Javier Bardem cuenta con unas cuantas tarjetas de crédito y una enriquecida cuenta bancaria que creció al albur de las subvenciones patrias que el gobierno y la Administración española ha estado concediendo al cine español. Y de ahí, a Hollywood, ¡Viva Hollywood! Tanto dinero que bien podría pagar una vuelta al mundo en catamarán a su adorada niña sueca Greta Thunberg, esa diosa del Medio Ambiente, esa que se pasa el día en barco mirando ballenas y tiburones sin ir a la escuela.
Parece olvidar el actor Javier Bardem que Madrid no se lo ha inventado José Luis Martínez-Almeida, su actual alcalde-presidente, que Madrid llevaba ahí más de 1.000 años, y que Almeida, como él le lama, lleva apenas medio año en el sillón de alcalde. Es decir, que Almeida no es un mago de Harry Potter, y que el Madrid que se ha encontrado es herencia directa del que dejó su antecesora en el cargo Manuela Carmena, en este caso, si, más parecida a una bruja de Harry Potter, de esas que plantan mandrágoras.
La niña Greta también es una pequeña brujilla que no estudia ni va a la escuela, ni se la espera en el pupitre. Ya es muy lista ella. Su padre, rico multimillonario, hace planes para que sea futura presidenta de Suecia o incluso Secretaria General de Naciones Unidas. Todo empieza así, con un vaso de agua o de vino, y un soplo al aire.
Hoy Bardem cree que ha enardecido a las masas con su estupidez ignorante del actor que viene a darse un paseo por Madrid para insultar a todo el mundo o al mundo que a él le parece. Hoy, champán y ostras para celebrar su cavernícola carcajada, su brutal mueca despreciativa e insultante, la del necio que ríe de los demás sin mirarse al espejo, sin respeto, la del bravucón de colegio que abusa de su posición en la atalaya que le hace más fuerte, la de los que ríen sus gracias y sandeces.
Bardem no es un tipo que milite en este tipo de acciones por idealismo, igual se pone la boina de Greenpeace que la de OpenArms. Hace bandera de causas que le puedan resultar favorables en su estrategia para mejorar su perfil público.
El asunto del clima y el del medio ambiente es un tema que requiere discreción y prudencia, en el que todos tenemos la culpa y nadie la tiene en concreto. Igual Bardem que Almeida. Igual el oficinista que el concejal, igual el barrendero que el borracho.
No es más listo Bardem, porque señale con el dedo a un alcalde, porque siempre nos quedará la duda de que si la alcaldesa hubiera sido Carmena, lo mismo hubiéramos tenido a la alcaldesa en el escenario con Bardem, juntitos los dos, a echar las culpas a otros.
El problema ambiental es un problema también de registros. El Ser Humano lleva tomando datos del clima y del ambiente desde las expediciones científicas de hace apenas 200 años, no hay más registros. Y coinciden justamente con el momento de mayor impacto humano sobre el planeta, el arranque de la Revolución Industrial. Los datos tomados cuentan con importantes desviaciones, es como si nos tomáramos en toda nuestra vida la temperatura solo en la única semana que hemos tenido fiebre de 39 grados. Es una aberración científica en sí misma que requiere cautela. Y se confunden principios importantes, como la de asimilar la contaminación al cambio climático, algo aún por demostrar. Que el cambio climático se está produciendo parece que es un hecho incontestable. Que la responsabilidad sea del hombre, eso es mucho afirmar.
Y, desde el punto de vista ambiental, hay muchos problemas que genera el Hombre que no se atienden en cumbres como la del cambio climático que se ha celebrado en Madrid, como por ejemplo, la de la producción energética o la de la contaminación por plásticos. Todo se confunde en el impacto mediático.
Hoy Bardem ha metido la pata y lo sabe. Se ha disculpado. Ha corregido. Igual piensa que con actitudes como la suya, la de insultar, o la de la niña Greta, cruzar los océanos en catamarán de ricos, se va a arreglar. Ojalá fuera tan sencillo. Yo creo que se equivocan ambos.
Aprovecho para pedir disculpas a Javier Bardem por llamarle estúpido. Me ha salido tan de alma tanto como a él insultar al alcalde de Madrid.
(*) José Luis Barceló, autor de éste artículo, fue Premio Prícnipe de Asturias para Jóvenes Investigadores en 1978 por un trabajo sobre fauna ibérica amenazada