Ello está relacionado con la segunda conclusión que me estalló en la cara. El problema no es el PIPA, sino que el PIPA nace en parte del problema: el disparate absoluto de nuestros sistemas educativos. Y básicamente por dos temas. Olvídense de temas de dinero, de nuevas tecnologías, de aulas cargadas o vacías, de formación de educadores, etc… El disparate viene de la cantidad de sistemas educativos distintos y enfrentados entre sí en una misma Nación, sin control alguno, y, sobre todo, por algunos contenidos aberrantes de los “curricula” escolares. No sirven para educar sino, en las materias no científicas, para adoctrinar en el totalitarismo, y en la odiosa mentira, demasiadas veces.
En tercer lugar, admitimos que no nos gusta el PIPA. Tiene grandes peligros en una democracia cohesionada, como ahondar más en la fragmentación de sistemas educativos, como desproteger a los más jóvenes de ambientes sectarios y fanáticos, como impedir el papel central de la educación, y en particular la pública, en la formación de ciudadanos. (“education civique” se llamaba la que disfruté). Creemos en una formación pública activa y beligerante en la formación, vía humanidades, de futuros ciudadanos en valores de convivencia democrática transversales, por encima de ideologías o parroquias. Creemos en un acuerdo de toda la Nación, la “polis”, amplísimo, que produzca, con ayuda de la Academia, lo que hay que educar en tolerancia, respeto a la Ley, respeto a la libertad de los demás, solidaridad, igualdad ontológica, proyecto patrio común, sentido del deber social, etc…. El que los padres, a menudo víctimas de sus propias carencias, puedan rechazar la formación en esos valores es, conceptualmente, peligroso, desigualitario y puede que anti-democrático.
Dicho lo cual, llegamos a la cuarta conclusión, que tiene que ver con política práctica y la situación actual. El “desbarajuste” en los sistemas educativos españoles es tan colosal, los ejemplos de adoctrinamiento feroz tan abundantes, las mentiras groseras que se inculcan, no sólo en lo opinable, sino hasta en los temas académicos (la Historia, por ejemplo), las exageraciones que repugnan a muchos cabales tan numerosas, que aún siendo indeseable el PIPA, se convierte en un instrumento de legítima defensa de los padres ante el avance del totalitarismo en la España de hoy. Desgraciadamente tiene que existir y servir de protección a las familias menos pudientes, las que no pueden acudir a la educación privada.
Es más, con los “curricula” actuales y los infames libros de texto, ¿cuántos padres no acudirían al PIPA para impedir que sus retoños no sufrieran la obscena mentira y el cultivo del odio en muchísimas clases de Historia que se imparten en Hispano Cataluña?