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Las eventuales consecuencias del regreso de Donald Trump

Las eventuales consecuencias del regreso de Donald Trump
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· En una publicación anterior explicamos las razones que subyacen el retorno del magnate neoyorkino

domingo 04 de febrero de 2024, 10:09h
Al hilo de los resultados de las primarias republicanas en Iowa y New Hampshire se refuerza la plausible hipótesis de un segundo mandato en la Casa Blanca pese a los numerosos procedimientos legales e imputaciones. Por lo tanto, imaginar las eventuales derivadas de una nueva administración Trump no responde a un ejercicio de política ficción, sino a una ardua tarea para todo analista y estudioso de geopolítica. Aunque sea tarea enrevesada adivinar cuáles podrían ser las medidas draconianas que implementará una vez regresado a Washington, la opinión dominante en estos momentos tan convulsos es que una victoria republicana en noviembre – acompañada de una mayoría del partido del elefante en el Congreso – daría lugar a una presidencia menos improvisada, con una mayor cohesión interna y no tan condicionada por los tradicionales checks and balances del sistema político y administrativo estadounidense como la Corte Suprema. Indudablemente Trump desahogaría toda su furia en los adversarios políticos y en el vituperado deep state que, según los votantes más radicalizados, habría adulterado su primer mandato.

El eslogan America first acuñado hace ocho años condicionará las política públicas. Desde la vertiente comercial se prevé una imposición arancelaria de más del 10% en todas las importaciones. El autodenominado tariff man quiere incrementar tal porcentaje hasta el 60% por todas las mercancías fabricadas en China. Medidas unilaterales que ya se habían utilizado en el anterior mandato, pero no tan drásticamente contra socios y aliados históricos como la Unión Europea (UE). El sistema comunitario, que entonces adoptó una serie de contramedidas luego arrinconadas con la victoria de Biden, no oculta su inquietud.

Trump en numerosas ocasiones ha restado validez a las teorías del cambio climático y en estos primeros meses de campaña electoral se comprometió a eliminar el reduccionismo inflacionario adoptado por Biden. Con estas premisas no sorprenderían medidas dirigidas a sustituir las políticas energéticas y medioambientales, con graves consecuencias a nivel internacional. El Green Deal europeo perdería trascendencia y las cumbres anuales (COP) que realiza la Convención Marco de Naciones Unidas no progresarían adecuadamente.

La cuestión migratoria es otro tema candente. En sus discursos electorales el tycoon asume tonos casi bélicos contra los centenares de miles de desesperados que intentan cruzar la frontera con México. Un léxico que está siendo adoptado por otros mandatarios europeos. Trump, defensor de la estrafalaria teoría de la sustitución, quiere liderar “la mayor operación de deportación interna de la historia de Estados Unidos”. También peligran el estado de derecho y la independencia del sector judicial.

Resulta incomprensible que Trump siga recibiendo el apoyo de decenas de millones de electores. Estudios académicos relacionan la actual polarización social con la grave crisis económica de 2008. La debacle financiera socavó una narrativa bondadosa de la globalización y reforzó posturas más reaccionarias y proteccionistas que han alimentado el racismo y la xenofobia. Inteligentemente, Trump aprovechó la situación hasta convertirse en el adalid de una clase media con ingresos estancados y golpeada por una fiscalidad progresiva. Sus mensajes capturan la imaginación y alimentan la inquina hacia inmigrantes “parásitos que deben ser erradicados”.

Los tonos agrios y despóticos que suele utilizar también perjudicarían el debate político. No es un misterio que externalice sus simpatías hacia autócratas y los denominados “hombres fuertes”. Esto repercutiría también sobre la imagen y la credibilidad general del hemisferio occidental y haría peligrar incluso el último acuerdo vigente sobre el control de los arsenales estratégicos, New Start, que Obama negoción con Moscú y ha sido prorrogado por el actual mandatario demócrata. En los peores de los escenarios dejaría de tener vigencia a finales de 2025.

No es baladí que determinados actores internacionales estén recalibrando sus estrategias a la espera de una victoria del frente republicano. Vladimir Putin no frenará los bombardeos y ataques militares contra Ucrania. En menos de un año el escenario geoestratégico podría resultarle mucho más favorable; Trump nunca ha condenado abiertamente la invasión rusa y tampoco expresado su apoyo a Kiev. Surfeando la ola populista contraria a una implicación directa, el neoyorkino alardeó de “poner fin en menos de 24 horas al conflicto”. Y el mismo Benjamín Netanyahu optaría por ampliar las incursiones militares en Gaza al estar convencido de recibir el apoyo y la comprensión de la Casa Blanca.

Europa una vez más se encontraría a la merced de los vaivenes de las grandes superpotencias. El riesgo de una guerra comercial entre ambos lados del Atlántico inquieta a los capitostes bruselenses. Pero la gran preocupación es sin lugar a duda la continuidad de la OTAN. En la página Web oficial del candidato republicano se pide “un reexamen fundamental del significado” de la Alianza del Atlántico Norte. El mismo Trump definió el acuerdo como “obsoleto” y “sustancialmente desfavorable” para los intereses estadounidenses “ya que todos ellos nos deben millones”, afirmó el pasado mes de octubre.

En 2018 muchos temían una retirada unilateral de Washington y se llevó a cabo una repartición de los costes operativos y un aumento de los presupuestos de los socios europeos. Desde el prisma jurídico no hay ninguna garantía. Según la investigadora Kristin Kobes la magna carta exige que el Senado ratifique tratados internacionales, pero no hay procedimiento para salir de ellos. El riesgo de un repliegue militar de la Alianza y de bases europeas parece destinado a aumentar haciendo peligrar el mensaje disuasorio de la OTAN.

En julio de 2024 se celebrará el 75º aniversario del Acuerdo en Washington y Stoltenberg dejará paso a un nuevo secretario general. Los republicanos nominarán oficialmente su candidato a mediados de mes y en Europa se habrán celebrado elecciones a nivel comunitario y en el Reino Unido. Todo está por decidir, y es importante que en el viejo continente se refuercen las iniciativas en el ámbito de la seguridad y defensa. Una retirada de EE.UU. podría ocasionarse también con un segundo mandato de Biden, tal vez impuesta por una crisis financiera global o nuevas prioridades.

Más que bendecirlos, Dios debería salvar a Estados Unidos… y a unos cuantos más.

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