Al mismo tiempo nos hacían saber que un porcentaje importante de la población estaba infectada “asintomáticamente” por lo que, en consecuencia, todos éramos potenciales transmisores del virus. Tales manifestaciones- despropósito inimaginable a no ser que el hablante sea un político- me llevaron a escribir mi primera carta, fundamentada en tres preguntas con sus consiguientes respuestas, que dejaba de manifiesto por qué el gobierno no había obligado ni tan siquiera recomendado el uso de la mascarilla, con el consiguiente daño que tal decisión nos causaba.
En el momento actual ya llevamos tres semanas de reclusión en casa cumpliendo rigurosamente las normas que nos impone el gobierno para prevenir el contagio, entre las que no figura el uso de la mascarilla, ya que nos dijeron que ésta no sirve para nada. Ahora, el mismo gobierno y las mismas autoridades sanitarias nos dicen que la mascarilla es fundamental para prevenir el contagio por lo que será obligatorio su utilización para poder salir de casa.
Este nuevo planteamiento, sin asumir culpabilidad, me lleva a presentar la pregunta que da título a este escrito:
¿Por qué ahora sí es obligatorio el uso de la mascarilla?
Porque ahora, después de un mes de inoperancia absoluta en la gestión de esta crisis; sí, finalmente, el gobierno consiguió dichas mascarillas, lo que permite - ahora, antes no - a las autoridades sanitarias gubernamentales decirnos, sin rubor alguno, que las mismas son imprescindibles para la prevención del contagio.
Una respuesta valiente, de un gobierno sensato, hubiese sido, hace veintiún días, el reconocimiento de su incapacidad para proveernos de las mascarillas necesarias, e informarnos de la importancia de su uso en la prevención del contagio, aunque éstas tuviesen que ser conseguidas o fabricadas por nosotros, los ciudadanos. Pero esperar de la clase política una conducta de estas características es impensable, pues ellos, los políticos, siempre antepondrán los intereses de partido a los nacionales. Si hubiésemos dispuesto de las mascarillas desde que se decretó el estado de alarma probablemente, seguro, el número de infectados habría sido mucho menor y, consecuentemente, se habrían evitado muertes… y dolor, mucho dolor.
Pero a pesar de todo, mañana, muy pronto, en España… volverá a ser primavera.