Extraigo el siguiente resumen del libro Historia del poder que me acaba de publicar la Fundación Emprendedores: El Plan Marshall, consistió en una ayuda a los países beneficiarios por la cifra de 13.000 millones de dólares que, en valor constante, superaría 400.000 mil millones actuales. Inglaterra recibió un cuarto del total, Francia y Alemania Occidental se repartieron otro cuarto y el resto se distribuyó a cerca de una docena de países. España fue excluida, así como las naciones bajo influencia de Stalin, que se negó a admitir la ayuda del capitalismo que, según aseguraba, no tardaría en desmoronarse. Uno de los inspiradores del plan fue John Maynard Keynes, que estudió la planificación que llevó a cabo Stalin imponiendo un control total sobre la economía.
Keynes hizo esta crítica demoledora: “Presentado como medio de proporcionar bienestar, resulta un insulto a la inteligencia”. El economista austriaco Ludwig von Mises, ya se había atrevido a predecir el fracaso del marxismo sin entrar a valorarlo desde el punto de vista de la ética o la libertad. Simplemente sostenía que el poder estatal nunca sería capaz de resolver debidamente el triple problema: Qué producir, Cuánto producir y Cómo hay que producir. El tiempo dio la razón a ambos economistas, el Plan Marshall produjo buenos resultados: al comenzar la década de los 50 la economía de los países que recibieron ayudas había superado el nivel previo a la Segunda Guerra Mundial. El bloque comunista fue empobreciéndose como se mostró a la caída del Muro de Berlín y hoy, Europa, con una población que supera los 500 millones de habitantes ha creado el llamado Estado del Bienestar cuya sostenibilidad se basa en que los presupuestos de las democracias europeas han llegado a dedicar el 50% a gasto social.
Y en esto nos llega la crisis del corona virus. Antes quiero señalar algo que tuvo escaso análisis y es que la caída del comunismo en Europa y la transformación de China en un país con dos sistema (comunismo en el poder sin alternancia posible, combinado con un capitalismo salvaje) ha desequilibrado al mundo occidental, tentado en su capitalismo industrial por el inmenso contingente de mano de obra barata con el resultado de que China es la gran fabrica del mundo. La industria occidental, que ocupaba mano de obra intensiva, se ha deslocalizado. El capitalismo financiero basado en pocos trabajadores es el predominante. Así estaban las cosas cuando el covid19 surgido en China ha terminado por desestabilizar el modelo.
La invocación a un nuevo plan Marshall es meramente retórica porque nadie va a dar nada a nadie, pero la petición de emitir eurobonos es lo que más quiere acercarse a aquella acción solidaria que contribuyó a levantar a Europa. El problema es que los eurobonos suponen mutualizar la deuda que se genere o, dicho en lenguaje que todos entendemos, conseguir aval del más rico y, por tanto, que pague mi deuda si yo no puedo. Y aquí aparece para nuestro Gobierno la antipática Holanda y la dura Alemania, para recordar que en Europa no existe unión fiscal, ni tesoro común, ni hay una disciplina que se aproxime en términos de control de gasto o del déficit público. En el acaloramiento del debate han aparecido los reproches del norte al sur: despilfarro, afearle la falta de ajustes en tiempos de “vacas gordas”.
En definitiva, que Europa está dispuesta a darle a la manivela de fabricar euros, de poner en ventanilla incluso más de lo que significó el Plan Marshall, pero diciendo al que pide: en su momento tendrá que dar cuenta de su endeudamiento como país. Si no lo hacen ustedes lo harán sus hijos, incluso sus nietos. Y si no, tendremos que intervenir su economía. Ya lo hicimos en Grecia y en tal caso, como allí ocurrió, vendrán los recortes. No son buenas noticias, pero así funciona la economía real. La ficción neo marxista sigue siendo válida para muchos, pero lo que termina siendo real para los ciudadanos son las consecuencias de las políticas que aplica el poder.