No me gusta mentir y en la mayoría de las ocasiones, digo lo que pienso sin tapujos ni limitaciones, excepto aquellas que marca la ley. En esa línea, he de decir que no creo en la justicia y mucho menos en los jueces, independiente del respeto que alguno de ellos me pueda merecer. No veo como normal que una persona, por haber aprobado una oposición, se crea estar por encima del bien y del mal, por encima de lo divino y de lo humano y sobre todo se crea con derecho a reescribir la historia.
No veo normal que se conozcan las adscripciones políticas de los jueces, y menos de aquellos que tienen que decidir sobre cuestiones políticas. No creo en la independencia de los jueces y tampoco en que sus sentencias o resoluciones, no estén contaminadas por su pensamiento político o ideológico. No es normal, que ante la resolución que da vía libre a la profanación del cuerpo de Franco, de los seis magistrados, conozcamos que cuatro sean cercanos al partido socialista y otro al PNV, al partido de los negocios vascos. Tampoco es normal que un juez o fiscal pase por la política y después vuelva a su carrera judicial como si nada hubiera pasado. No creo que ofrezca garantía de imparcialidad, si ese mismo juez que pasa por la política, posteriormente, tiene que decidir sobre el futuro de un personaje, cuya militancia política, sea notoriamente contraria a la del juez que debe decidir.
España vive una grave crisis institucional y moral, donde un puñado de jueces, se creen impunes y superiores, se creen con capacidad de tomar decisiones que afectan a nuestra historia, y además, se creen con derecho de pernada para juzgar el pasado, con los ojos del presente y sobre todo, desde su perspectiva política. Nunca antes, estuvo la justicia y los jueces tan politizados como lo están ahora. En más ocasiones de las deseadas, diera la sensación de que algunas resoluciones judiciales, han sido dictadas directamente por el partido político al que sirven. Son resoluciones judiciales que no tengo más remedio que acatar, que no respetar. Muchas de ellas, no me merecen el mas mínimo respeto y creo muy sinceramente que algunas de ellas caen de lleno en un delito de prevaricación.
Jueces cuya adscripción política es notoria, no deberían en ningún caso, decidir sobre cuestiones que chocan frontalmente contra su ideario político. La imparcialidad ha muerto y su sectarismo queda plasmado en la argumentación de las sentencias que realizan. Seis jueces, por mucha impunidad que crean tener, no pueden reescribir la historia y demonizar a un personaje que moralmente es muy superior a todos ellos. Si hubieran tenido una pizca de dignidad y decencia, tenían que haber reconocido que su militancia política en la izquierda de este país o en partidos políticos de corte independentista, junto con su animadversión hacia el personaje histórico, les hacia incapaces de decidir sobre una cuestión que ya tenían pre concebida de antemano.
Efectivamente, no creo ni en la justicia ni en su independencia, y ni esta o ninguna otra sentencia que se le parezca, podrá minimizar en modo alguno, la grandeza de un personaje que les supera. Ellos pasaran a la historia, como aquellos que legalizaron la profanación, como esa pandilla de cobardes, cuyo único acto de valentía en sus miserables vidas, es haber acordado la profanación de un cadáver fallecido hace ya cuarenta y tres años. Poco bagaje para unos personajes insignificantes, carente del más mínimo significado de lo que es honor.
Roma no paga traidores.