El hecho de que Pyongyang haya comenzado a reconstruir el centro de pruebas de Sohae, cuyo centro sirve para el lanzamiento de satélites, pero que también sirve para probar misiles, evidencia que el régimen norcoreano quiere demostrar a la comunidad internacional que su capacidad nuclear no se ha visto mermada, y la sigue usando para obtener réditos en aras de una recomposición en sus diálogos con EEUU.
De momento, las perspectivas de un tercer encuentro entre Corea del Norte y EEUU no se han descartado, pero eso sí, la nueva cita deberá ir acompañada de propuestas definitivas en el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano, básico para un posterior levantamiento de sanciones.
Un tercer encuentro que también conllevaría a una declaración del fin del conflicto militar que dé lugar a un tratado de paz y se aniquile el armisticio que puso fin a la guerra coreana (1950-53) o sentar las bases para del comienzo de relaciones diplomáticas entre EEUU y Corea del Norte.
Corea del Norte ha demostrado en numerosas ocasiones que puede desmantelar instalaciones militares claves y volver a reconstruirlas poco después dependiendo de las circunstancias habidas, tal como se comprobó en 2008 en Yongbyon, el centro neurálgico de su programa nuclear, que llegó a destruir su torre de refrigeración, pero después lo volvió a poner en marcha.
Para los expertos, cualquier iniciativa nuclear o la puesta a punto de sus instalaciones sólo sirven para advertir y resaltar que Corea del Norte no está débil enviando un claro mensaje a Donald Trump. Kim Jong-un persigue el levantamiento de las sanciones económicas que ahogan a Corea del Norte a cambio del desmantelamiento parcial del programa nuclear y de misiles intercontinentales norcoreanos, mientras EEUU exige una completa desnuclearización para entrar en otros asuntos de suma importancia para el régimen.
Por ahora, según el servicio de Inteligencia de Corea del Sur, Corea del Norte detuvo a finales de 2018 las operaciones en su reactor nuclear en el principal complejo militar de Yongbyon, sin que haya señales sobre una reactivación y destacó que los túneles de las instalaciones de pruebas nucleares de Punggye Ri permanecen cerrados y sin vigilancia desde su destrucción en mayo del año pasado, aunque resalta que había detectado signos de que Pyongyang ha restaurado parte de las instalaciones de lanzamiento de misiles de Dongchang Ri, que destruyó durante 2018, según medios surcoreanos.
A nadie le interesa, menos a China, y obviamente a Corea del Norte y a EEUU volver a los tiempos de tensión y alarmas constantes, sobre todo cuando ambas Coreas tienes menos gastos en seguridad fronteriza, y además una solución definitiva sobre la desnuclearización, sin poner en peligro al régimen de Kim Jong-un forma parte de un guion que es irreversible y difícil de dar marcha atrás, que irá acompañado de otras partidas como el lento levantamiento de las sanciones económicas que pesan sobre el país.
Ya no sólo ha sido que Estados Unidos y Corea del Sur hayan reducido la escala de sus ejercicios militares conjuntos tras el inicio en 2018 del diálogo entre Washington y Pyongyang para la desnuclearización de la península coreana, sino que pese a la caída de popularidad del presidente surcoreano, Moon Jae-in, ha renovado su Gabinete y reforzado el Ministerio de Unificación para empujar aún más las relaciones con Corea del Norte.
En suma, Corea del Norte conoce la importancia de estos encuentros con EEUU, son vitales y también lo son con su vecino del Sur, además de la importancia de China, que en esta ocasión fue llamativo que Kim Jong-un no se detuviese en Pekín durante su regreso a Pyongyang para informar al presidente chino, Xi Jinping, de la cumbre de Hanói, pero la realidad es la que se impone, dado que el país necesita económicamente llevar a cabos reformas para paliar una situación de emergencia como ahora resolver la ayuda humanitaria en el país, que afecta a casi cuatro millones de personas.