De entrada, Chile está dando un ejemplo de elegancia y de respeto democrático, pues su actual presidente Boric, que aun siendo comunista ha sido capaz de criticar la dictadura de Maduro, ha llamado al candidato ganador y le ha dicho “Va a contar con todas las facilidades, con todo lo que se requiera y lo dejo invitado para venir este lunes, día 15, al Palacio de La Moneda para conversar con todo detalle”
Con igual respeto, el vencedor Kast, le ha respondido “Le agradezco mucho, presidente, que esta sea una transición bien ordenada, respetuosa. Después del 11 de marzo (fecha del cambio de mando) me interesaría mucho contar con sus opiniones, con su mirada de lo que es el país”.
Lamentablemente, en muchas partes del mundo y, en especial en España, no se tiene esta actitud de respeto al traspaso de las funciones al nuevo Ejecutivo. Se olvida que son propiedad de la nación y no del partido gobernante y que no te puedes llevar los papeles ni los informes ni vaciar los ordenadores. Hay, además, una gran tendencia a poner a las instituciones de control e incluso a las llamadas Agencias Independientes bajo control directo del Gobierno, dejando a la oposición prácticamente sin el derecho de conocer los datos e informes que ellas hayan elaborado. No solo se politiza al Poder Judicial, vía el CGPJ sino también, y de manera mucho más directa, a la Administración, haciéndole perder su profesionalización al politizarla con nombramientos discrecionales en todos los niveles.
A todo esto, hay que añadir la carga ideológica demagógica e izquierdista que impregna a la intelectualidad y a los medios y que los lleva a descalificar, frívola y ambiguamente, a la derecha. Son, por el contrario, muy comprensivos, e incluso conniventes, con la izquierda y hasta con la boina del Che Guevara. Por ello, a veces se tarda muchos años hasta que la sociedad se llega a dar cuenta de que esas descalificaciones a la derecha o a la “ultraderecha” se fundamentan en argumentos inconsistentes. Enumero, a título de ejemplo, siete líneas políticas que se suelen tildar de ultraderechistas:
1.- Políticas fiscales que propugnan el equilibrio presupuestario. Tanto ingresas tanto gastas, no te pases.
2.- Evitar recurrir a la deuda pública, en especial la que no se destine a inversiones, ya que luego hay que pagar los intereses, problema que se traslada al gobierno siguiente.
3.- Reconocer y facilitar que el mercado sea el instrumento principal para que se asignen los recursos, tanto por el sector privado como por el sector público.
4.- Respetar la propiedad privada en general (no a la okupación) así como la propiedad de los medios de producción.
5.- Minimizar o eliminar la participación del Estado en las grandes empresas, salvo por circunstancias estratégicas consensuadas con la oposición. Es decir, nada de invertir en Indras, Telefónicas o similares, que al final se utilizan para colocar amiguetes y para influir desde ellas en la política y en las elecciones.
6.- Optar por la colaboración público privada, sin reservas infundadas, también en los sectores tabúes para la izquierda como son la educación, la sanidad y el sistema de pensiones. (¿Por qué no extender el sistema MUFACE de elección entre la sanidad pública y la privada a todos los trabajadores españoles?)
7.- Reducir en todo lo posible el tamaño del Estado para evitar el exceso de representantes políticos y sobre todo el exceso de funcionarios. Para que quede claro, afirmo que no son los funcionarios públicos los culpables de estar infrautilizados, sino el Ejecutivo que crea múltiples chiringuitos y muchos procedimientos innecesarios, o excesivamente complejos, que luego requieren que se aumente el número de empleados públicos.
Los medios y los intelectuales “progres”, asimilan a la derecha, con intención descalificativa, con el Orden, mientras que a la izquierda la aplauden e identifican con el Progreso, que suena mucho mejor. Por cierto, que el lema Orden y Progreso no es de Chile sino de la bandera de Brasil pero que podría ser un lema universal, ya que no hay duda de que es imprescindible el Orden para que haya Progreso, al igual que sin Progreso, el Orden pierde su razón de ser.
