En tales circunstancias el Partido Demócrata orientó su foco hacia la vida cotidiana, que se guía por las políticas que proporcionan mayor o menor bienestar de los ciudadanos. Bush se recreaba en su momento de gloria internacional que, por otra parte, no estaba exenta de costo para los americanos por un esfuerzo militar que llevó aparejado más impuestos. El principal asesor de campaña, James Carville, propuso trabajar sobre tres ideas:
- Si no hay cambio será más de lo mismo.
- El sistema de salud se ha deteriorado.
- Lo importante para la gente es resolver su día a día: su hipoteca, su poder adquisitivo, sus impuestos.
De ahí vino luego la provocadora frase de Clinton: It´s the economy, stupid, que se popularizó hasta el punto de convertirse en eje de la campaña, con el resultado de convertir a un modesto gobernador de Arkansas en presidente de los Estados Unidos.
Expuesto lo anterior, demos un salto al presente. Solo han pasado tres décadas, pero estamos ante un mundo nuevo, por más que la conducta del poder no ha cambiado en lo esencial. En la España de hoy lo sustenta una coalición sostenida por intereses espurios (para precisar aplicaré como acepción del diccionario la siguiente: nacido con engaño). Pero sea cual sea su origen, es el poder y se está ejerciendo desde valores iliberales.
No es, por tanto, sorprendente que la frustración entre quienes no han votado a Pedro Sánchez y aun muchos de los que sí, se vuelque en las redes con un enconamiento que empieza a ser inquietante. Nunca antes en nuestra democracia, hasta Zapatero, las ideologías concurrentes en sana competencia democrática se manifestaban con tanto odio. Y sin embargo tengo la certeza de que esta coalición fracasará por la economía. Hay ministros que desconocen sus fundamentos más esenciales. Incluso confiaban en poder disponer de “pólvora del rey” para disparar salvas alegres. En este caso la pólvora serían los corona bonos avalados por todos los países, pero Europa ya ha dicho que no. Habrá, eso sí, barra libre para préstamos, líneas de crédito y hasta alguna ayuda mutualizada para paliar el desempleo que se avecina. En total un paquete de 500.000 millones de euros. Pero será responsabilidad de los gestores en cada gobierno como utilizar el dinero que pidan, que pesará en su deuda nacional y del que en su momento tendrán que responder.
El escenario mundial es desolador. El dato más representativo de la crisis es el desempleo generado en Estados Unidos, nada menos que 6,6 millones en la última semana. Y eso en una economía que apenas tenía paro antes de la escalada de infecciones por el Covid-19. En España, con dos dígitos de desempleados desde hace una década ¿cuál será la cifra final? Sin duda se acercará al 25% y eso no se resuelve con fórmulas fiscales. Es llamativo hablar de que paguen los que ganan mucho, pero que nadie se engañe, la recaudación de quienes tengan ingresos de 200.000 euros anuales, por mucho que resulte vistosa como titular, no alcanza ni para pagar una mensualidad a los pensionistas. Menos aún para la solución de dar un salario mínima vital (que viene a ser equivalente a la tan elogiada por Iglesias “canasta básica venezolana”). Un pago para evitar que se pase hambre puede ser una solución temporal, pero la clave es volver a un marco de creación intensiva de trabajo. En España, el 95% del empleo, no lo olvidemos, está sostenido por emprendedores autónomos y pymes que necesitan apoyo eficiente y sobre todo confianza, dos factores que no están presentes ni en la actuación ni en el discurso del Gobierno.