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SALUD MENTAL EN PYMES DURANTE EL CONFINAMIENTO

Dos años del confinamiento, ¿cómo nos ha cambiado la vida la pandemia?

Dos años del confinamiento, ¿cómo nos ha cambiado la vida la pandemia?

  • El Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, nos cambió la vida para siempre

miércoles 23 de febrero de 2022, 12:54h

La semana empezaba un lunes (una costumbre que tienen todas las semanas), 9 de marzo de 2020. Pero no era un marzo cualquiera. Ya se habían producido los primeros fallecidos en España por infección de la Covid-19. Fueron un varón de 70 años, en la Comunidad Valenciana que había viajado a Nepal y otro hombre, de 82 años y de Vizcaya, que tenía patologías previas. En otros países, como Italia, se tomaban medidas preventivas como la prohibición de celebrar eventos masivos. Ese mismo lunes, Madrid anunció que cierra los centros educativos durante, al menos, 15 días. Los medios de comunicación especulaban con la sombra de la declaración de un estado de alarma y no se equivocaron. Para el miércoles, la cifra de fallecidos había superado el medio centenar. Las cadenas de supermercados desmienten que vayan a sufrir problemas de abastecimiento debido a las masivas compras que, con miedo, realizábamos entonces.

«Miedo. La primera palabra que para muchos se viene a la mente cuando pensamos en aquellos primeros meses. Miedo al contagio, miedo a salir a la calle, miedo a perder el trabajo. O incluso la vida» comentan desde la Fundación Salud y Persona, entidad sin ánimo de lucro experta en el ámbito de la salud y bienestar emocional.

Cerramos la puerta y abrimos las ventanas

Y llegó el encierro. Fue el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, quien cambió todo para siempre. Lo que iban a ser, en principio, dos semanas se prolongó hasta mayo, cuando el día 4 se permitió la apertura de otros negocios considerados de primera necesidad, como peluquerías o restaurantes que entregasen los pedidos para llevar.
En esos 100 días de estado de alarma, las necesidades de salud mental se fueron viendo sobre la marcha. «Era una situación nueva para todos y en algunos aspectos lo sigue siendo», apunta Joan Piñol, psicólogo y director general de la Fundación Salud y Persona

«Nuestro fin fundacional es el apoyo y la atención a personas mayores y ellas fueron nuestro primer foco», matizan desde la Fundación. Con una red de más de 50 voluntarios de otras entidades realizaron miles de llamadas a hogares en los que se habían quedado confinados esos mayores y se encontraban en la más absoluta soledad los psicólogos de la fundación atendieron todos aquellos casos en los que el estado de ánimo o la soledad hacían necesaria una intervención psicológica. «Lo vemos ahora con perspectiva y lo hemos normalizado, pero vivir a un par de calles de tus abuelos o padres y no poder ir a verlos fue algo muy duro. Una soledad impuesta a marchas forzadas», recuerda Piñol.

Cerramos la puerta y abrimos las ventanas

Y llegó el encierro. Fue el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, quien cambió todo para siempre. Lo que iban a ser, en principio, dos semanas se prolongó hasta mayo, cuando el día 4 se permitió la apertura de otros negocios considerados de primera necesidad, como peluquerías o restaurantes que entregasen los pedidos para llevar.
En esos 100 días de estado de alarma, las necesidades de salud mental se fueron viendo sobre la marcha. «Era una situación nueva para todos y en algunos aspectos lo sigue siendo», apunta Joan Piñol, psicólogo y director general de la Fundación Salud y Persona

«Nuestro fin fundacional es el apoyo y la atención a personas mayores y ellas fueron nuestro primer foco», matizan desde la Fundación. Con una red de más de 50 voluntarios de otras entidades realizaron miles de llamadas a hogares en los que se habían quedado confinados esos mayores y se encontraban en la más absoluta soledad los psicólogos de la fundación atendieron todos aquellos casos en los que el estado de ánimo o la soledad hacían necesaria una intervención psicológica. «Lo vemos ahora con perspectiva y lo hemos normalizado, pero vivir a un par de calles de tus abuelos o padres y no poder ir a verlos fue algo muy duro. Una soledad impuesta a marchas forzadas», recuerda Piñol.

Miedo a tantas cosas y una voz al otro lado del teléfono.

