La respuesta es taxativa: No, un no rotundo. La derecha no la tiene. La izquierda sí, salvo la izquierda socialdemócrata que ha renegado del marxismo, el resto de la izquierda española y, en particular, la nueva izquierda, sigue apegada a él, admirándolo, no sólo como filosofía sino como realidad viva, en Cuba y en Venezuela. Por razones de brevedad centrémonos, para tratar de responder a la pregunta, en dos áreas claves del desarrollo de la sociedad humana, la economía y la política.
En la economía, la derecha parece que aún no se ha dado cuenta de que la izquierda, anclada en el marxismo, sigue atribuyendo todos los problemas sociales y económicos al capitalismo explotador y considera que las fuerzas productivas (en particular los trabajadores) están bloqueadas porque la propiedad está concentrada en manos de unos pocos, cosa falsa en los países desarrollados. Por ello, la izquierda propone atacar directamente a la propiedad por aplicación del marxismo revolucionario “Los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada” “Abiertamente declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando, por la violencia, todo el orden social existente” “Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar” Así ocurrió en Rusia en 1917, en Rumania, Polonia, Bulgaria, Checoeslovaquia, Alemania Oriental, etc. a partir de 1947 y en Cuba en 1959.
Si la expropiación no se logra por vía revolucionaria, hay otros medios alternativos, también explícitamente enumerados en el Manifiesto Comunista: freír a impuestos a los propietarios privados, expropiar la propiedad inmueble, abolir el derecho de herencia, confiscar la fortuna de los desafectos, centralizar el crédito en el Estado por medio de un Banco público, en régimen de monopolio, etc. Por esta vía se termina igualmente imponiendo la dictadura del proletariado. Ejemplo, el camino que ha recorrido Venezuela en estos últimos veinte años. Sin embargo, muchas personas dicen que, excepto Cuba, las demás dictaduras comunistas son cosa del pasado y que Venezuela está muy lejos de Europa. No obstante, la incuestionable realidad económica es que, tanto en el caso de los países comunistas como de los que van en camino de serlo, el resultado es desastroso. Basta mirar la pobreza en que estaban los países de la Europa del Este en 1989 cuando se libraron del comunismo, o ver la tragedia de la Venezuela de hoy.
Ahora bien, por si fuera poco, tenemos en Europa otro ejemplo, Grecia, del desastre social y económico que provoca la filosofía de la izquierda. En este caso no fueron solamente los gobiernos marxistas los culpables de la situación, sino también los de derechas y los socialdemócratas que los precedieron. (Simitis, socialista, 1996-2004; Karamanlis, centroderecha, 2004-2009 y Papandreu, socialdemócrata, 2009-2011). Quisieron ser siempre los buenos de la película y no quisieron mojarse, diciendo claramente que Grecia, por el camino del descontrol económico, del incremento del empleo público, del gasto social y del déficit económico permanente, iba a terminar en la ruina. La Comisión Europea optó por rescatar a Grecia mediante préstamos, pero a la vez le impuso, desde 2010, duras medidas de reformas y ajustes, lo cual creó aumenté el descontento social y facilitó que, en 2015, llegara al poder el partido izquierdista radical marxista de Tsipras y Varufakis. Pretendieron no aceptar el camino de reajustes que exigía la Comisión Europea en junio, pidiendo al pueblo griego que apoyara en referéndum un “No a los recortes que exige Bruselas”, cosa que lograron. Pero, para su sorpresa, la Comisión Europea no se dejó influir por el referéndum, sino que les echó un órdago. “O tomas el préstamo, o lo dejas” y les exigió reducir la deuda, el déficit, el despilfarro del sector público y el desorden de la economía en general. El primer ministro Tsipras, más pragmático y realista, se sometió a la Comisión Europea, y aceptó la obligación un fuerte ajuste económico y un seguimiento permanente de los hombres de negro de Bruselas, sobre sus cifras económicas y todas sus políticas de gasto. Varufakis, el marxista ministro de Finanzas, dimitió.
Pero fue muy duro empezar a recomponer la economía griega tras años de descontrol, de falseamiento de los datos de producción y de políticas sociales insostenibles. Las medidas griegas de reducción del gasto público han recortado las pensiones, aumentado los impuestos, ocasionado despidos masivos. Desde este verano de 2019, los ciudadanos han dado la mayoría absoluta a un nuevo gobierno, ahora de derechas, que va a aplicar una política de incentivación a la economía y de creación de empleo privado, pero el camino a recorrer es largo.
La conclusión, mirando a los países hoy excomunistas, pasando por Venezuela y llegando al caso de Grecia, es contundente. La economía de todo país debe tener, como núcleo central, al sector privado, desde la gran empresa hasta el autónomo. Igual ocurre con el empleo, que debe provenir fundamentalmente del sector privado. El sector público tiene un papel imprescindible para producir servicios, que no parece razonable que queden al margen del Estado, tales como la justicia, la policía, las instituciones de regulación y control. Sin embargo, tiende a la ineficiencia y, hoy por hoy, es mucho mejor que el sector privado se encargue de todo lo que sea posible. Los partidos de derecha y centro derecha deberían ser claramente conscientes de ello y hacer un papel didáctico para comunicarlo a la ciudadanía. La derecha debe rechazar el mito marxista de que lo público es bueno por el mero hecho de ser público. La eficiencia es un requisito irrenunciable. ¿Qué cuesta cada servicio? El gratis total no existe. La derecha debe ser consciente del impacto destructivo del pensamiento marxista en la economía, denunciarlo, explicar sus errores con mensajes claros y atraer el voto de los ciudadanos. El marxismo pretende eliminar la propiedad privada, exalta la propiedad pública y el papel omnipresente del Estado en la gestión económica. Frente a él, la derecha debe ser radical, exaltando la propiedad y la iniciativa privada y exigiendo que el Estado sea fundamentalmente un regulador y que los servicios públicos que gestione sean eficientes y tengan costes razonables.
