Dicen que dijo Bismarck que España era el país más fuerte del mundo, porque llevaba siglos intentando autodestruirse sin conseguirlo. Pero ser fuerte no significa ser eterno y observamos, con pesadumbre infinita, que tras haber presenciado eventos como los primeros pasos del hombre en la luna, la caída del muro infame de Berlín, el primer trasplante de corazón o, el surgimiento de internet y la telefonía móvil o el paso del franquismo a la democracia liberal, nuestra generación puede estar asistiendo a la descomposición de España.
Por supuesto que seguirá existiendo una entidad jurídica llamada “España” aún mucho tiempo, ( entre otras razones porque deberá responsabilizarse de sus deudas internacionales), pero no parece que vaya a abarcar la dimensión geográfica actual e histórica, no parece que vaya a abarcar a los ciudadanos españoles y, sobre todo, no parece que consista en una unión de ciudadanos con iguales derechos y libertades (muchos o pocos) , con proyecto común compartido y basado en la solidaridad de los ciudadanos. Es decir el rótulo España no corresponderá a una Nación.
Si bajo la denominación España vale cualquier cosa, entonces no haya cuitas, algo llamado España subsistirá, como recuerdo histórico y como conglomerado de territorios por definir, bastante peleados entre sí y en desigualdad galopante, cual las viejas tribus íberas que citaran Heródoto o Estrabón. Pero esa noción, que
no Nación, de España no nos interesa ni lo más mínimo, ni creemos que pueda interesar al porvenir del resto de los europeos. Para quienes, muy modestamente, luchamos por una España integrada, democrática, de ciudadanos libres, iguales en derechos y libertades, solidarios en un proyecto común compartido, el concepto de territorios compartimentados, en desguace y rivales, ocupados por ciudadanos de muy distinta categoría según razas, idiomas o nivel de riqueza media, supone la desaparición del objetivo de nuestra lucha. Prácticamente su antítesis.
No sabemos a qué tipo de España se referiría el bueno de Bismarck, pero una España integrada por libres iguales y solidarios ha desaparecido. No es
lo más grave, en este momento, sino que lo que está a punto de desaparecer es la posibilidad de reconstruirla. Con la verdad por delante, no creemos que el ya muy fino hilo de esperanza de que se pudiera recomponer la España de los ciudadanos españoles pueda sobrevivir a la suicida y grotesca serie de episodios concatenados que vivimos: indultos -mesa de negociación- cesión a separatistas y filoterroristas- “¿Nación de naciones?” Será el fin irreversible de la ciudadanía española. Decía el Mariscal Kutuzov que para ganar la guerra, sólo importa la última batalla.
Puede que en esa estemos. Y pinta muy mal.