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Otra mirada a la Transición

El líder del Partido Comunista, Santiago Carrillo, fumándose un cigarrillo junto a Manuel Fraga.
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El líder del Partido Comunista, Santiago Carrillo, fumándose un cigarrillo junto a Manuel Fraga.

· Por Abel Cádiz, autor de "La Historia del Poder"

martes 10 de enero de 2023, 17:37h

Los nacidos en la década inmediata a nuestra Guerra Civil es probable que concluyan su vida batiendo un récord que debemos valorar en su justa dimensión: el de no haber sufrido en suelo patrio un conflicto bélico, dejando aparte la excrecencia etarra como una manifestación tardía del cáncer nacionalista que dio lugar a la Gran Guerra en Europa. Sin embargo, ese récord no fue una casualidad histórica, sino el logro de una generación que supo aunar esfuerzos desde sensibilidades antagónicas, trayectorias familiares con agravios heredados, incluso proyectos políticos destinados a la confrontación. Si Gil de Biedma decía de nuestra historia que era triste porque acababa mal, los protagonistas de la Transición se conjuraron, sin decirlo, para desmentir al gran poeta.

El legado de la Constitución convirtió en protagonistas a los españoles, que la aprobaron por abrumadora mayoría en 1978 y ahora ven con estupor cómo muchos de sus nietos quieren demolerla. Para intentar evitarlo han de defenderse los valores de la Transición y a ello contribuyen los relatos que recuperan acontecimientos de aquel periodo. En tiempo presente se ha publicado el de Ignacio Varela, que recuerda la reconstrucción del PSOE tras la muerte de Franco, su reconversión socialdemócrata por obra de Felipe González y su estrategia para conquistar el poder bajo la dirección de Alfonso Guerra. En el espacio centrista, el demócrata cristiano Oscar Alzaga ha escrito sus memorias sobre la transición y con ello ambos amplían el acervo histórico, al que ya habían contribuido notables periodistas y otros personajes de la época. Si faltaba el relato que nos ofreciera una visión no solo política, ese vacío lo acaba de salvar José Luis Leal con su libro Hacia La libertad.

Lo que conocemos, desde visiones más o menos sesgadas por filtros del relator, e incluso del lector del relato, es el constreñimiento social que produjo la muerte del dictador en 1975 y la tensión vivida hasta las primeras elecciones en 1977. Después, instalados en la esperanza, el ejemplar periodo de consenso para hacer la Constitución fue alterado por el horror que supuso la cadencia criminal de ETA. Y luego el fuerte respingo que supuso la dimisión de Adolfo Suárez en enero de 1981, que nos llevó al colofón dramático del 23-F. En este resumen se contienen cinco años fundamentales de nuestra historia reciente y un gran número de nombres de gran altura política e intelectual que, además, enriquecían su perfil con un talante propicio a la búsqueda de acuerdos.

Convengamos en que todo lo expuesto es sabido, pero la mirada que ofrece José Luis Leal muestra el cúmulo de obstáculos que transcendían de lo político, porque podía llevar al traste la Transición. Se trataba de la situación económica de España en un momento en que la gente relacionaba la llegada de la democracia con la equiparación a la Europa del bienestar. Sin embargo, lo real es que el conflicto árabe-israelí de 1973, la llamada guerra de Yom Kipur desencadenó la crisis del petróleo que desequilibró nuestra economía. La peseta tuvo que ser devaluada, la inflación se acercaba al 25% y la Seguridad Social estaba en quiebra. Fue en ese escenario cuando Jose Luis Leal llega a España tras un autoexilio de 15 años. No carece de interés su trayectoria vital: su padre, monárquico juanista, había forzado su economía de clase media para inscribirlo en el colegio en el que iba a estudiar el príncipe Juan Carlos, futuro heredero de la corona. Este hecho no pasará de ser anecdótico, porque lo que marcará la vida de Leal es su temprana militancia en el Frente de Liberación Popular (F.L.P.) el luego llamado Felipe, en el que coincidiría con otros jóvenes que tendrían protagonismo en la Transición; es el caso de Joaquín Leguina, Pérez-Llorca, Sartorius o Narcís Serra, entre otros. Precisamente una redada de la temida brigada político-social, que encerró a varios de su grupo, le hizo mantenerse fuera de España y hacer carrera en la OCDE.

Retornado a España tras morir Franco, Leal es captado por el entonces vicepresidente Enrique Fuentes Quintana para formar parte de su equipo económico y ha de dedicarse de inmediato a explicar al entonces todopoderoso Abril Martorell y para luego convencer a diversos interlocutores de la oposición que económicamente España era un desastre total y era necesario un tratamiento de choque. El problema es que el primer partido de la oposición no estaba dispuesto a aceptarlo porque en su seno se estaba gestando la contradicción entre su programa máximo inspirado en el marxismo y lo que Felipe González deseaba para llegar al poder: desembarazarse de una ideología que en Europa solo estaba representada en partidos marginales. De hecho, el plan de ajuste que se plasmó en los Pactos de la Moncloa requirió el apoyo explícito de Santiago Carrillo, que fue lo que motivó la aceptación por parte del PSOE, temeroso de que, si salía adelante por acuerdo entre UCD y PCE, que controlaba además al sindicato mayoritario de CCOO, los socialistas quedaran fuera de juego ante la opinión pública. Hay que señalar que la CEOE era un proyecto no concluido y el sindicato UGT tenía escasa implantación en las fábricas, por más que le beneficiara el apoyo del PSOE al obligar a sus militantes a afiliarse al sindicato que dirigía Nicolas Redondo.

Tras la salida de Fuentes Quintana del Gobierno, sustituido por Fernando Abril Martorell en febrero de 1978, Leal fue nombrado ministro de Economía para proseguir los ajustes que la débil democracia necesitaba. La deuda de los Ayuntamientos era muy alta, las cajas de ahorro eran una bomba de relojería, como se demostró unos años más tarde, y para paliar el problema endémico del paro fue necesario recurrir a la financiación por el Estado de un subsidio de desempleo, sin apenas fondos cotizados. En ese contexto, la UCD comenzó a resquebrajarse hasta su hundimiento, del que fui testigo directo como expliqué en La Historia del Poder. Esa parte es bien conocida, pero la intrahistoria de la Transición, conjugando las reformas políticas con las económicas en situación tan compleja, queda enriquecida con el relato de José Luis Leal.

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