La despedida agosteña de los billetes “más allá de partidismos y coyunturas” va a recoger tres graves circunstancias del entorno socio-político global que debe(ría) condicionar las políticas de Estado de los próximos lustros, con la verdad por delante. Y si ahora citamos tres a la vez es porque opinamos que están muy imbricados, más que relacionados. El primero sería el invierno demográfico que asuela la civilización occidental (más Japón), y muy particularmente a España. Más allá de problemas económicos inmediatos lo que se pone en tela de juicio es la pervivencia de civilizaciones y culturas enteras y su debilitamiento frente a otras, potencialmente depredadoras, que no padecen merma demográfica. No es nuevo en la Historia, como no lo es que siempre provoca mucho sufrimiento. Lo que es nuevo es que ahora nos toca afrontarlo. A nuestro juicio, desde un punto de vista de la gestión política, esto está muy relacionado con las políticas migratorias, de muy difícil y delicada gestión. Sin entrar en profundizaciones impropias de un billete, básicamente se trata de conjugar medidas que ayuden a los problemas económicos del momento (y no es fácil una visión completa coste-beneficio) con una minimización del deterioro de la convivencia derivado del choque interno de civilizaciones. Y, a todo esto, nos parece juicioso ligar lo expuesto con la evolución rápida que están sufriendo los valores fundamentales de la democracia (igualdad, solidaridad, patriotismo, justicia, libertad, violencia legítima, etc…) que sin duda alguna condicionan el invierno demográfico y las migraciones, o su aceptación. Valores que han sufrido recientemente un pendulazo, pero de los que es de temer un contra-pendulazo a la desesperada de resultados inciertos y posiblemente dolorosos. Es lo que se llama la batalla cultural.
Digamos que España, mientras exista en alguna medida, no puede afrontar sola estos problemas estructurales; como poco son problemas continentales, pero sí tiene un par de características que sus gobernantes deberán manejar. Uno, fragilizante, es su posición geográfica, y por ende geoestratégica, clave. España es la frontera sur de Europa más amenazada. Pero otra es un activo importante, y es la hispanidad. España tiene un gran potencial de acogida de inmigración que no plantea, en principio, graves problemas de choque cultural ni dificultades de integración. Los políticos deben saber gestionar esto en el medio plazo.
Es nuestra opinión que en estos ámbitos, hasta ahora, se han llevado políticas contrarias al interés futuro de los españoles, como las lingüísticas, la incapacidad de proteger nuestras fronteras, el derroche en buenismos coyunturales, la permisividad en la creación de guetos, la desprotección social y cultural, las erradas y erráticas políticas de protección de la familia, etc….y, sobre todas las cosas, las catastróficas diecisiete políticas educativas, auténticas armas de destrucción social masivas.
Bien, pues estos son los temas que, junto a las políticas energético-cambio climáticas impuestas o no, insoslayables, junto a la situación nueva de mucha mayor fragilidad e inseguridad frente al terrorismo internacional y sus derivadas y junto al rápido declive de la UE, deberían ocupar a los estadistas españoles de hoy en día. Y éstos deberían explicarnos su importancia sistemáticamente, junto a otros que nuestra parca inteligencia habrá olvidado en estos cuatro billetes de agosto.
Ya sabemos que el respingo fácil es saltar y decir:” ¿Estadistas? De eso no hay”. No es cierto, los hay (pese a la LOGSE) y los conocemos. No están en los Partidos, porque los han expulsado o se han desesperado, y no son efebos, porque se necesita experiencia, pero los hay. En Italia, por ejemplo, supieron encontrar a uno….o unos pocos, con sentido del deber.
Pero bueno, se acabó el recreo y lo que importa es que hemos perdido al inmigrante Messi y hecho emigrar al nativo Ramos. Así que la semana que viene, hablaremos del Gobierno… (In memoriam de los dos Pepe Luis)