Mientras estábamos encerrados en casa, surgieron los aplausos a los sanitarios. Puntuales cada día a las ocho de la tarde. Pero las redes sociales mostraban otra cara de la sociedad: notas amenazantes en la puerta de la casa de una médico o un enfermero. “No queremos que nos contagien”, rezaban. Muchos de esos sanitarios optaron, como pudieron, por no vivir en sus casas en ese tiempo, por miedo a contagiar a su familia. Miedo, otra vez. «La manera que tuvimos desde la fundación de apoyar a quienes estaban poniendo su propia salud en riesgo fue con el acompañamiento telefónico a quienes tras una jornada agotadora permanecían aislados para no poner en riesgo a sus familias».

«En este punto de la pandemia nos dimos cuenta de otros dos puntos de estrés: el acompañamiento en el duelo ante la imposibilidad de realizar los ritos de despedida a los fallecidos y la carga que seguían asumiendo, sin descanso, los sanitarios», recuerdan desde la Fundación.

Más refuerzo telefónico, por parte de los psicólogos generales sanitarios de la Fundación SyP. Joan Piñol recuerda, con emoción, la fuerza de la gente: «No nos esperábamos esa resistencia, esa resiliencia ante acontecimientos tan traumáticos».

No fue hasta el 22 de junio que España volvió a lo que denominaron “nueva normalidad”. Y es que la pandemia, nos demos cuenta o no, nos ha cambiado para siempre.

El verano de 2020 estuvo marcado por las restricciones de movilidad y por las reuniones sociales con límite de comensales. La necesidad de socialización se encontró de bruces con unas normas cerradas que impedían las quedadas. Los abrazos parecían cosa del pasado. Las empresas se dividieron entre las que mantuvieron el teletrabajo, las que obligaron a la presencialidad y las que ofrecieron un modelo híbrido.

A día de hoy, dos años después de aquel confinamiento, aún se siguen viendo las secuelas. Los perfiles más introvertidos llevan demasiado tiempo sin tener que “esforzarse” en socializar son los peor parados. El choque de volver a coger el transporte público, de estar con extraños en un lugar cerrado, ha sido complicado para muchos.

¿En qué nos ha cambiado la pandemia?

Desde la Fundación Salud y Persona enumeran una serie de hitos que hemos visto durante los dos últimos años.

El teletrabajo. Lo que empezó como una rutina habitual de despertarse a la misma hora que cuando cogíamos transporte para llegar al puesto derivó en ponerse a trabajar una hora antes, la que solíamos gastar en desplazarnos. El final de la jornada no llegaba con la desconexión habitual, puesto que seguíamos metidos en casa. Llegó la ansiedad, que pasó a tener tintes depresivos cuando las líneas de la rutina se volvieron difusa y empezamos a levantarnos con el tiempo justo y sin ducharnos ni vestirnos. Ahora ya se habla más sobre el equilibrio y la importancia de mantener rutinas, pero cuando empezamos a teletrabajar todo fue muy caótico entre el espacio laboral y el personal.

Los niños. Después de sacarlos del cole y que se hayan perdido una parte muy importante de su socialización, ahora es cuando podemos empezar a ver las consecuencias de estos dos años “perdidos”. Muchos rechazan cualquier gesto de cariño porque “está prohibido”.

Las vacunas. Otro debate intenso que ha dividido a la población entre los que sí se la ponen y los que reniegan de su eficacia y extienden el miedo a sus efectos secundarios. Y, con ellas, el pasaporte Covid que ha seguido limitando la movilidad de los ciudadanos.

Hablar más de salud mental. «Por suerte, estamos perdiendo el miedo a hablar de salud mental y se lo debemos a la pandemia. A raíz de todos los reportajes sobre la soledad, sobre los efectos que todo eso iba a tener en el campo, estamos ya viendo esas consecuencias. Las consultas han aumentado porque ha aumentado la crispación, la soledad, la impotencia. En definitiva, los síntomas que rodean y se aproximan a una depresión», concluyen desde la Fundación.

La brecha digital y la soledad. La brecha digital se hizo más grande que nunca. Iniciativas como esas llamadas que hizo la Fundación Salud y Persona supusieron un gran alivio para las personas mayores, encerradas en sus domicilios, sin terminar de entender cómo funciona una videollamada. El teléfono recuperó un protagonismo, especialmente para las personas mayores y los hospitalizados, que parecía haber perdido.

Y es que, dos años después, seguimos a vueltas con la Covid y las medidas para evitar su propagación, varias cepas mediante.

Dentro de poco la Organización Mundial de la Salud pasará a considerar al virus como endemia y podremos volver a recuperar algo de esa nueva nueva normalidad.

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