La operación que ahora se plantea tiene toda la lógica del mundo. Estamos hablando que, a nivel de negocio en España, el tercer banco lanza una OPA sobre el cuarto, y si tuviera éxito, el tercero seguiría siendo tercero, puesto que el segundo es (y sería) el Banco Santander y el primero CaixaBank. Por tanto, actitudes tan retrógradas como la que tuvo el entonces vicepresidente Rodrigo Rato cuando hace veinte años se planteó la OPA sobre Hidrocantábrico y la veto con el estúpido argumento de que había cinco eléctricas y no quería que hubiera sólo cuatro (Rato era asturiano igual que la eléctrica), no pueden considerarse como válidos en un país democrático.
Inmediatamente han salido a la palestra los políticos, atacando la operación. Es evidente que en el campo de la extrema izquierda la banca es un enemigo para batir, por lo que su opinión simplemente no me interesa; los sindicatos prevén disminución de oficinas y de empleo en el sector bancario, por lo que su negativa es razonable, aunque no objetiva. Y en cuanto al Gobierno, el Ministro de Economía ha dicho lo que han dicho que diga (ya quisieran los socialistas que Oscar Puente hiciera lo mismo), pero mejor obviarlo.
El hecho es que en Europa existe una legislación que ampara la libertad de movimientos en el Mercado de Capitales, por lo que hacer cacicadas queda para las repúblicas bananeras o para los que añoran la Unión Soviética. Que una empresa cotizada lance una OPA sobre otra empresa cotizada y ofrezca una prima del 30% a sus accionistas es una buena noticias para estos, que son los propietarios de la empresa, por lo que ni el Gobierno, ni los sindicatos ni los partidos políticos pintan nada en esta decisión. Es cierto que la última palabra la tiene el Ministro de Economía, y ya veremos lo que le dicen que diga, pero eso no puede significar que se ignoren las leyes, y la OPA de BBVA cumple todos los requisitos legales, por lo que qué si estos activistas a los que se les ha dado el portafolio que dice que son ministros, deberían dejar de abrogarse una toma de decisiones que no les compete.
La operación puede llevar varios meses y va a estar siendo seguida por las autoridades europeas, que van a tener que decir mucho en esta operación, igual que lo hicieron cuando Banco Santander adquirió Banco Popular por un euro hace siete años. Banco Santander era más grande que BBVA (y lo sigue siendo) y Banco Popular más grande que Banco Sabadell. ¿Por qué esa operación no suscitó la “indignación” izquierdista que ésta está sufriendo? A lo mejor que entonces no había un gobierno social-comunista en España y se respetaban las leyes del mercado. Tampoco parece que hubiera mucha oposición cuando en 2012 el 57% del sistema financiero español (las cajas de ahorros) se nacionalizaron para luego vendérselas a los bancos, restringiendo notablemente la competencia en el sector, y convirtiéndolo de facto en un oligopolio.
Por esta vez, hemos de asumir que los chicos de McKinsey (Torres y Genç) han hecho bien los deberes y están haciendo lo mejor por sus accionistas, que es lo que tienen que hacer. BBVA depende demasiado de su filial mexicana (casi el 45% de sus ingresos) y ha doblado su apuesta por un país islámico como Turquía (en torno al 18% de sus ingresos) en los últimos años, por lo que adquirir un banco que completa su red de oficinas en España y aporta la TSB británica (la antigua red de las cajas de ahorros de Gran Bretaña) no parece malo. De hecho, pienso que es una decisión acertada.
Esta operación puede ser más importante, desde el punto de vista democrático, de lo que parece. De la actitud que tengan Sánchez y sus acólitos dependerá la credibilidad de España como país democrático y europeo. No es una OPA más; es una ocasión para demostrar que las leyes del mercado, que preconiza la Economía Libre de las democracias representativas europeas, funcionan adecuadamente. El Gobierno está dando muestras de “neosovietismo” cuando se pone como loco a comprar acciones de Telefónica porque no le gusta que una entidad saudí pueda llegar a menos del 10% de las acciones de la empresa; se pone muy nervioso cuando un holding europeo trata de comprar Talgo que es una empresa que capitaliza tan solo 500 millones y maneja otras empresas cotizadas como Redeia o Indra a su antojo, repartiendo consejos y presidencias a su albedrío. No es ese el espíritu de economía mixta libre de mercado que rige la Unión Europea.
Sr. Sánchez, deje Vd. que funcionen los mercados y que decidan sus accionistas, si prefieren tener acciones del Banco Sabadell o un 30% más de acciones del BBVA. Yo si fuera accionista de Banco Sabadell lo tendría muy claro. Así que, como se supone que estamos en un país democrático, no ceda a las afirmaciones del Sr. Aragonés (que ve como no va a conseguir que Banco Sabadell regrese de Alicante a Barcelona), a la Sra. Yolanda Díaz (que tiene una inquina casi psicoanalítica contra las entidades financieras) o a los sindicatos (que sólo piensan en evitar la disminución de oficinas y empleados bancarios). Piense que España es una nación europea, en la que hay libertad de movimiento de capitales (como en el resto de Europa), y permita que los mercados funcionen. No todo puede ser intervención estatal… al menos si realmente creemos que vivimos en democracia.