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El coste y el precio de lo que más vale

El coste y el precio de lo que más vale
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· Por Fernando Tomé, profesor y doctor en Economía de la Universidad Nebrija

viernes 29 de marzo de 2024, 12:23h
Si nos empeñamos, le podríamos poner precio a todo. Se hace hasta estimando el coste de la pérdida de una vida, pero es horrible y al hacerlo comprendemos lo innecesario y hasta indeseable que puede ser, aunque a veces no quede otra opción que calcularlo, con perdón. ¿Para qué nos sirve el precio de una mirada cómplice o el de la sonrisa de tu hijo, si eso nunca reflejará lo que vale ni se vende? Absurdo. Aun así y sin entrar en el dicho del necio, el valor y el precio, merece la pena dedicarle unos minutos a conocer el coste, el precio y el controvertido valor de algo que tampoco suele gustar tarificar, la salud. Si se atreven, tiene sorpresa.

Estar sano es solo un estado pasajero. Hagamos lo que hagamos y en el mejor de los casos, necesitaremos asistencia sanitaria toda la vida. Prácticamente todos los vivos nacimos con alguien que asistía a nuestra madre en el parto, muchos en el hospital y casi todos cerraremos la persiana de la vida aliviados o amparados en algún sistema asistencial sanitario que mitigue al máximo el final de nuestra historia. El ser humano más sano del mundo, con la mejor herencia genética y residente en una cueva eremita, no gozará de salud eterna y muchas veces, lejos de perenne, sentimos la salud como una situación efímera. De acuerdo en la obviedad, acordemos también que el servicio sanitario siempre tiene un coste. Hacerse una radiografía para empastarse y aliviar un dolor de muelas no es gratis. Es un tema que no gusta mucho, pero la máquina de rayos hay que pagarla y el dentista cobra. Que la atención sanitaria tiene coste es evidente.

En pocas ocasiones sabemos el precio del servicio sanitario. No estamos muy acostumbrados por ahora, pero poco a poco vamos conociendo lo que cuesta “ir al médico”, sobre todo si pagamos directamente por ello. Las administraciones públicas nos lo van contando, los copagos y las cuotas a los seguros privados nos lo descubren y hasta algunos servicios que tradicionalmente pagamos directamente a la clínica ¿Recuerda el precio de arreglar y empastar esa muela que le mataba de dolor? El precio.

De acuerdo en que hay coste y precio. Lo complejo es lograr consenso en la cifra que determina el valor de arreglar esa muela. Cada hora pagaríamos más para que nos la arreglen, porque duele más, pero el coste del empaste y la tarifa o precio del dentista no cambia cada hora ni a medida que sube el dolor. Menos mal. El valor es cambiante, personal, de imposible fijación constante. El mismo litro de agua que salva al sediento que llega del desierto acaba con la vida del que lleva bebiendo agua por castigo y en exceso. Pero el precio del litro y su coste no cambia apenas.

Un español medio, con la salud media y todos los patrones medios que le pongamos, incurre en un gasto o supone un coste sanitario anual de aproximadamente 2.100 euros. Lo afrontemos a través de pagos por la seguridad social, lo asumamos como pago directo a quien nos atiende, como cuota del seguro privado o cualquier otra manera de satisfacerlo, la salud nos cuesta un mes de sueldo medio cada año. Y eso si no nos salimos de la media de los normalmente sanos. A poco que pensemos en aquellos meses complicados de consultas extras, pruebas, ortodoncias, o diagnósticos “no cubiertos”, que nos obligaron a rascarnos el bolsillo, entendemos que estos 2.100 euros se quedan cortos sin demasiada complicación. Ya tenemos el coste, sin entrar en detalles técnicos.

