Casado con el asesinato de Laura Luelmo es absolutamente infame. Es como si los vendedores de armas, cada vez que hay un asesinato, recomendaran que todo el mundo llevara pistola. Y basta ya. Déjenos en paz a las mujeres porque no necesitamos pistoleros ni prisión permanente”. Una suciedad expandida para oprobio propio en la bancada de la izquierda con los aplausos entusiastas del PSOE y Podemos, que cobró forma en la contestación de la Vicepresidenta Carmen Calvo “... muchas gracias por haber consumido una parte de su tiempo en esa defensa de la seguridad de las mujeres, donde la derecha no ha hecho nunca nada. Recurrir todas las leyes de igualdad con las que las mujeres nos hacemos respetar en este país”
¡Cállate, abuela!, le dijeron.
Y con ello apareció, entre la prensa y sus señorías, una sensación rara, mezcla de asco, vergüenza compartida y solidaridad con la autora de la frase.
Algo después, en su pregunta a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Belén Hoyo, portavoz adjunta del grupo parlamentario popular, trató de mantener y defender postura: “Lecciones sobre igualdad al PP, ninguna. Ustedes se levantaron del Pacto de Estado contra la violencia de Género.”
No sirvió para nada: Intentaba reivindicar el proceder del PP y demostrar la condición de Podemos. Pero, con ambos claros, aumentó la repugnancia. Una sensación que llegó hasta el Salón de Pasos Perdidos y aledaños algo después, en el vino festivo y navideño ofrecido por la Presidenta del Congreso.
A los postres, alguien habló del año próximo; y de la conveniencia de revisar una realidad parlamentaria que produce empatía cuando alguien manda callar a una abuela ¿Politiquerías de baja estofa y peor condición a erradicar? ¿Conductas ruines a corregir? ¿Autocrítica y propósito de enmienda? En el futuro, ayudará tenerlo en cuenta. Pero puede que no baste y haya que pensar en algo más: Acaso en un cambio de protagonistas parlamentarios.