Las últimas encuestas dan vencedores al SPD con un 24%, seguidos de CDU/CSU 21%, Los Verdes 17%, Liberales 13%, Alternativa por Alemania 11% y Die Linke 6%, un 8% votaría a otros y no estaría representado en el Bundestag.
Alternativa por Alemania, que obtendría según las encuestas en torno al 10% de los votos, está descartada para cualquier alianza por los otros cinco partidos, la extrema izquierda (Die Linke), es rechazada por liberales, cristianos y por Alternativa por Alemania, y también hay recelos en Los Verdes. Los Demócrata Cristianos, tampoco parece que estarían dispuestos a entrar en un Gobierno presidido por los socialistas y que ni siquiera sumarían entre ambos la mayoría absoluta.
Entonces con una victoria socialista en minoría, solo quedarían dos salidas: o Gobierno de izquierdas SPD+Die Linke+Los Verdes de Baerbock, o Gobierno de Socialistas, liberales y Verdes.
La opción de que los conservadores estuvieran nuevamente apoyados por los socialdemócratas no es tan descabellada en una Alemania acostumbrada a pactos “posibilistas”. Ya en 2005 ganó Merkel por un punto y 4 escaños y fue Canciller aunque diera la Vicecancillería a los socialistas y un mayor número de ministerios. La historia podría volver a repetirse.
Olaf Scholz candidato socialista es el actual vice-canciller de Alemania y si es considerado como hombre experimentado, y está tratando de sacar partido de los éxitos del Gobierno de Merkel. De hecho ha sido el ganador según las encuestas del debate televisivo a tres bandas entre socialistas, conservadores y verdes.
La campaña electoral acaba de empezar, todos los resultados están muy justos, y son susceptibles de cambios y dar otro escenario posible. Pero la tendencia otorgaría la Cancillería a Scholz, y sus socios de Gobierno es probable que sean Verdes y Liberales, lo que podría suponer el estreno de Los Verdes en el Gobierno.
Todo apunta a que la socialdemocracia alemana podría aventajarse gracias a los éxitos de su contrario, el partido liderado hasta ahora por Angela Merkel.
Pero, ¿Cuál es realmente la herencia económica dejada por Merkel al frente de la Cancillería de Alemania desde 2005? Han sido 16 años de ejercicio en el cargo, con resultados para todas las opiniones. Bajo su mandato se ha atravesado la reciente crisis dejada por la pandemia de la Covid-19, pero también con anterioridad otros periodos para olvidar: la Gran Crisis Financiera del 20089, las crisis de la deuda soberana de la eurozona (2010-2015), la anexión de Crimea por la Federación Rusa en 2014, la crisis de los emigrantes a Europa procedentes del Norte de África y Oriente Medio o, más recientemente, las consecuencias del Brexit (2016-2019).
En el plano económico, se admite en general que su actuación en los asuntos europeos desempeñó un papel de estabilidad durante varios momentos de tensión, como la crisis italiana de 2011 y la griega de 2015. Pero esta estabilidad se ha pagado con una cierta lentitud en la toma de decisiones porque las acciones requeridas iban en contra de la ortodoxia monetaria y fiscal, por lo que la opinión pública alemana y la base electoral de la CDU se opusieron a ello. En cambio, durante la pandemia, la canciller alemana impulsó una rápida respuesta fiscal, que dio lugar al paquete de estímulo de la UE, medida que quiso ser seguida por numeroso estados que no gozaban de la solvencia financiera de los alemanes.
A nivel macro, una de las principales consecuencias de las elecciones va a tener lugar en la la política fiscal. Ninguno de los tres principales partidos propone rebatir las normativas fiscales, algunas de las cuales están plasmadas en la Constitución. Aun así, esto no implica un endurecimiento inmediato con vistas a volver a una situación de superávit. Por el lado del gasto, no hay razones para alejarse significativamente de las tendencias recientes. En este sentido, es conveniente corregir el estereotipo de una Alemania reacia al gasto. Entre 2011 y 2019, el gasto público (excluidos los intereses) aumentó un 3,6% anual, mucho más que en el resto de la eurozona (1,7%). En particular, el gasto en inversión pública creció rápidamente, a un ritmo del 4,0% anual, con lo que la ratio pasó del 1,9% del PIB en 2005, al inicio de la era Merkel, al 2,8% actual (la media europea es del 3,4%).
Las diferencias entre los partidos están más acentuadas en materia de fiscalidad y normativa. Los conservadores no prevén ningún cambio importante. El SPD aboga por un impuesto sobre el patrimonio con un tipo básico del 1%, una reforma del impuesto de sucesiones y de la fiscalidad de las parejas, la creación de un impuesto financiero, a cambio del cual se reducirían los impuestos para los hogares con menos ingresos. Los Verdes, de acuerdo con el SPD en este punto, prevén aumentar el salario mínimo a 12 euros la hora, frente a los 9,5 euros actuales. Hay que tener en cuenta que la aplicación de cualquiera de estas propuestas dependerá del tipo de coalición que se forme y de los compromisos entre sus participantes. En general, parece que la idea de tener una política fiscal más activa, es decir, menos dirigida exclusivamente por las normas fiscales, ha cobrado fuerza.
