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NO HAY POSICIONES COMPACTAS ENTRE LOS INDEPENDENTISTAS

La muerte del Procés

La muerte del Procés
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· El resultado electoral de las municipales en Cataluña confirma lo que reputados analistas y politólogos han ido vaticinando en los últimos meses: el estancamiento del desafío separatista

viernes 23 de junio de 2023, 08:09h
El PSC domina en tres de las cuatro capitales y ejerce el control de urbes de peso como Sabadell, Reus y Hospitalet de Llobregat. De la misma manera, el PP ha logrado recuperar Badalona con mayoría absoluta y administra Castelldefels. El independentismo sólo logra retener Girona mediante una alianza interesada que impide a la socialista Paneque hacerse con la vara consistorial. El pueril y fútil enojo de Xavier Trías, despojado de la alcaldía de Barcelona en beneficio de Jaume Collboni, es representativo de la situación de impasse en la que se encuentra el movimiento independentista. Aquel levantamiento que consiguió agrietar la muralla constitucional en otoño de 2017 navega como barco sin rumbo y, parafraseando a Joaquín Sabina, “desafiando el oleaje sin timón ni timonel”.

La figura mesiánica de Carles Puigdemont queda desdibujada en un chalet de la localidad bruselense de Waterloo. El ex mandatario juega un papel circunstancial, ambiciona ejercer de deus ex machina pero la lejanía física y los juegos de poder internos a JxCat le condenan a un inevitable arrinconamiento. No engañen los gestos de pleitesía de Anna Erra, que recién nombrada presidenta del Parlament se desplazó a tierras belgas. El fugado precisa de una atención mediática que ni está ni se la espera, con la debida excepción de su periplo judicial.

¿Pero cuándo se jodió el denominado procés? Las opiniones son discordantes. Una estrecha colaboradora del eurodiputado afirma que “todo saltó por los aires el dos de octubre (de 2017, NdA)… Las traiciones fueron inmediatas y los intereses de partido se impusieron a cualquier objetivo común”. La animadversión entre Oriol Junqueras y Puigdemont siempre fue un secreto a voces. Un diputado republicano precisa que “no hubo nunca empatía (…), además desde ERC se aceptó conformar JxSí a regañadientes”.

Un ex miembro del Secretariado Nacional de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) confirma “la encerrona que se fabricó” para que “Junqueras no se bajara del carro” y “aceptara concurrir a las elecciones de septiembre de 2015” bajo la mencionada sigla. Artur Mas, Jordi Sánchez y la difunta Muriel Casals, entonces presidenta de Òmnium Cultural (OC) “no dejaron espacio de maniobra, o ERC se sumaba al proyecto o le crucificaban como traidor”.

El desafío independentista se presentó a los bloque de salida luciendo los vistosos maillots de las Díadas del 11 de septiembre, pero cojo y marcado por el rencor y antipatías que sólo fueron a más. A la mencionada enemistad entre los principales líder políticos cabe añadir las desconfianzas mutuas de los referentes sociales.

El responsable de la propaganda internacional de la ANC desde 2016 hasta 2018 detalla como “el momento álgido, el de absoluta compenetración” entre la Asamblea y ÒC “queda reducido a la fase de preparación”. Casals y (Carme, NdA) Forcadell “transmitían confianza y respeto mutuo”. Una coyuntura “totalmente antagónica a la que protagonizaron Elisenda Paluzie o Jordi Cuixart, enemistados desde el primer momento”. La economista y actual vicepresidenta de UNPO, cuyo mandato sobresalió por “los tonos bruscos, el caciquismo y actitudes despóticas”, tampoco hizo buenas migas con Marcel Mauri, el número 2 de ÒC. “El nerviosismo era constante, los egos se imponían obstaculizando cualquier actuación conjunta” señala un ex asalariado de la plataforma que define a la ejecutiva como “esclavista y despótica”. La tan decantada revolución de las sonrisas maquillaba sus caries con desfiles multitudinarios, pero el esmalte quedaba dañado.

A nivel político las tiranteces alcanzaron su cénit a raíz de la fuga de Puigdemont y de otros consejeros. La decisión de Junqueras de quedarse en España y hacer frente a las responsabilidades penales hizo implosionar una estrategia pactada de antemano y que preveía, según el historiados Agustí Colomines, “la creación de un gobierno en el exilio y una actuación conjunta de todos los implicados”.

Las lógicas de poder también condicionaron las relaciones entre los líderes de JxCat. Los anhelos de libertad de Quim Forn, Jordi Turull y Josep Rull, presos en la cárcel de Lledoners, incomodaban en Waterloo. Los partidarios de la estrategia “cuanto peor, mejor” trataron de boicotear cualquier solicitud de indulto. Como explica un asesor de Puigdemont, “no podíamos permitirnos el lujo de otorgar ninguna pizca de magnanimidad al Gobierno de España, jugaba en nuestra contra”.

El contexto actual se parece más a un capítulo de Juego de Tronos que Doctor en Alaska. La ANC está completamente dividida y facciones internas luchan por el control del grupo de presión. Las relaciones con ÒC siguen en dique seco y la propuesta de una cuarta lista desnaturaliza “los principios fundacionales de la Asamblea, la ideología debe quedarse al margen”. Palabras de un ex dirigente que reconoce “la imposibilidad de revertir la situación, no supimos aprovechar el momento”.

Asimismo, la salida de JxCat del Gobierno regional en octubre de 2022 contribuye a soliviantar las tensiones internas al partido. La corriente afín a Laura Borrás, sentenciada por los delitos de prevaricación y falsedad documental, se enfrenta al sector más posibilista capitaneado por Jaume Giró. Circunstancia que obliga a Jordi Turull a realizar dificultosos malabarismos y ocultar las disfunciones internas con soflamas inútiles y desatinados.

Tampoco en ERC la situación parece idílica y la apariencia de formación compacta y amazacotada dista mucho de la realidad. Aragonés debe lidiar con las injerencias suizas de Marta Rovira y Junqueras no está dispuesto a estirar el collar. Las investigaciones de la Guardia Civil que sitúan a dirigentes en la cúpula de Tsunami Democràtic dificultan el quehacer desde Plaza de Sant Jaume.

Y mientras tanto se abren camino movimientos racistas y xenófobos como Aliança Catalana o Som Identitaris, liderados por los polémicos Silvia Orriols y Josep Anglada. Ulteriores ingredientes de un coctel potencialmente explosivo y que es necesario desactivar mediante políticas oportunas y aprendiendo del pasado. El procés ha muerto, no contribuyamos a resucitarlo.

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