Reconocemos que nos provocó cierta indignación el tratamiento y la reacción de muchos “opinadores”, algunos de ellos políticos, ante la elección para un cargo político orgánico en “Podemos Madrid” de una persona que había sido condenada hace 38 años por haber atracado una sucursal bancaria con armas. Creemos que no hay que confundir cosas y valores. Una realidad es que la aplicación de la reinserción social en estos momentos en Expaña pueda ser inadecuada, demasiado temeraria o desprotectora del bien común y otra cosa es que el principio de reinserción y reeducación, con concesión de oportunidades para ello, sea irrenunciable y consustancial a una democracia liberal moderna y humanista.
Tampoco hay que mezclar la lenidad política indecente que se practica con delincuentes, en su mayoría terroristas, que ni se arrepienten ni colaboran con la Justicia y a los que se permite dedicar homenajes públicos por parte de Partidos filo terroristas, con la reinserción de un condenado por delito común. Sencillamente, una persona que hace 40 años delinquió, cumplió su pena y no ha vuelto a tener problemas con la justicia es un ciudadano con todos sus derechos y tan bueno, o malo, para presentarse a cargos políticos como cualquier otro y sobra cualquier comentario, no digamos cualquier valoración peyorativa del hecho. ¿O no nos acordamos de que el Lute acabó colaborando con Tierno Galván en el bufete? Y los que reprochan que el interfecto estuvo con el Frente Sandinista (ahora en el poder), ¿Qué pretenden? ¿Qué vuelva a la cárcel el guerrillero convicto Regis Debray, que llegó a ser consejero de Mitterand?
La democracia, al final, no son elecciones periódicas y embustes tácticos, son valores. Los que pretenden liquidar política y civilmente a un ciudadano que pagó su deuda con la sociedad hace 38 años no parecen comprenderlos.
Pero la cosa no paró ahí, y nuestra indignación primera, que mantenemos, se vio acompañada de otra, absolutamente reprochable al cargo de Podemos injustamente acosado. Éste, pudiendo meramente reivindicar su derecho democrático a ejercer ciudadanía y estar por encima de polémicas de nivel morboso, optó por reivindicar su lejano delito y convertirlo en una baza política. Para lo cual mintió, o engañó o, lo que es peor, se creyó su engaño. Todo también muy alejado de la ética democrática. Argumentó el nuevo portavoz de Podemos Madrid que su antiguo delito se justificaba y no se le podía reprochar porque lo había cometido en “un contexto franquista” (sic). Primero, en 1980, que yo viví con 30 primaveras, Franco llevaba muerto 4 largos años y el contexto, antes al contrario, era de una democracia joven, entusiasta, con aire fresco y ganas de entrar en Europa como una más. Segundo, atracar un banco, no tiene nada que ver con el antifranquismo. Nunca. Es ser un ladrón violento, y punto. Por lo cual la reacción del cargo podemita lo descalifica totalmente como político demócrata. O bien porque estafa intelectualmente, o bien porque intenta estafar, o bien porque se lo cree y no da el nivel, no hay valores democráticos en su ética.
Con la verdad por delante, lucharemos hasta el último aliento para que el ciudadano del que hablamos pueda ejercer todos sus derechos políticos con total libertad y sin acosos, igual que lucharemos para que el pensamiento y la actitud de la persona de la que hablamos sean desenmascarados y no merezcan ser votados por ningún demócrata.