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¿A DEBATE LA MONARQUÍA?

Una storytelling llamada República
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Una storytelling llamada República

· Por César Alcalá

martes 18 de agosto de 2020, 08:32h

Se conoce como storytelling al arte de contar una historia para conectar con los usuarios. Desde hace un tiempo Unidas Podemos y los nacionalismos están estructurando una storytelling alrededor de la república para romper lo que llaman “régimen del 78”. Llamar régimen a la transición, la aprobación de la Constitución y la actual democracia, ya de por sí es otro storytelling. Este concepto se utiliza en marketing político para o bien aumentar votos, marcar tendencias o tapar temas que no interesan. Y estamos en este tercer caso. La prensa se ha inventado una imputación hacia una persona que en ningún momento la fiscalía ha abierto ningún expediente judicial. Es la prensa la que ya ha acusado al Rey emérito antes que la justicia hable. Y esta acusación ha sido potenciada por Unidas Podemos. Lo mismo ocurre con los nacionalismos. Torra ha dicho que los catalanes no tienen rey -tiene la habilidad de hablar por todos- y que pide la abdicación de Felipe VI. Todo para esconder su inoperancia delante del Covid-19 y su incompetencia al frente de la Generalitat.

Todo sirve para distraer al personal. Y la storytelling les va muy bien. Por eso ahora la tendencia es la república y, por supuesto, la “vergonzosa” inmunidad de la que gozaba el Rey emérito. Sobre el particular hay varias cosas que contar.

Con respecto a la república, las dos experiencias que hubo en España no fueron una balsa de aceite. Todo lo contrario. Hablan mucho de que la monarquía es una imposición. La verdad es que se votó dos veces la monarquía en España. La primera en 1947 con el referéndum sobre la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado. Para aquellos que puedan decir que es una ley franquista y no vale, la segunda vez fue cuando por mayoría el pueblo español refrendó la Constitución de 1978. Si hablamos de las dos repúblicas, ninguna de ellas fue votada por el pueblo español. Ambas fueron proclamadas. La primera para echar a Isabel II. La segunda se gestionó el 17 de agosto de 1930, en el llamado Pacto de San Sebastián, para poner fin a la monarquía de Alfonso XIII.

Nadie le pidió al pueblo español si estaba de acuerdo o no. Era la mejor solución, según ellos, para salvar España. Esta frase se ha dicho tantas veces que empieza a perder valor. Y lo que pretenden hoy en día Unidas Podemos y los nacionalistas es reeditar otro Pacto de San Sebastián. El problema es que las cosas no están como en aquellas épocas y les va a ser un poco difícil conseguir su propósito. A diferencia de casos anteriores, actualmente la monarquía tiene una consolidación de 45 años. Recordemos, a manera de ejemplo, que el propio Alfonso XIII estableció una dictadura -dentro de la monarquía- en manos de Primo de Rivera. Por lo tanto, ni las circunstancias, ni el momento es el más adecuado para proclamar una tercera república. Es una de las muchas quimeras de la política española. Ahí el storytelling les ha fallado.

Luego tenemos el tema de la inmunidad. Sobre este tema alguno se sorprenderá. Casi todas las monarquías y republicas existentes en el mundo tienen sistemas de inmunidad al jefe del estado. Digo casi todas porque algunas camufladas bajo dictaduras ejercen privilegios parecidos sin llamarlos así. Desde la española a la que requiere la participación del órgano parlamentario para autorizar el inicio de las acciones legales, todas tienen la figura de la inmunidad. Curiosamente la constitución republicana de 1931 incluía esta figura. Así pues, que Iglesias no diga ciertas cosas sin un conocimiento de la realidad. Estoy convencido que si triunfara su quimera, también impondría la inmunidad y la vendería como una cosa moderna, mientras ahora la desprecia porque le va bien para sus siniestros fines.

Tampoco hemos de pensar que vivir en una república significa que su presidente es una persona honrada e impoluta. No hablemos de las repúblicas sudamericanas, donde los casos de corrupción están a la orden del día. Recordemos que los cinco presidentes peruanos de 1990 a 2018 están encarcelados, investigados por corrupción o fugados de la justicia. Lo mismo podemos decir de Argentina con Menem, de la rúa o Fernández. Un poco más cerca tenemos Francia. Ahí los casos de corrupción han salpicado a Chirac, Sarkozy, Le Pen, Hollande y Macron. Así pues, una república tampoco se salva de actos de corrupción.

Lo curioso del caso es que Torra -no podía faltar- se rasga las vestiduras y construye un storytelling para dar rienda suelta a su odio a España, mientras oculta el Covid y el desgobierno. Pide la abdicación de Felipe VI y suprimir la inmunidad del jefe del estado. Tiene un discurso muy interesante para los demás, pero no para él o ellos. Curiosamente en el 2017 se intentó aprobar lo que llamaron Ley de Transitoriedad Jurídica y Funcional de la República Catalana. El summum del independentismo y que ponía las bases de una Cataluña idílica. Pues bien, en el artículo 36 de esa ley se dice que el president gozará de inmunidad sin poder ser detenido o retenido, excepto en caso de flagrante delito. Felipe VI no puede tener inmunidad, pero el president sí. ¡Curioso!

No acaba aquí el surrealismo de esta ley. En el artículo 40 aportan un tema único en todo el mundo. Ninguna ley a nivel mundial prevé esto. Aquí sí, por Catalonia is diferent. En dicho artículo amplia la inmunidad a todos los miembros del gobierno. En Cataluña, si eres miembro del gobierno, tienes patente de corso para hacer lo que quieras. Imagínense una cosa. Si, sin inmunidad, la antigua Convergència fueron Alí Babá y los 40 ladrones, ¡Qué no hubieran hecho con inmunidad!

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