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Apóstoles de la ineptocracia

Apóstoles de la ineptocracia
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· Por Miguel Córdoba, economista

domingo 05 de octubre de 2025, 11:10h
Cuando Saul de Tarsus (conocido por Paulus de Tarsus por los romanos y por San Pablo por la Iglesia Católica tras la creación en el año 945 de la comunión de los Santos por el Papa Juan XV) se encontró con una pequeña célula esenia (secta judía escindida del judaísmo oficial) en Jerusalén en el año 36 de nuestra era, tres años después de que Hoshea Ben Joseph (conocido por Jesucristo en las iglesias cristianas) fuera crucificado por los romanos a la edad de 37 años, y abrazó las ideas cristianas y dedicó su vida su difusión por el entonces mundo conocido.

Saul, después de entrevistarse con Shimon y Ya’akov (conocidos como Pedro y Santiago por la Iglesia Católica), dos de los discípulos de Hoshea, pensó que podía difundir las ideas cristianas con un buen marketing y se dedicó a recorrer los países del Mediterráneo oriental predicando esta doctrina (entonces no había Peugeots), acompañado de varios discípulos. A los integrantes de la célula les insufló ánimo y empoderamiento para que lucharan por sus ideas y se les denominó “apóstoles (término importado del griego antiguo y cuyo significado es “enviado”.

Dejando aparte ensalzamientos evangélicos, eran ideas por las que merecía la pena luchar, e incluso morir, como le ocurrió al propio Saul. Lo cierto es que Saul, aunque no escribió ningún manual de resistencia, sí que demostró tener una autoestima fuera de lo común, creyendo siempre que conseguiría sus objetivos y, de hecho, los logró, puesto que podemos calificarle como el verdadero creador del cristianismo como doctrina, con las consecuencias que ello ha tenido en la historia de la humanidad en los últimos dos mil años.

La diferencia con lo ocurrido en los tiempos actuales en España es que las ideas que se difundían merecían la pena, no buscaban el beneficio propio sino el bien común, la igualdad entre todos los seres humanos, por entonces esclavizados por el Imperio Romano. Y cuando las ideas merecen la pena, calan en la humanidad y se perpetúan, como así ha ocurrido durante los dos últimos milenios.

Las ideas son realmente lo que mueve el mundo. Visionarios como Bill Gates o Steve Jobs han sido capaces de cambiar culturalmente nuestra forma de vida en las últimas décadas. Políticos como Thomas Jefferson (constitución norteamericana), Otto Von Bismarck (creación de la seguridad social), Winston Churchill (defensa de los valores democráticos europeos) o Adolfo Suárez (transformación de una dictadura en democracia por medios pacíficos) han creado un mundo mucho más habitable y justo. Todos ellos tenían algo en común: no eran ni ineptos ni mediocres, pensaban en el bien común, en cómo aportar algo a la sociedad, en lugar de pensar tan solo en su propio bienestar personal.

Lo que ha estado aconteciendo en España, por ejemplo, en el Ministerio de Igualdad, primero con la Ley del “Si es sí” o con las pulseras de los maltratadores, clama la cielo. La gestión de la Dana por parte de la Generalitat Valenciana hace un año es para rasgarse las vestiduras. La inacción en lo que respecta a la falta de viviendas en España, el no reconocimiento de la insostenibilidad del actual modelo de sistema de pensiones, el multiplicar geométricamente la deuda pública sin saber cómo se va a pagar y otras muchas acciones y omisiones de nuestros proceres políticos de la actualidad, no tienen otro nombre que podemos acuñar como la “ineptocracia”.

Personas sin los conocimientos y capacidades necesarias son aupadas a los puestos de mayor responsabilidad del Estado sin otro motivo que ser amigos, familiares o tener un determinado carnet político. Luego se cree con colocar dos mil asesores para que les apoyen será suficiente, pero no, porque probablemente el mediocre elige como subordinados a otros más mediocres que él, no vaya a ser que le quiten el puesto.

Cuando surgen los problemas todo el mundo mira para otro lado y aduce el “y tú más” para tratar de echar balones fuera, o bien se fijan en un determinado conflicto internacional y se significan, cuando por mera prudencia no deberían, para tratar de que se ponga el foco en otros temas y así se difuminen los errores que se producen con su gestión deficiente.

