Para comprender la dimensión de la derrota militar de Estados Unidos y las potencias de Europa por los talibanes en Afganistán, necesariamente se debe examinar la ubicación geográfica de territorio afgano entre Asia Central y meridional. Un territorio clave para el control de Asia, ubicado en las más estratégicas encrucijadas de las rutas de acceso de China e India a las riquezas de los territorios aledaños a los mares Negro y Caspio. Es la bisagra entre las potencias nucleares de India, Pakistán y China, y desde luego, preponderante para el paso de las rutas de los oleoductos y gasoductos desde las grandes fuentes de energía de Irán, Uzbekistán, Turkmenistán a China e India. Además, paso importante para el desarrollo del comercio de la nueva ruta de la seda que integrar el mercado de China con el resto de Asia y Europa.
También trascendental para las salidas de Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán al océano Indico y vital para los intereses estratragicos de China, Rusia, Irán e India. Por ese mosaico de aspectos estratégicos, el control del territorio afgano ha sido codiciado por todos los imperios y las potencias desde antes de la era cristiana y sigue siendo clave en el tablero de nuevo orden mundial.
La derrota de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, España y aliados como India, Arabia Saudita e Israel, marcan un nuevo escenario en la política internacional. Por un lado, una señal clara del declive del poder de Estados Unidos y de potencias europeas de la OTAN, cuyas tropas abandonaron el territorio afgano con el rabo entre las piernas. Del otro, la victoria de los talibanes y su regreso al poder sale ganador Pakistán y se afianzan más los ascensos de los poderíos de China y Rusia, dentro y fuera de Asia, las dos potencias que le disputan el dominio del mundo a Estados Unidos.
La derrota de Estados Unidos y sus aliados genera nuevos escenarios en el gran juego por el control del mundo. En consecuencia, las “ayudas” que anuncian las potencias europeas a Afganistán son ayudas envenenadas, dado que no se direccionarán a estabilizar al país, sino a buscar defender intereses estratégicos fomentando grupos de resistencias fundamentalistas islámicos.
Estados Unidos y sus aliados moverán sus fichas para generar inestabilidad política, tanto en Afganistán, como en el resto de Asia Central para afectar los intereses estratégicos del eje de China, Rusia e Irán. Sus apuestas políticas se encaminarán a impedir que chinos, rusos e iraníes desarrollen las polìticas energéticas de los gasoductos y los oleoductos y consoliden los proyectos de la nueva ruta de seda en Asia.
No se debe olvidar que la CIA y el Pentágono financian organizaciones fundamentalistas islámicas para defender sus polìticas colonialistas en Asia. Utilizarán las sanciones y las congelaciones de fondos contra el gobierno de los talibanes como mecanismo de presión para defender sus intereses estratégicos.
El regreso de los talibanes al poder estará marcado por otros tres escenarios que serán vitales en los próximos años. El primero, Afganistán como el primer productor mundial de heroína seguirá teniendo un papel determinante en el mercado de las drogas ilícitas, un negocio controlado por fuerzas aliadas de la CIA y el Pentágono, cuyas ganancias ha sido clave para afianzar los intereses de Estados Unidos en Asia y preponderante durante los 20 años de ocupación. De ahí que lo más probable es que ahora utilicen las ganancias de este nefasto negocio para genera más caos con financiaciones de grupos tribales del extremismo islámico. El segundo aspecto, es que tiene las principales reservas de litio del mundo y un gran porcentaje de las riquezas de tierras raras en Asia, dos recursos claves para el dominio de las nuevas tecnologías en el mundo. Amén de las riquezas de cobre, hierro y mercurio. Riquezas que desatarán otra vez las rebatiñas imperiales en cabeza de los estadounidenses.
En conclusión: se avecina un panorama político complejo para el gobierno de los talibanes en Afganistán y otros juegos de intereses imperialistas que pondrán en jaque la frágil estabilidad en el Oriente Próximo y Asia Central. La situación de Afganistán abre nuevos focos de tensiones entre Estados Unidos y China en el estrecho de Malaca y las regiones Indo-Pacífica y el mar del sur de China.