Automáticamente apartamos en la mente 200 euros del sueldo mensual y echamos números. No entremos en si es suficiente. Siempre será poco y nunca ganaremos. Ni en compararlo con otros países, que la intención es mucho más sencilla. Asumamos si es que podemos, que desde el nacimiento y durante los siguientes 1000 meses, hasta cumplir más de 80 años, supondremos un coste de 200 euros en nuestra salud. Y echando cuentas simples, sin pretensiones de rigor, asumiendo la burda aproximación y solo por conocimiento general, se nos van 160.000 euros de hoy en sanidad y cuidado de la salud, a lo largo de la vida. Lo curioso es que se nos van en resistirnos a que la vida no se nos vaya, aunque inexorablemente se nos irá. Y todo esto si las cosas no se salen de lo común del español medio.

Y a partir de aquí permítanse compararlo con lo que ya lo están haciendo o con lo que les apetezca y ponerle precio. Es como la hipoteca que les queda por pagar, mayor que el precio del apartamento en la montaña, casi como el coche de ese futbolista caprichoso, o calculamos el número de sueldos brutos anuales que necesitamos como español común para llegar a esos 160.000 euros. En concreto, el español medio tendrá que trabajar 7 u 8 años para lograrlo. Todo vale, porque como es salud y con eso no se negocia, lo podemos comparar con lo que sea, que lo otro siempre valdrá menos. De repente, se nos olvida lo difícil que es entender el concepto de fijo discontinuo o se hace pequeño el problema con el vecino, etc. Todo se hace irrelevante y la salud domina nuestro pensamiento. El precio es mayor o igual que 160.000 euros, pero habría que bucear a fondo para calcularlo y empieza a parecernos un esfuerzo no muy útil, que nos van regalando sin pedirlo, poco a poco. Lo sabremos sin querer y pronto.

No voy a explicar nada más porque no es necesario. A partir de aquí cada uno manejará mentalmente sus 160.000 euros como quiera. Optará por olvidarlos, pensará que son el cálculo de un economista de esos que siempre exageran, tratará de comparar el coste con el precio de lo que ha realmente ha usado y quizá el valor total de su salud en la vida, aunque creo que esto no. Y hasta podríamos desglosar las áreas del cuerpo a las que se destinan esos 160.000 euros. Si lo hacemos, llegamos a mi intención final y a la pequeña sorpresa. Solo el 6 % va a salud mental.

La salud mental abre decenas de artículos mucho mejores que este a diario. No la mencioné para abrir este texto, justamente por hartazgo y salud mental. Aun así y siendo tema actual, es un lujo al alcance de muy pocos. Sobrevivimos con un tercio de psicólogos por cada mil habitantes, comparados con nuestros socios europeos. 6 frente a 18 por cada mil habitantes y no hay manera de gestionar el tiempo de espera o el coste de la vía privada, sin poner en riesgo la salud mental que precisamente se busca mejorar. Una carrera de larga distancia, para poder empezar la carrera real y con un nivel de cansancio cada vez mayor.

Sí. Solo el 6 % del gasto sanitario en España se destina a la salud mental y son meses de espera o cientos de euros mensuales, si es que puedes. El tiempo para recibir atención pública de psicología o psiquiatría o el coste privado como alternativa, rompen con todo razonamiento, lógica, cálculo económico o explicación válida. No es crítica política, es descripción de la realidad alarmante de la inaccesibilidad a los servicios de salud mental. La confederación de salud mental de España estima que el 50% de los pacientes recibe un tratamiento erróneo o no recibe ninguno, cuando lo necesitan.

Bienvenida sea la libertad de hablar del tema con menos miedos, pero entendamos tres cosas que acompañan a la salud mental. Tiene coste, que a veces incluye un tiempo ya agotado, otras un sorprendente tiempo extra, pero no siempre y es una tarea especializada, de alto riesgo si no se atiende bien. Alto coste.

Tiene precio, con una horquilla desde los 50 a los 120 euros, sin pretender más que mostrar el resultado de unas cuantas llamadas y consultas a webs, sin valor de análisis. A sesión por semana, devora salarios.

Y lo más importante, tiene valor. Efectivamente, tiene valor, pero no lo voy a poner en cifras. No lo haré porque “solo el necio confunde el valor con el precio”. Hala, ya lo he dicho.

Salud mental más accesible, por favor. Lo vale, no da para pagar el precio y cuesta, vaya si cuesta.

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