¿Cómo reflejan a veces los medios esta inclinación hacia la izquierda y su rechazo hacia la derecha? En el día de hoy el periódico El Mundo tiene dos grandes artículos centrales. uno con el título “Chile gira a la derecha DURA tras el triunfo de Kast” y otro “Kast, el político afín a Trump que RECHAZA ser ultra”, ambos están escritos por Sebastian Fest, pero resulta evidente que no es él quien ha puesto los titulares ya que el contenido de sus artículos es informativo y objetivo, y en ningún momento descalifica a Kast sino simplemente aporta información y deja que sea el lector quien la valore.
Recoge declaraciones de José Antonio Kast tales como las siguientes:
“Yo soy de derecha. Siempre lo que planteamos es que representamos el sentido común y la libertad. Y eso es lo que la ciudadanía ha reconocido en nosotros”
“Nosotros no hemos planteado nada que salga del marco de los principios que permiten el desarrollo de una sociedad libre.
Generalmente, las críticas vienen de un sector bastante ideologizado de la izquierda, de gente que no se reconoce como izquierda roja y que no califica como dictaduras a Venezuela, Nicaragua y Cuba”.
¿Dónde está el peligro de esas afirmaciones “ultraderechistas” de Kast? La realidad es que la izquierda sigue amarrada al marxismo, está a favor de lo público, en contra del mercado y antes que criticar a esas tres dictaduras, prefiere seguir criticando a Franco. Ahora bien ¿no será, al menos en España, culpa de la derecha por no haber ayudado a denunciar, objetiva e intelectualmente, al marxismo como una ideología criminal, que ha dado lugar a 30 regímenes que han causado 110 millones de víctimas y que han demostrado ser peores que el propio nazismo?
También recoge el periodista las declaraciones de Kast sobre la inmigración y señala que dijo “Nosotros tenemos un límite con Bolivia y Perú, en el norte del país, que es una meseta altiplánica, donde se puede circular libremente de un país a otro. Y eso permite el contrabando y la trata de personas” Es decir, Kast quiere frenar la inmigración, aunque sea de países vecinos con las mismas raíces históricas, culturales y lingüísticas. Lo cierto es que, a pesar de eso, parece que los chilenos han aprobado sus propuestas de poner orden en sus fronteras.
En España, las propuestas de control de la inmigración ilegal son mantenidas fundamentalmente por Abascal, aunque parece que Feijoo empieza a copiarlas. ¿Hay algo de extremista en que se respeten las fronteras y el marco cultural que nos es propio? Preferir la inmigración iberoamericana es lógico porque por lengua, historia y cultura se suelen integrar sin problemas en España.
El periodista señala que Kast considera que Bukele es una inspiración para él. En España nuestra Constitución establece que “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”. Pero dentro de ese marco puede modificarse nuestro Código Penal que, aún orientado hacia la reinserción, no excluye endurecer las penas, así como los controles de las mismas para evitar que la puesta en libertad de los delincuentes perjudique la garantía de seguridad que el Estado tiene la obligación de ofrecer a la ciudadanía.
Asimismo, señala que Kast ha afirmado rotundamente que apoyará a Donald Trump si este invade Venezuela. ¿Es esto un planteamiento rechazable? ¿Quién de izquierdas se atreve a decir que prefiere que el régimen de Venezuela o Cuba persistan y que no hay que contribuir a que se vayan esos dictadores? ¿Acaso no quieren reconocer que la dictadura de Franco, a la que tanto critican, duró 36 años y que la de Cuba lleva ya 65 años? ¿Acaso no conocen a ninguno de los millones de venezolanos que han buscado refugio en España y que anhelan que caiga Maduro?
El artículo recoge también las opiniones de Kast, sobre los que sucede en la España en general y sobre el presidente Pedro Sánchez, en particular: “Ha cedido el poder con grupos minoritarios que son separatistas, que han acogido a terroristas, y creo que eso le hace mal a la democracia. Le está haciendo un daño a la patria. Y creo que tiene que aclarar muy bien los temas judiciales que están afectando a su esposa y a su hermano”. Sin embargo, aquí en España, muchos intelectuales y medios de izquierda, así como militantes que se consideran socialistas y progresistas, descalifican esas afirmaciones diciendo que “son propias de un partido “ultra” como VOX”.
En conclusión, parece que están llegando tiempos en los que la ciudadanía ha comprendido que sin Orden no hay Progreso y que si el Orden es de ultraderecha, ¡Viva la ultraderecha!