En el mes de mayo de este 2023, UPN ganó las elecciones con nueve escaños, aunque uno menos obtuvo Bildu. El PSOE se quedó en cinco, el PP en dos, igual que Geroa Bai, y tan solo uno contabilizó Contigo-Zurekin. En aquel momento, el PSOE no quiso pactar con todos los demás partidos del bloque izquierdista. Hay que recordar que Sánchez acababa de convocar elecciones anticipadas y a su partido no le hacía ningún bien pactar en una capital de comunidad autónoma con “lo mejor de cada casa” (sobre todo si en el acuerdo entra Bildu, que llevó a nada más y nada menos que 44 personas que fueron condenadas por pertenencia y colaboración con ETA, de los cuales siete fueron condenados por asesinato, según el Colectivo de Víctimas del Terrorismo). Por tanto, Cristina Ibarrola, alcaldable de UPN, se hizo con el bastón de mando en segunda votación, dado que, tal y como se establece en la Ley Orgánica del Régimen Electoral General de 1985, en elecciones municipales la cabeza de lista de la formación más votada se hace con la alcaldía. Hoy, el PSN y sus socios de moción de censura alegan que esta es necesaria por la imposibilidad de Ibarrola de aprobar medidas y presupuestos por falta de apoyos.
Este hecho es ciertamente novedoso, dado que tanto en 2015, en 2019 y en 2023 (en mayo), Bildu podía gobernar si era con los apoyos de los socialistas, pero en ninguna de estas tres ocasiones votaron a favor de Bildu. En 2015, Bildu también fue la segunda formación más votada, pero el pacto lo ostentaron Bildu, Geroa Bai, Pamplona En Común e Izquierda Unida de Navarra. Por otra parte, en 2019 Enrique Maya (UPN) se quedó a un solo escaño de la mayoría absoluta y fue alcalde gracias a los votos del Partido Socialista de Navarra.
Y, ¿por qué ha decidido ahora el PSOE apoyar una moción de censura que posiciona a Bildu en el más alto cargo institucional de la capital de Navarra y no lo hizo el día de conformación de ayuntamientos en julio? La respuesta es simple y tiene nombre: la investidura de Sánchez y el pacto al que llegó con Mertxe Aizpurua en su ronda de contactos y posteriores reuniones opacas.
De hecho, esta conducta “probildu” del PSOE no es ninguna novedad en la actualidad política de Navarra. Hace cosa de un año, Pedro Sánchez dio luz verde a la expulsión de la Guardia Civil de las carreteras de Navarra a cambio de que los abertzales votaran a favor los Presupuestos Generales del Estado y hace dos meses, los socialistas entregaron a los batasunos la Federación Navarra de Municipios y Concejos.
Todo el mundo sabe lo importante que es controlar Navarra para el secesionismo vasco, que simplemente no concibe la independencia de las provincias vascongadas si ello no ocurre de la mano de la Comunidad foral. Los rasgos culturales y lingüísticos de ambas comunidades y el poderío económico e industrial hacen indispensable a Navarra para que la tan demandada (y que tanta sangre ha derramado en España) independencia vasca se haga realidad en forma del inventado territorio de Euskal Herria.
Bildu es hoy más fuerte que en tiempos pasados por la retroalimentación y el protagonismo que el PSOE le ha dado desde que es indispensable para mantener el gobierno socialcomunista que tiene España desde 2019. En comicios generales, los resultados que los abertzales cosecharon este último 23-J (cinco escaños) tan solo fueron superados por los que obtuvieron en 2011, cuando la formación se hacía llamar Amaiur (siete).
Además, este giro del PSOE sorprende también por las declaraciones que sus propios miembros realizaron hace pocos meses en torno a este asunto. Hace apenas un mes, Sánchez recriminaba a Alberto Catalán, único diputado de Unión del Pueblo Navarro en el Congreso de los Diputados, que criticara sus acercamientos con Bildu cuando UPN gobernaba en Pamplona gracias a que el PSOE no apoyó a Joseba Asirón, edil abertzale. Echando la vista algo más atrás, el mismo Sánchez defendía hace seis meses en una entrevista con Carlos Alsina que él no apoya a Bildu incondicionalmente, dado que permitió tras las autonómicas y municipales del 28-M que Cristina Ibarrola (UPN), aún alcaldesa de Pamplona, gobernara la ciudad.
De hecho, los socialistas parecen dejar de estar interesado en esconder que, si les es necesario, tirarán de la “alternativa Bildu” para seguir en el poder. Óscar Puente afirmó en el Congreso el miércoles de esta semana que no tiene ningún problema en que “una fuerza democrática y progresista recupere una capital de comunidad autónoma”, dado que “es una menos para la derecha”.
Por su parte, a UPN tan solo le queda la resignación de quien ve interrumpida su legislatura de manera repentina a manos de los herederos de una banda terrorista que asesinó a 40 personas en Navarra. Javier Esparza, líder de UPN, ha sido rotundo en sus declaraciones posteriores a la declaración de intenciones de socialistas y filoetarras: "Darle la Alcaldía de Pamplona a los terroristas de Bildu es un ejercicio democrático, ¿verdad señora Chivite? Yo no sé cómo no vomita por las noches, no sé cómo no vomita por las noches. No sé cómo tiene estómago para hacer lo que están haciendo para soportar eso, para vender su alma, vender sus principios, vender las competencias, el régimen foral y lo que haga falta y vender Pamplona. ¿Le compensa con tal de ser presidente?, ¿le compensa de verdad? Porque yo estoy seguro de que miles de navarros y navarras con lo que ustedes están haciendo vomitarían todas las noches" (en otra intervención en el Parlamento autonómico tildó de “escoria” al PSN). Una subida de tono adecuada a las circunstancias a las que el PSN ha abocado a Navarra. Para dar oportunidad a la sociedad pamplonesa de mostrar su disconformidad respecto de los temerarios movimientos del PSOE en Navarra, el partido de Esparza ha convocado una manifestación para este domingo 17 de diciembre delante del Ayuntamiento de Pamplona.