Sin embargo, para quienes consideramos que sólo se alcanzará la total normalización cuando ser homosexual o no serlo, sea tan relevante, social y legalmente, como ser rubio o moreno, nos cabe la duda de las consecuencias de aquel día festivo reivindicativo.
Esencialmente, alcanzar el total e igual respeto para unos y otros tiene dos ejes torales: la legislación y la cultura social. En el primero los avances han sido totales y definitivos. En España incluso más que en otros países de la UE. Por supuesto que en el ámbito de las leyes que afecten a esa igualdad ni un paso atrás. Afortunadamente no se vislumbra.
Pero el segundo campo de actuación es un trabajo de largo recorrido, multifactorial (educación, medios de comunicación, ciencia, publicidad, arte…) que ahorme una sociedad que pierda prejuicios y abrace la tolerancia, la normalidad y la total integración en su vida cotidiana.
En este campo, con la verdad por delante, pensamos, con los amigos homosexuales que frecuentamos, que asociar el colectivo LGTBIQ con el exhibicionismo zafio y soez, con actitudes irrespetuosas gratuitas, con ordinarieces rebajantes, supone un paso atrás en la dignificación y honorabilidad que merece innegablemente ese colectivo. Observemos que las actitudes más o menos delictivas, como copular en público o errar desnudos en plaza pública son delitos o faltas que no tienen nada de específico a los LGTBI, ya que igual suponen delito para los heterosexuales. ¿A qué viene asociar a bombo y platillo esas acciones desagradables con los “gays”? No se trata, faltaría más, de prohibir el festival reivindicativo, ni de cambiar itinerarios, se trata de cómo se celebra y cómo se reivindica. El colectivo de los de orientación sexual diferente no merece ser asimilado a imágenes peyorativas que provocan rechazo y distanciamiento de la mayoría, dificultando la lucha integradora. Es un paso atrás.
Pero este año, ha sucedido otra circunstancia infeliz que, a nuestro juicio, supone un segundo paso atrás. Ya es dudosa la necesidad de “partidizar” el tema transversal de la integración y normalización de los homosexuales, que no es lo mismo que politizar, por supuesto. Pero lo que es inaceptable y totalmente negativo para la lucha verdadera es convertir un acto reivindicativo transversal en un acto sectario y excluyente. Es decir, que el colectivo LGTBIQ decida que hay homosexuales buenos y homosexuales malos, según su labor política o visión ideológica. ¿De verdad creen que no hay homosexuales, tan dignos como los demás, que son de derechas, de derecha dura o de derecha ultraconservadora? ¿O sea que han decidido unos pocos que sea de creencia general que ser homosexual con derechos civiles sólo se produce si eres de eso que se llama izquierda actualmente? O sea que instalan su sistema de persecución, exclusión y discriminación sectaria, que ellos mismo han padecido, a otros ciudadanos, cuando estamos reivindicando derechos civiles individuales.
Y eso es un gigantesco paso atrás.