Esta semana que terminó no pudimos menos que deplorar y solidarizarnos con las víctimas de la atroz matanza de Las Ramblas y de Cambrils acaecida hace justo dos años. Reiteremos nuestras sentidas condolencias, pero hoy hemos de añadir en este pequeño billete nuestra gran indignación. Porque las razones estructurales que no pudieron impedir, o minimizar la tragedia de hace un bienio siguen intactas ante la ignorancia general y la pasividad de nuestros gobernantes.
Reconocido tímidamente por los propios profesionales involucrados hogaño y desesperadamente por cualquier especialista desde el minuto uno, la fragmentación de la salvaguarda de nuestra seguridad entre cuerpos nacionales y policías “integrales” regionales supone un fortísimo debilitamiento de nuestra seguridad como ciudadanos. La palabra “integrales” es clave. Significa cuerpos policiales distintos a la Policía Nacional y Guardia Civil totalmente autónomos que rompen la unidad de acción, estrategia y mando de cara a la seguridad de los españoles, y que disponen de unidades de información propias que intercambiarán datos según les apetezca colaborar. Un dislate letal, como se ha comprobado dolorosamente. Sin acudir a sabios expertos, el propio sentido común indica la fragilización de nuestro sistema protector. Nuestras vidas merecen la mejor protección y no estar al albur de cooperaciones volubles o imperfectas. Nuestras policías de ámbito estatal cooperan y colaboran con muchas otras, Marruecos, Francia, Portugal, Alemania, Bélgica, Suiza…. Pero de cara a España no cooperan, protegen….. salvo en Vascongadas e Hispano Cataluña dónde “cooperan”. Un despropósito.
¿Quieren otra cucharada de sentido común? Mientras en otras democracias (Alemania, EE.UU…) se ha procedido a la indispensable centralización y unificación de la lucha contra los crímenes más deletéreos, mientras en la UE muchos luchamos y lucharemos por la creación de un FBI y una CIA europeas, muy pocas naciones han roto la unidad que tenían en la lucha contra los peores crímenes. Y tan pocas: UNA sola, la que siguen llamando España. Somos muy originales, pero lo pagamos en sangre, intolerablemente.
Observen que para nada ponemos en duda la profesionalidad de los miembros de policías vasca o catalano españolas, ni para nada entramos hoy en analizar consecuencias de índole política o partidistas. Hablamos de algo mucho más trascendental: la seguridad y vida de los habitantes de y paseantes por España. De personas.
Cuando recordamos que nada en nuestra Constitución obliga a semejante disparate singular, que nadie que votara la Constitución podía ni imaginar que tal dislate se daría (lo vieron mis ojitos que para eso soy mayorcito), que ni siquiera la creación del sistema autonómico impele a tal contradiós, y cuando recordamos que hace dos años se constató irrefutablemente que la “ ingeniosa” decisión de los políticos (“pro domo suo”) podía acarrear muerte y dolor, es cuando nuestra indignación fluye a borbotones.
¿Cómo es posible que ningún Partido informe a la Ciudadanía de la verdad, que exija una revisión inmediata del funcionamiento de los cuerpos que deben proteger nuestras vidas, que exija la recuperación de la unidad de mando y acción de los cuerpos de seguridad, la integración de los regionales en los nacionales? ¿Cómo es posible que no lleve nadie en su programa electoral a corto la urgente reunificación de las policías integrales en PN y GC?
Lo imponen la razón y la más básica ética social. Porque la vida de los inocentes debe primar sobre mejunjes políticos. ¡Por favor!