Acaba de decir el Excmo. Ministro Escrivá, la semana pasada, que España necesitará mucha inmigración para mantener el nivel “de ocupación”. Don José Luis es, a juicio de este modesto plumilla y si no le ofende, un hacha con las cifras y uno de los mejores Ministros técnicos, si no el mejor, del presente Gobierno Español. Por ello es interesante ver su visión del mercado de trabajo en nuestra patria. Su visión del futuro de la oferta de trabajo, que provocará rechazo o discrepancias en quienes estudian y lamentan el terrible derrumbe demográfico de España desde un punto de vista cultural y civilizatorio, o incluso entre los que introducen en el análisis coste-beneficio los crecientes e imparables costos de la integración (gastos en cohesión, seguridad, sistemas públicos, riesgos geopolíticos, etc…) es, a nuestro juicio, puramente contable e inercial. Queremos decir que hace números a futuro contando que, más o menos, la dinámica económica española seguirá como hasta ahora, así como sus condicionantes externos, y contabiliza, sencilla y globalmente, horas de trabajo necesarias previsibles en el futuro. ¿Por sectores? Tal vez. Siendo esta visión debatible nos preocupa que soslaye el problema del futuro inmediato o a corto plazo.
Como hemos dicho a menudo, el gran cáncer estructural de España es el paro colosal, sin parangón, con sus horribles características de cebarse en la larga duración y en los jóvenes sin cualificar. El objetivo a abatir número uno. En ese sentido, nuestros Ministros, todos y no sólo los del ramo, deben inclinarse sobre el problema de por qué recibimos un gran volumen de inmigrantes no cualificados teniendo como tenemos ingentes legiones de parados, sobre todo jóvenes, con poca o nula cualificación. No sabemos seguro si el Señor Escrivá acierta previendo el futuro, pero es evidente que hoy en día muchos inmigrantes sin preparación ocupan vacantes que bien podrían ocupar ciudadanos residentes en España. (Hostelería, construcción, faenas agrícolas, asistencia doméstica, etc…). El problema no es de necesidades de personas para la “ocupación”, sino de que sobran personas capaces para ocupar ciertas vacantes. Especifiquemos que estamos mentando el trabajo emergido y legal; abrir el odioso melón de la economía sumergida nos llevaría demasiado espacio.
Y, por supuesto, para nada creemos en ese mantra racista que pretendería decir que los inmigrantes desplazan a nuestros parados, jóvenes o no, del trabajo que bien quisieran tener. No conocemos ni un solo caso. Ni una sola queja. Sencillamente los pequeños empresarios y autónomos contratan a quién se presenta y cumple mejor su cometido, dentro de la legalidad. Y no vemos que haya rivalidad. Sencillamente parece haber sectores o trabajos a los que no acuden los españoles.
El problema es complejo y tiene, sin duda, aspectos culturales y educativos, pero es incuestionable que también responde a políticas de incentivación, de regulación del estado de bienestar solidario, de fomento de la movilidad y gestión del desempleo, entre otras políticas del mercado de trabajo. Creemos que en España, la nula eficiencia de las oficinas públicas de empleo, el nulo control de las ayudas frente al rechazo de vacantes por los parados, la nula vinculación entre la formación y el (re)ingreso en actividad laboral, así como los gigantescos obstáculos a la movilidad, por citar algunos ejemplos, son responsables de necesidades de inmigrantes “ocupacionales” que no reducen el paro.
Y eso nos llevaría a un tema mucho más trascendente y medular para una sociedad. Conviene diferenciar entre un estado de bienestar solidario, indispensable, potente y eficaz en su deber de cohesionar a los ciudadanos y un estado de votantes asistidos. Porque una sociedad cohesionada puede y debe ser una sociedad de hombres libres, pero una sociedad de personas asistidas y dependientes puede conducir a la esclavitud moral. Como diría Kipling, es una historia para otro día…