En el plano político, la derecha sigue sin darse cuenta de que el marxismo sigue siendo el referente clave de la izquierda, que sigue presumiendo de superioridad intelectual y moral, que según ellos se desprende de la ideología marxista. La derecha sigue sin leerse el Manifiesto Comunista y parece no saber que “Los comunistas abiertamente declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. Proletarios de todos los países, uníos” Sigue sin saber que ETA era marxista, y que también lo eran, FRAP, GRAPO, los miembros claves de Terra Lliure, etc. También ignora que el marxismo era la ideología del Partido Socialista Obrero Español, fundado por Pablo Iglesias en 1879 y que sólo cien años después, en 1979, se eliminó de su ideario, por exigencia de Felipe González. Sigue ignorando que Largo Caballero, el Lenin español, cabecilla del golpe de Estado de 1934, que causó 1500 muertos, era también marxista, que dirigía el ala más radical del PSOE y que propugnaba una revolución proletaria al estilo soviético.
La derecha y la socialdemocracia ignoran que el marxismo revolucionario impulsó, no sólo el golpe del 34, sino también la violencia revolucionaria, durante la República y después, durante la Guerra Civil. En consecuencia, ignoran que el golpe militar de Franco fue, en gran medida, una reacción contra ese marxismo, que ya se había instalado en la Unión Soviética y que pretendía instalarse en España. ¿Qué hubiera pasado si la República liderada por los socialistas marxistas Largo Caballero y Negrín, entre otros, hubiese derrotado a Franco? Lo más probable habría sido la implantación totalitaria de un régimen policial marxista, que habría multiplicado las violencias, que tuvieron lugar al principio de la República en mayo de 1931, y todas las que, posteriormente, desarrollaron durante la Guerra Civil, tales como las checas, Paracuellos y demás.
La derecha, desde que se aprobó la Constitución, ha callado por ignorancia, ante sucesivas actuaciones que fueron ensalzando el lado de la izquierda, durante la Guerra Civil y denigrando al lado franquista anti marxista. Todo ello culminó, en 2007, con la aprobación de la Memoria Histórica, que Rajoy pudo haber derogado sin más, con su mayoría absoluta de 2011, pero no lo hizo, muestra evidente de que la derecha no ha entendido aún que el marxismo no es su adversario, sino un enemigo irreconciliable que quiere destruir y hacer desaparecer todo lo que suene a derecha en la historia. El marxismo pretende derrocar el orden social existente. No cabe contemporizar con él. La inhumación de Franco no ha sido más que un eslabón en la cadena. Mientras que la derecha no se plante y no exija a los marxistas condenar esa ideología, y sus actuaciones criminales en el mundo entero, España incluida, en la República, Guerra Civil y hasta ahora, la izquierda marxista seguirá adoctrinando a los ciudadanos de todas las edades y les impedirá darse cuenta de una gran Verdad Histórica, de que el Marxismo, y sus hijos directos el socialismo y comunismo marxistas, son una doctrina y una realidad criminal, que debe ser denunciada, cosa que recientemente ha hecho el Parlamento Europeo.
La conclusión de este breve artículo es clara: la derecha no cumplirá su papel en la historia mientras que no rechace, sin paliativos, al marxismo y sus secuelas en la economía y la política. No debe tener miedo a quedarse sola. Hay muchas personas de buena voluntad en la izquierda, que estarán con la derecha en su denuncia del marxismo. Rectificar es de valientes. “El 2 de julio de 1936 unos pistoleros de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) entraron en un bar frecuentado por jóvenes y mataron a dos estudiantes falangistas. Poco después, pistoleros de derechas asesinaron a José del Castillo, teniente de la Guardia de Asalto y conocido socialista. El 12 de julio de 1936 un capitán de la Guardia Civil llamado Fernando Condés (un izquierdista que había participado en Madrid en la asonada contra el Gobierno de Lerroux en 1934), vestido de paisano y acompañado por cuatro pistoleros socialistas de la Motorizada, tras presentar sus credenciales a los policías, que protegían al parlamentario José Calvo Sotelo, subieron al domicilio de éste y se lo llevaron en una camioneta de la Guardia de Asalto. El prietista Luis Cuenca le pegó dos tiros en la nuca. Después fueron al cementerio de la Almudena y tiraron el cadáver a la entrada del tanatorio” “La gente de mi generación, y la de generaciones posteriores, no tenemos responsabilidad alguna en hechos como los aquí narrados, pero el PSOE como persona jurídica haría bien en echar al olvido todas las atrocidades de la guerra, las de uno y otro bando” No son palabras mías. Son de un artículo de Joaquín Leguina de 2018.
En política, el marxismo pretende ejercer un poder totalitario, aplastar policialmente toda posibilidad de discrepancia, con carácter absoluto y eterno. Frente a él, la derecha debe ser implacable, denunciando su totalitarismo, el régimen de terror que impone y la evidencia de sus crímenes. Al mismo tiempo debe propugnar la libertad de expresión, el diálogo y la transparencia democrática. Por supuesto que la responsabilidad histórica de la derecha, y de todos los ciudadanos, no se acaba con la denuncia total del marxismo político y económico y de sus ramificaciones. Hay que construir la nación de “convivencia democrática” que propugna el preámbulo de nuestra Constitución. Pero el cómo tendrá que quedar para un futuro artículo.