El Stimson Center, un grupo de análisis con sede en Washington, recomendó a la Administración Biden desarrollar planes para mantener bajo control los excedentes armamentísticos.
Europa no quiere una situación como la ocurrida hace treinta años con la guerra de los Balcanes. Su final supuso la dispersión de numerosas armas entre mafias y grupos terroristas internacionales. Dos de las ametralladoras usadas en la matanza de la sala Bataclán habían salido de almacenes yugoslavos Este atentado de París causó 131 muertos.
Los expertos americanos solo han podido inspeccionar en persona el destino de una pequeña parte del armamento de alto riesgo trasladado a Ucrania, según una información del 'Washington Post'. Tampoco ayuda el desorden propio de la contienda y la imposibilidad de que los enviados estadounidenses se acerquen el frente. La Casa Blanca ha comentado la puesta en marcha de un programa de seguimiento de las armas que envía a Ucrania para evitar que terminen como mercancía de contrabando en el mercado negro.
Las sospechas de que pudiera producirse un «desvío ilícito» a mafias y otras organizaciones criminales internacionales está presente en la OTAN, la UE e Interpol, pero sus peores temores fueron confirmados a finales de 2022, por la Oficina Nacional de Investigación de Finlandia. La oficina finlandesa asegura que otros casos se han dado en Suecia, Dinamarca y Países Bajos, aunque ninguno de estos países se ha pronunciado al respecto.
Catherine de Bolle, directora ejecutiva de Europol, manifestó en una entrevista al 'Die Weld' que «es de temer que parte de las armas entregadas a Ucrania acaben en malas manos». De Bolle recordó que, tras la Guerra de los Balcanes, una cantidad indeterminada de armas acabaron en mafias y organizaciones terroristas europeas, africanas y de Oriente Medio. De la misma opinión se muestra Jürgen Stock, secretario general de Interpol: «Tan pronto como callen las armas empezará el tráfico ilegal de material bélico», puesto que «los grupos criminales buscan explotar las situaciones caóticas para sacar provecho de la gran cantidad de armas disponibles. Se convertirá en un auténtico desafío para nosotros».
Entre los recursos más sensibles figuran los misiles antiaéreos Stinger o los populares Javelin antitanque, enviados por miles al Ejército ucraniano.
La semilla de la inquietud está sembrada. El seguimiento puede convertirse en un riesgo para la Administración Biden. Los conservadores más afines a Trump son proclives a moderar el gasto y han expresado reticencias a poner enormes cantidades de armas sofisticadas en manos de un país extranjero.
Según van transcurrido los meses y aumentado la ayuda militar, ha crecido el número de voces que urgen a controlar el destino final de los arsenales para evitar un grave problema de seguridad internacional.
Polonia juega un papel. En él se realiza parte de la transferencia de los arsenales a Kiev. En el caso de las armas cortas y otros equipos militares, como los chalecos antibalas, simplemente se ponen en manos de los mandos ucranianos según un código de confianza. El Gobierno de Zelenski está comprometido a que ninguno de estos bienes acabe en el mercado negro y un comité especial del Parlamento se encarga de su seguimiento. Sin embargo, es complicado realizar esta trazabilidad en medio de una guerra, más todavía cuando faltan los dispositivos adecuados. Muchos sistemas son artesanales. Los militares americanos contabilizan las cajas de munición agotadas y hacen un seguimiento del consumo de las tropas ucranianas. Estas todavía llevan gran parte de esa contabilidad en papel.
El Ministerio de Interior ucraniano ha desmentido las informaciones aparecidas sobre la posibilidad de que se produzca un tráfico ilegal de bienes militares. «Los propagandistas del Kremlin provocan la creación de mitos y ficciones peligrosas sobre los procesos que tienen lugar en Ucrania», aseguró en un comunicado donde añade que el medio nórdico que reprodujo la denuncia de la Oficina Nacional de Investigación de Finlandia publicó palabras que el superintendente del departamento «en realidad no dijo» con el fin de cumplir la «voluntad de Putin» y «manchar la imagen del Estado ucraniano».
La preocupación existe y parece muy acertada dado el precedente de la guerra de los Balcanes.