¿Cómo será la nueva posición de Alemania tras las Elecciones? La próxima coalición heredará una economía que no se ha recuperado totalmente de la crisis del coronavirus. Al inicio de la pandemia, Alemania pudo limitar los efectos más que sus países vecinos al adoptar medidas de confinamiento menos estrictas y gracias a su exposición más limitada a los sectores más afectados (por ejemplo, el turismo). En su momento, la Canciller fue elogiada por su gestión de la primera ola de contagios. En consecuencia, el repunte de la actividad que se produjo automáticamente cuando se levantaron las restricciones fue más débil.
Los buenos resultados de Alemania no se han mantenido. Las sucesivas oleadas de contagios trajeron nuevas restricciones a principios de 2021, retrasando la recuperación. En el segundo trimestre de 2021, el PIB real alemán estaba 3,3 puntos por debajo de su nivel anterior a la pandemia (cuarto trimestre de 2019), la misma brecha que en Francia y aproximadamente la misma que en Italia (3,8 puntos). Aunque la demanda mundial de bienes es notablemente sólida, lo que debería haber beneficiado a una potencia industrial como Alemania, las limitaciones de la oferta han sido y siguen siendo predominantes. El problema es tan agudo que la producción industrial está actualmente más deprimida en Alemania que en el resto de Europa. Está 5 puntos por debajo de su nivel anterior a la crisis, mientras que la brecha casi se ha tapado a nivel de la eurozona gracias a las ganancias en la producción de equipos informáticos y farmacéuticos.
Alemania sufre claramente su sobreexposición a la industria del automóvil, que está 25 puntos por debajo de lo normal. La causa evidente es la escasez de componentes electrónicos, un problema mundial. Hay que señalar que el descenso de la actividad automovilística en Alemania no comenzó con la pandemia. En los últimos tres años se ha producido una sucesión de impactos negativos, a primera vista temporales, en forma de nuevas regulaciones medioambientales, fricciones comerciales y ahora la escasez de chips semiconductores. Es evidente que esto no implica la desindustrialización de la economía alemana, pero es cierto que la ventaja en términos de costes laborales que tenía el país cuando se creó el euro y durante unos quince años ha desaparecido prácticamente. El nivel de los costes laborales unitarios es ahora sólo marginalmente inferior en Alemania que en el resto de la zona euro.
A largo plazo, esto puede reducir el impulso de la industria y desplazar la estructura de producción más hacia el mercado local y menos hacia la exportación.
A corto plazo, la recuperación seguirá limitada por la debilidad del sector del automóvil, pero los demás sectores de servicios compensarán con creces esta desventaja. Con un mercado laboral que muestra sólidas intenciones de contratación, el nivel de actividad anterior a la pandemia debería superarse antes de finales de 2021. En 2022, se espera que la economía alemana se beneficie de la desaparición progresiva de los cuellos de botella de la producción. En consecuencia, los analistas prevén, a diferencia de otras economías desarrolladas, un crecimiento más fuerte en 2022 que en 2021, del orden del 3,5% y del 5% respectivamente.
En cuanto a la inflación, la visión está sesgada en parte por el aumento de los tipos del IVA en enero (corrigiendo un recorte equivalente en el segundo semestre de 2020). En julio pasado, según el índice de precios armonizado de Eurostat, la tasa de inflación fue del 3,1% en un año, pero excluyendo el efecto del IVA, sólo del 1,3%. Teniendo en cuenta los efectos de base, la inflación seguirá aumentando en el segundo semestre de 2021, con un pico que podría alcanzar o superar el 4% interanual, antes de una caída en enero de 2022. Hay una presión considerable sobre los precios de algunos productos, que puede transmitirse a lo largo del tiempo en parte de la cadena de precios, pero en este momento el aumento de la inflación parece técnico y temporal.
Algunos analistas podrían poner el grito en el cielo y culpar una vez más al BCE por su laxitud, pero la realidad es que la inflación subyacente parece estable. El riesgo al alza podría provenir de la solidez de los precios de la vivienda (+9,4% interanual en el primer trimestre de 2021), aunque el índice de los alquileres no muestra por el momento signos de una fuerte aceleración. Por otro lado, no hay presiones salariales. Antes de la crisis, los salarios negociados aumentaban a un ritmo del 2-3% anual, pero esta tasa cayó al 1,4% en el primer semestre de 2021.
Ni que decir tiene que, en comparación con España., los riesgos inflacionarios están aparentemente controlados.
En resumen, a pesar de la importante disrupción en el sector del automóvil y de un choque de precios específico (el IVA), la economía alemana sigue recuperándose a buen ritmo, mucho mejor que el de cualquiera otra economía de la zona Euro.
Esperemos que, en términos económicos, los resultados de las Elecciones Generales alemanas del 26 de septiembre no traigan grandes cambios sino un mantenimiento del rumbo de recuperación.