Sin excelencia no hay credibilidad ni consistencia ni tampoco independencia, quedando dañado uno de los pilares del Estado de Derecho en cualquier democracia avanzada que se precie. Es verdad que una de las causas del -con demasiada frecuencia- deficiente funcionamiento de la Administración de Justicia radica en la falta de medios económicos y personales. Precisamente por eso, tienen tanto valor los esfuerzos que, en el ámbito privado, extramuros de los despachos oficiales, llevan a cabo instituciones cuya razón de ser es cultivar, desde el plano formativo, el terreno de la perfección, sentar las bases de una superior calidad.
Esta semana, el Instituto Superior de Derecho y Economía ha reunido a la elite jurídica y económica en el acto de graduación del año académico 2021-22. ISDE, dirigido ejecutivamente desde hace años por Juan José Sánchez Puig, ha logrado la concepción y cristalización de un formato en el ámbito de la enseñanza y la práctica profesional único en Europa, con programas enormemente exigentes para quienes el día de mañana, en más de medio centenar de países de todos los continentes, ejercerán el oficio desde cualquier parcela dentro del ancho y largo terreno de juego de la Justicia.
Sostenía el maestro Eduardo Couture que “en el Derecho, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración”. Por eso tiene tanta relevancia que marcas como ISDE, genuinamente española, vengan desarrollando, curso tras curso, iniciativas de enseñanza rabiosamente ambiciosas, innovadoras, éticas, que fijan en el horizonte, por la vía de los hechos y los valores, el objetivo de abrir ese camino despejado en el que el Derecho se visualice y se erija en el mejor instrumento para la convivencia humana, en paz y en libertad.
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