Una caldera segura es una caldera eficiente
El primer aspecto que debemos tener en cuenta es que el buen rendimiento de la caldera depende de su nivel de seguridad. Su propio funcionamiento hace de esta instalación un tipo de equipamiento doméstico o industrial que comporta sus riesgos.
Esto obliga a realizar revisiones y mantenimiento periódico por parte de técnicos especializados que comprueban que cada elemento de la caldera funciona correctamente. La caldera genera calor y conduce agua o vapor. Esto implica que trabaja bajo presiones elevadas. Si algún componente falla se puede producir un accidente doméstico.
Si existen fugas en los conductos, el monóxido de carbono (un gal altamente tóxico) puede propagarse por el hogar y acabar intoxicando a quienes lo inhalen. Este gas es inodoro y no se puede detectar manualmente sino que requiere de la participación de un técnico habilitado para ello que conozca el funcionamiento de las calderas.
Una caldera en buen estado es una caldera menos costosa
A menudo se suele pensar que el mantenimiento de la caldera es un gasto doméstico evitable. Sin embargo, la visión que habría que tener sobre estas visitas de técnicos es más enfocada hacia la inversión y el ahorro a largo plazo. Con las revisiones periódicas podemos comprobar que el funcionamiento de la instalación es el correcto y, en caso de que haya alguna falla, esta puede ser reparada a tiempo sin dejar que el problema se vaya agrandando, porque si esto ocurre la solución pasa por una caldera nueva, lo que es un gasto infinitamente mayor.
Cuando los errores son reparados a tiempo, la vida media de la caldera se alarga y se amortiza más su tiempo. Estas instalaciones están diseñadas para ser duraderas en el tiempo pero eso solo se consigue si se hace un buen uso del equipo y si se ejecutan trabajos de mantenimiento adecuados y en tiempo.
Un equipamiento de calidad que está condicionado al buen mantenimiento
Todas las calderas, incluso las más antiguas que ya están en desuso, se diseñan para ser instalaciones duraderas con un rendimiento óptimo. El hecho de que algunas de ellas ya no se utilicen responde únicamente a que se ha innovado en los métodos de producción de calor y generación de energía.
Sin embargo, este rendimiento está íntimamente ligado al mantenimiento del equipo. La mayoría de fallos y averías en las calderas están motivados por la omisión de tareas de mantenimiento. Las revisiones periódicas evitan el deterioro grave de algunas piezas y esto se traduce en un mayor ahorro económico, de consumo de recursos y mayor vida útil.
Por supuesto, los trabajos de mantenimiento periódicos han de ir de la mano de un uso eficiente por parte de las familias. Muchas de las cuestiones que impiden un rendimiento óptimo de la caldera son fácilmente abordables por parte del propio usuario, sin necesidad de consultar con un técnico especialista.
Las calderas en la actualidad son dispositivos muy cómodos de manejar. La mayoría de ellas cuentan con una cápsula o una pantalla de funcionamiento muy intuitiva y los fabricantes incluyen las recomendaciones de uso idóneas para sacar el máximo partido posible a la instalación.
La visita periódica de los técnicos se plantea como una revisión para comprobar que todo está en perfecto estado y, en caso de que no sea así, detectar el fallo a tiempo para reducir los riesgos asociados a un equipamiento en malas condiciones: probabilidad de accidente doméstico, mayor gasto económico y energético y rendimiento bajo de la caldera.