En tan solo cuatro meses de pandemia, entre marzo y junio, la deuda de las empresas se ha disparado en 54.701 millones de euros, el equivalente a casi cinco puntos de PIB. Después de una década recortándola en relación al tamaño de la economía, vuelve a subir con fuerza. De mantenerse así, con una caída del producto interior bruto superior al 10%, este año el endeudamiento empresarial sobre PIB, aquel que mide más la verdadera capacidad de pago, podría aumentar en cerca de 20 puntos. El Banco de España y Fedea alertan de que es necesario facilitar las reestructuraciones de deuda para hacer frente a un otoño complicado.
En mayo y junio el crédito bancario a las sociedades no financieras ha aumentado a ritmos del 8% interanual con la demanda cayendo y cuando hace solo un año todavía seguía disminuyendo tras una década de descensos. Los préstamos en títulos de deuda, que llevaban tiempo creciendo con fuerza porque las grandes empresas ven más barato financiarse directamente en unos mercados inundados de liquidez por los bancos centrales, se frenaron en seco con la pandemia. Pero en junio volvieron a subir a tasas cercanas al 8%. Y los préstamos extranjeros están de nuevo repuntando algo entre abril y junio frente a los decrecimientos del año anterior. Se ha pasado de una economía que crecía y que todavía reducía deuda a una que se desploma y en la que las empresas han tenido que recurrir al endeudamiento para aguantar el vendaval.
En los últimos 10 años, los pasivos empresariales habían caído en cerca de 50 puntos de PIB. Fue un esfuerzo ingente de las empresas, aunque una parte fuera por las quiebras del sector inmobiliario y la construcción, que convirtieron muchas de esas deudas en irrecuperables. Pero ahora el coronavirus ha dado un vuelco a estos números. Este año el Banco de España calcula que en total habrá unas necesidades de financiación netas superiores a los 220.000 millones. Los avales del ICO, del que ya se han dispuesto casi la totalidad de los 100.000 millones y quedan otros 40.000 millones anunciados, servirían para cubrir unas tres cuartas partes de estas, dice el Banco de España en un informe sobre las necesidades de liquidez de las empresas. El resto se cubrirá con activos líquidos de las empresas, líneas de crédito y otra financiación externa.
Además, el BCE ha proporcionado liquidez en abundancia y ha relajado los requisitos regulatorios a las entidades, lo que también ha contribuido decisivamente a la expansión crediticia de los últimos meses. Podría decirse que, en una primera fase, las medidas desplegadas para contener el golpe han sido un éxito desde el punto de vista financiero.
Dependiendo de la dureza de la recesión, el Banco de España estima que en torno al 70% de las empresas tendrá en algún momento de este año un déficit de liquidez. Es decir, no obtendrán los suficientes ingresos como para costear sus gastos de explotación, las amortizaciones y las inversiones ya comprometidas —el organismo supervisor advierte además de que en estas circunstancias la financiación sufragará un caudal de inversiones mucho menor, con el consiguiente daño que supone para la actividad económica—.
Parte del nuevo endeudamiento ha sido generado por compañías que están saneadas pero que han tratado de asegurarse la liquidez. Esas no deberían experimentar muchas dificultades. Y en general las empresas se encuentran en una mejor posición porque gracias a los ERTE y el ajuste de los temporales han podido reducir sus gastos de personal mientras caía la actividad. También porque la fortaleza de sus balances es mucho mayor y aglutinan niveles récord de liquidez tras un largo periodo de desendeudamiento.