Como es bien sabido, el “principio de Peter” afirma que todo el mundo asciende hasta llegar a un puesto en el que es un completo incompetente. Pues bien, hay muchos y muchas que han ascendido vertiginosamente y sin etapas intermedias directamente hasta el Olimpo de la Incompetencia, donde no destacan por ello, puesto que están rodeados por otros “dioses” de la misma calaña.

El desierto de ideas y de profesionalidad que asola ahora mismo el panorama político español es desmoralizador. Sé que es un tópico lo de que “se mete a político el que no vale para otra cosa”, pero después de ver qué muchos de nuestros próceres han basado su currículo en apuntarse cuando son jóvenes a Nuevas Generaciones o a Juventudes Socialistas y hacer “carrera” allí, no podemos por menos que desconfiar de que esas personas que no han trabajado de verdad en su vida vayan a poder resolver los numerosos problemas que tenemos los españoles.

Sin embargo, cada vez que hay elecciones se les sigue votando, como si un maleficio hubiera caído sobre nosotros y nos viéramos abocados a mantener a esta partitocracia en el poder, con lo que ello va a suponer para nuestro cada vez más incierto futuro. Cada año la bola de nieve es más grande y va más deprisa hacia el barranco, pero preferimos mirar hacia otro lado y seguir con nuestra vida, aunque cada vez notemos que vivimos peor, que nos fríen a impuestos, que nuestra renta disponible es menor, que nuestros jóvenes no pueden emanciparse, o que la mayor parte de los asalariados son mileuristas.

Hemos aceptado nuestro destino cual cobayas de laboratorio y mientras nos pongan algo de comida en el comedero seguiremos vegetando. No nos preguntamos cuál deseamos que sea nuestro modelo de Estado, o lo que es más importante, si los que nos gobiernan tienen realmente un modelo de Estado o unas ideas que resuelvan a medio y largo plazo nuestros innumerables problemas. Pero para eso, hay que ser capaces de tener ideas y de ser personas “de Estado”, cosa que hace mucho tiempo que no se encuentran en el panorama político español.

En fin, no sé lo que se dirá de Pedro Sánchez y sus “apóstoles” tan solo dentro de diez años, pero me imagino al entonces expresidente buscando todas las semanas las actualizaciones de Wikipedia para ver si finalmente le tildan de intelectual por haberse doctorado y escrito dos libros, y eso sí, esperando a que le llamen de Caracas para dar junto a su mentor ZP una charla sobre las maldades de la derecha y la ultraderecha, con todo lo que habían hecho él y sus “apóstoles” por el bien del país.

Pero la realidad será bien distinta, puesto que dentro de diez años el sistema de pensiones habrá saltado por los aires, habremos tenido que ser rescatados por no ser capaces de pagar nuestra deuda, supuesto que la Unión Europea continúe existiendo en su formato actual, y puede que haya una verdadera revolución social ante la ausencia de viviendas dignas para acoger a los millones de nuevos hogares que se habrán formado, sobre todo procedentes de la inmigración.

Estos y otros problemas que vemos los que somos denominados “agoreros” por los “apóstoles” del gobierno acabarán por arruinar nuestra convivencia una vez que lleguemos a ese punto de no retorno de las cuentas públicas que está más cerca de lo que parece, pero “como sube el PIB” no tenemos que preocuparnos.

La “ineptocracia” ha llegado y lo ha hecho para quedarse, salvo que los ciudadanos que tengan un poco de criterio y sentido común se rebelen contra ella, y en una democracia, la mejor forma de rebelión son las urnas. No podemos seguir votando a quienes no se lo merecen y no están capacitados para gestionar el bien común de todos nosotros, por muy “apóstoles” que sean. El pueblo tiene que recuperar su capacidad representativa y poner en los puestos de responsabilidad a las personas adecuadas, para que gestionen adecuadamente el patrimonio de todos.

Tenemos que involucrarnos en la gestión municipal, autonómica y estatal y pedir responsabilidades a los ineptos. Estamos pagando el sueldo a unos 450.000 políticos de uno y otro signo y cada vez que hay un problema, nos damos cuenta de que las cosas no se estaban haciendo bien.

Lamento decirlo, pero, en el fondo, los culpables somos todos nosotros, que permitimos que estas personas inadecuadas dirijan nuestros destinos y malgasten nuestros recursos.

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