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Camino

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· Todo camino requiere su tiempo y todo tiempo posibilita un camino, de cada uno depende el acierto en cuadrarlos

domingo 05 de octubre de 2025, 09:42h
La lección y el conocimiento que de ella dimana a veces avanza por una estrecha lateral callejuela inesperada, lejos de las grandes y amplias avenidas. Eso sí, siempre para tener garantía de verdad, el callejón precisa tener doble sentido, nunca puede ser una calle cerrada y sin otra salida que la misma entrada; pues en el caso del doble acceso al recorrerla por vez primera, con independencia de la dirección elegida para abordarla, el nuevo saber es fijo y no cabe que la certeza de las consecuencias que se desprendan de la izquierda y de la derecha dependan de los puntos cardinales que tengamos colocados a nuestra espalda en los extremos del sentido de la marcha.

Muchas veces lo inmenso tiene su origen en lo pequeño, como el tremendo y devastador incendio que nace de una diminuta chispa. Para ser un poco profesor basta al finalizar cada día aleccionarse un poco uno a sí mismo. Sin dejar nunca de tener en cuenta a los demás, no pensar directamente para los ajenos, mejor ser sencillamente un pensador que piensa en primer lugar sobre uno mismo, con el fin de hacerse un poco más útil cada día para los demás.

Lo digo básicamente porque en el recorrido del camino en más de una ocasión nos sale a nuestro encuentro la trascendencia y no queda otra que enfrentarla con alegre perspicacia, y en más de una ocasión toca elegir y, por tanto al tener que rechazar, se presentan dudas.

La trascendencia no niego que a veces dependa de la dimensión o de la importancia que le demos al tamaño, solo afirmo que siempre varía en función de la oportunidad dado que de esta dependen las inmediatas consecuencias, lo que me recuerda el caso de un insigne escritor alemán (de todos es conocido lo cuadriculados que son, los germanos no los escritores) que ya totalmente extendido por su cuerpo el fulminante cáncer que en él habitaba se negó por tener gluten a tomar la hostia consagrada que le ofrecía el sacerdote en el lecho de su muerte, y todo porque el médico le había diagnosticado muchos años antes que era celíaco y de sobra se sabe que tal elemento no es aconsejable para quien padece tal enfermedad.

Difícil problema elegir entre presente y futuro, renunciar a disfrutarlo hoy con la esperanza de tener mayor disfrute mañana. No hay otra, para ser un obstinado optimista en el futuro hay que ser muy crítico, prudente y cauto con el presente, lo que en esta ocasión a su vez me recuerda a un desconocido escritor español aunque de distinguida prosapia y a punto de ser viudo, por estar ya totalmente consumido el cuerpo de su mujer por un tumor, que cuando en su lecho de muerte ella le preguntó ¿Para qué descanse en paz, dime la verdad cariño, alguna vez me fuiste infiel? Él contundente respondió ¡Sí, claro! ¿Y si al final no te mueres?

Andando el camino es frecuente encontrarte con otros hombres, unos van en tu misma dirección y al adelantarlos o cuando te adelantan ellos a ti les ves el perfil, y otros vienen hacia ti desde la dirección contraria y en este caso los ves de frente, pero eso es totalmente indiferente, al igual que debe traerte al pairo que uno sea un cartesiano alemán y el otro un espontáneo español, lo que importa es desvelar pronto y conocer si ambos estáis fabricados con la misma espiritual esencia, lo que es fácil de esclarecer, pues para ello basta verificar que los pensamientos cuando se intercambian mediante una serena comunicación a ninguno de los dos le son completamente incomprensibles los del otro.

Todo indicador o signo de la obsolescencia de las cosas externas con las que te has acompañado durante el camino es solo y mera muestra de una cosa, la irrefutable prueba de la acumulación a tu espalda de los kilómetros ya recorridos.

El secreto del acierto está en saberte bien responder ¿Cuándo y a dónde desplazarte? Buenos días caminante ¿De dónde vienes? De un lugar con muchas normas. Y ¿A dónde vas? A un sitio con muchas leyes. ¿Y dónde está la diferencia? Que donde voy las que están vigentes, aunque mucho en ello me empeñe, por edad ya no las puedo violar.

Para calificar definitivamente a quien te encuentres en el trayecto espera a llegar a un cruce donde acontezca la separación para siempre y desde ese momento cada uno siga por su lado, entonces en tu memoria archívalo en la carpeta de amigo, con minúscula, si la experiencia compartida te ha servido para reducir un tanto la perfectibilidad de tu ánimo.

Observa si tu opinión varía de cuando estás andando a cuando estás parado, si así es en tal caso concluye que ninguna de ellas vale para siempre; probablemente si sigues caminando tras una curva cerrada tendrás la sorpresa de chocar abruptamente con una tercera opinión, en cuanto a su validez, de similar recorrido a las dos anteriores.

El conjunto integrado exclusivamente por los seres perfectos absolutamente en todo, al no quedar ninguna posibilidad de mejora, se caracteriza porque obviamente todos ellos comparten la misma opinión, la pertenencia al club de la perfección no da alternativa ni opción; los seres imperfectos, al quedar excluidos del grupo anterior y tener cada uno su particular y personal imperfección son los que para sobrevivir irremediablemente están obligados a tener su propia y personal opinión.

Es indisociable de la existencia de opción, de poder elegir, en definitiva de ser libre de disfrutar del derecho a la equivocación, haber alcanzado la bienaventurada meta de la imperfección. Y como la naturaleza es muy sabia, nada más nacer ya te coloca en la cadena de producción de los que terminan para la exportación en la precintada caja que pone en la etiqueta “defectuoso de fábrica”.

No leas, no mires fotos de los demás, no adquieras mapas, ni pidas información a otros sobre el que será tu camino, sencillamente recórrelo sin demora, y por ser el tuyo hazlo unas veces no infelizmente y otras saboréalo felizmente, según el caso alternando reflexiones intelectuales cuando estés solo con emociones sensuales cuando transites acompañado. Y como a alguien le oí decir una vez a un pelmazo de invitado: con el plato colmado delante, cuando se está muy hambriento, de nada sirve para incrementar el placer querer saber la receta de cocina con la que ha sido manufacturado ¡A qué esperas, cómetelo!

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