Esta semana quisiéramos ahondar en la muy penosa “anécdota” del derribo y posterior abandono en un vertedero de una gran cruz latina sita aisladamente en lugar público, inequívoco símbolo cultural, por parte de un equipo municipal cumpliendo órdenes de la alcadesa de una pequeña villa cordobesa. Creemos que de ese desagradable hecho se sacan importantes lecciones para nuestra convivencia. Tal vez para comprender el enfoque global y distante de todo visceralismo de este modesto billete no venga de más informar que quien lo firma es pagano practicante y convencido agnóstico.
A nuestro juicio, el tema no es si el hecho es legal o si se han cumplido debidamente los distintos procedimientos reglamentados municipales, regionales, nacionales o europeos. El tema muy significativo es que la alcaldesa ha quedado, y ha actuado, como Cagancho en Almagro y con nulo espíritu democrático. Pueden existir varias buenas razones para desplazar esa cruz, desde estéticas (el crucetón amarillo, a nuestro juicio, era francamente feo e impedía admirar el monumento posterior) hasta técnicas (dicen que producía filtraciones que dañaban la bella iglesia vecina y sus murales) o de orden urbanístico o más. Excelentes motivos para conversar (hasta negociar) con los vecinos de una villa pequeña, con los religiosos de la Iglesia cercana y las monjas del convento cercano la mejor manera de quitar la cruz, posibles reubicaciones, sustituciones de mejora, o lo que sea manifestando respeto a un gran número de los ciudadanos de la Villa, para quienes, legítimamente, esa cruz representaba objeto de respeto y veneración. E igual diría para cualquier otra creencia minoritaria que no buscara el mal de nadie. En vez de eso nuestra inefable alcaldesa decidió burlarse de todos y de toda inteligencia, declarando cumplir con la ¡¡¡¡¡Ley de memoria histórica!!!!!Como Uds. comprenderán si esta ya destructiva Ley obligase a derrumbar todas las cruces que en España campan en plazas y espacio público, no nos dedicaríamos a otra cosa en un lustro, empezando por los magníficos cruceros, orgullo artístico de tantos pueblos. El intento de engaño es de una grosería intolerable. Pero no es lo peor, lo más grave es que la alcaldesa ostentosamente permitió, o instigó a que el derribo de la cruz se hiciese de la manera más irrespetuosa posible, provocadoramente insultante, acabando con la obscena humillación de tirar la cruz en un albañal para ofender a una serie de ciudadanos de la villa que ella dirige. En la base es, cómo poco, una falta de educación aborrecible, y alcanza la ofensa sectaria desde el abuso de poder.
De cómo la falta de educación, y la mala educación, están minando nuestra convivencia democrática hablaremos otro día, pero la lección política es terrible. Un alcalde, como un concejal, elegido en democracia, tiene la obligación primera de mejorar la convivencia en su municipio, de facilitar la cohabitación, el respeto a minorías como a mayorías, evitar la violencia (este derribo es un acto de violencia brutal), el odio, los cainismos, multiplicar el respeto entre quienes cumplen con las leyes, procurar la concordia entre ciudadanos que viven juntos. Eso también es democracia. Tal vez la raíz. Pues bien esta alcaldesa ha demostrado no tener ni idea de lo que es la democracia, de sus valores y de las obligaciones democráticas de su función. Y desgraciadamente eso se da cada vez más, y la ira, la cólera, el irrespeto y el odio van creciendo cual Leviatán totalitario. Me queda por decirles lo peor. Esta alcaldesa fue elegida por más de la mitad de los votos, mayoría absoluta. En democracia también, cada palo debe aguantar su vela.