En el momento en el que se escuchan ciertas frases hay que estar alerta: “esto de lo que Vd habla (normalmente un profesional cualificado en lo suyo y contratado por la comunidad) yo no sé nada, pero mi opinión es…”. Otra: “esto del ascensor (o los aspersores del jardín, o los buzones) es como un coche…” Cuando algún vecino replica que “vale, pero no es un coche” ya se lía.
Me sobreviene un pensamiento en estos casos: pobre yerno, pobre cuñado.
Comentaba todo esto con mi amigo Arturo, en la barra del bar. Tiene una gestoría, hace muchas declaraciones de renta a gentes de toda edad, también lleva las cuentas de autónomos y pequeñas empresas y tiene una visión del ser humano no muy esperanzada pero real.
En esa atmósfera me confió: “hay que tener cuidado. Se adelanta la edad en la que muchos se vuelven gilipollas”. No menciono la edad por respeto a quien me pueda leer y también a mi mismo, pero no estaba muy allá.
No lo hacía el señor por insultar, así en general, sino por advertir que los hay que con la edad van adquiriendo rigidez en todos los músculos, y por supuesto en la mente así como una seguridad en si mismos de que todo está hecho y no queda nada por hacer. A partir de ahí algunos se lanzan a decisiones temerarias (incluso inversiones) que salen (y solo podían salir) mal.
Asustado me quedé por la cercanía en la que cifraba la edad de entrada en esa gilipollez no deseada y empecé a preguntarle qué hacer para retrasar al máximo ese advenimiento. En su opinión, hay que ir en contra de lo que nos traen estos tiempos líquidos que lo encharcan todo.
Aprendemos a vivir sin contratos de nada a largo plazo, sin compromisos, no se lee, todo son videos de esos de 30 segundos, aguantamos retrasos sin límite con los trenes (porque nos dicen que son low cost), contratos de trabajo con nombres imposibles para evitar el que sean fijos, promesas de subvención…
Con ello los proyectos se extinguen, las dudas y el darle vueltas a algo no hace falta; ya nos lo dan pensado. Lo que importa es lo inmediato, y recibir como opinión las perogrulladas de los cantamañanas, bobos que no han olido pan de tahona y que se manejan bien con lo de “sosteneibol”.
Se han dado cuenta que lo que se ficciona funciona mejor: las noticias, los tiempos y hasta la verdad. Porque no queremos información, queremos que nos diviertan.
Con esta narcolepsia extendida somos capaces de tragarnos cualquier subida de impuestos, corrupción desvergonzada, apagones nacionales, ausencia de líderes de opinión en puestos de relevancia…
Y es verdad. No se reacciona.
Le hice preguntas necesarias:
- ¿Y qué puedo hacer para quedarme fuera de eso?. El me preguntó a su vez a mí:
- Tienes algún proyecto?. Claro, le dije.
- Estas perplejo ante lo que ves?. Claro, casi ante todo.
- Tienes dudas?. Casi de todo. Hasta que me muera, yo creo
Amigo, estás salvado.