Como un mantra inclemente se repite la frase de que el Sistema Autonómico ha sido un éxito. Todos los políticos nos lo quieren inocular con saña. Eso es profundamente deshonesto, es una mentira como la catedral de Burgos, y lo saben.
Dejando aparte las graves consecuencias políticas que son evidentes en Cataluña y Vascongadas, y el efecto multiplicador de corrupción, el ingenioso Sistema Autonómico no resiste el menor análisis socio-económico. Por eso ni quieren hacer esas evaluaciones (¿Verdad Don José Enrique Serrano?) y esconden las que se hicieron, de pronóstico tremebundo.
Pero la evidencia se impone siempre: las CCAA, o su desarrollo, son una máquina imparable de crear desigualdades, han destrozado la unidad de mercado, han aumentado hasta lo indecible los costes administrativos y de transacción y han reducido el potencial de crecimiento. O sea, más paro, menos prosperidad, más desigualdad y menos gobernabilidad y credibilidad en Europa. Y es un hecho incontrovertible.
La mentira o el engaño de intentar convencer de lo contrario, al servicio de caciques y separatistas que de eso comen, es destructiva. No se puede vivir en una mentira. Es obligación de todo político español que éticamente se preocupe por el bien común y los valores de igualdad, solidaridad y prosperidad, analizar objetivamente las consecuencias del sistema autonómico y proponer drásticas reformas y soluciones. Urgente.
¿Políticos preocupados por el bien común de los ciudadanos españoles? ¡Anda que no he dicho nada!