La denominada Eurasia, la zona geográfica que se extiende desde España hasta China, es escenario de tres macrodinámicas que pueden utilizarse como binoculares en un pormenorizado análisis de los equilibrios regionales. Trátense de la unión gasista entre Rusia, Kazajistán y Uzbekistán, el renovado interés del Kremlin para las fuentes renovables como alternativa a los hidrocarburos o al nuclear y los movimientos de potencias del calibre de India, Pakistán, China o Irán – todas ellas enmarcadas en Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) – en todo lo relacionado con el sector energético, infraestructural, comercial, político y normativo.
El estudio de estos factores posibilita concluir que la percepción de un declive ruso en Asia Central es totalmente errónea siendo el principal abastecedor de gas, la OCS está derivando en una entidad perfectamente estructurada y que actúa como paragua para las consolidadas relaciones bilaterales y la narrativa que enfrenta a Bejín y Moscú pierde toda veracidad ante las sinergias normativas y diplomáticas de las dos grandes potencias y su capacidad de cohabitación.
Ríos de tinta se han escrito sobre el desarrollo de corredor gasístico entre Rusia, Kazajistán y Uzbekistán en otoño de 2023. La académica Fiona Hill, ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Donald Trump, lo define como “el gran monopolio energético de Asia Central”. Pero es importante especificar que similar acuerdo no desemboca en una unión, con todo lo que conlleva similar vocablo desde el prisma jurídico, político y hasta psicológico. Trátense de un acuerdo de tránsito gracias al cual Uzbekistán recibirá gas ruso para consumo interno con el beneplácito del vecino septentrional, que ingresará cifras millonarias por el derecho de paso. Algo similar al temporalmente extinguido gasoducto Magreb-Europa, que Argelia decidió tapiar en detrimento de las arcas públicas marroquíes.
Una necesidad, el corredor asiático, debido al uso cada vez mayor de los recursos energéticos uzbekos para compensar las menguantes exportaciones. En Taskent adoptan la misma estrategia implementada por Turkmenistán, que desde 2010 exterioriza casi el 80% de su producción gasística a China, dejando así el consumo interno desprotegido y a la merced de las importaciones. Un desequilibrio que consiguen paliar gracias a los millonarios ingresos que garantiza el dragón asiático.
Por lo tanto, Moscú logra reemplazar los mercados europeos en rápida contracción por el despliegue bélico y amplía su portfolio de clientes. Los funcionarios rusos afirman públicamente que la finalidad de este acuerdo radica en compensar el desabastecimiento energético de los dos países. Sin embargo el objetivo no declarado es utilizar la palanca gasística como elemento de presión. La misma Gazprom quería adquirir los sistemas de transporte del gas de Uzbekistán y Kazakistán ofreciéndoles la posibilidad de exportar gas a China a cambio de asegurar el suministro gasístico. En tal caso sí hablaríamos de una unión estratégica, pero de momento Rusia logra imponerse como el gran titiritero de Asia Central. Taskent recibirá nueve millones de metros cúbicos de gas diarios, convirtiéndose por primera vez en importador de gas ruso.
Pero la invasión de Ucrania ha obligado a Moscú a interesarse por otro sector clave de la economía euroasiática, el de las alternativas a los hidrocarburos. Putin y sus adláteres se encuentran en la necesidad de diversificar su canasta energética a la luz de los compromisos internacionales adquiridos en la última década. Razón por la que se aviaron numerosos proyectos de fuentes renovables que entonan con los proyectos de los estados cercanos. Kirguizistán, Kazajistán y Uzbekistán recientemente firmaron un acuerdo para la edificación de la central hidroeléctrica Kambara-Ata 1con una producción estimada de 5.600 kWh anuales. Un objetivo a largo plazo – no será un camino de rosas solventar diferencias políticas y los costes infraestructurales – que fortalece un liderazgo regional alternativo en la gestión de los recursos energéticos y que recibirá el apoyo financiero y logístico del Banco Mundial.
Otro proyecto de energía renovable es la línea CASA-1000, ideada para transportar energía hidrogenerada desde Kirguizistán y Tayikistán a Afganistán y Pakistán. Ambos gobiernos, firmatarios de un memorándum de entendimiento, desean seguir colaborando y arrinconar los problemas fronterizos aún pendientes de negociación.
Rusia ha logrado asegurar su presencia también en la vertiente nuclear, tema muy delicado al hilo de lo acontecido en Chernóbil en abril de 1986. Pero el infausto recuerdo de aquel desastre no ha imposibilitado la construcción de una pequeña central en Uzbekistán supervisada por Moscú, algo nunca ocurrido en el Asia postsoviética. Se invertirán otros 400 millones de dólares en el país con la finalidad de construir otros seis reactores nucleares con una capacidad de 55 megavatios cada uno.
Algo similar podría acontecer en Kazajistán. El mandatario Kasim Tokayev convocará un referéndum en septiembre de 2024 para autorizar la implantación de una central. La ejecutiva de Rosatom, corporación estatal, a través de su director general Sergey Gromov ofreció al gobierno kazako la posibilidad de construir dos plantas que supondrían reducir del 20% el déficit de producción electríca nacional. Rosatom adquirió a finales de 2022 el 49% de la empresa que gestiona el enorme campo de uranio Budenovskoye controlando así el 25% de la producción.
Pese al despiste informativo, las relaciones entre Rusia y China desde el prisma energético son más que engrasadas. El mismo secretario de Naciones Unidas, Antonio Gutierres, destacaba en la cumbre OSC en Astaná como las dos grandes potencias siguen colaborando con el objetivo de presentar una alternativa al modelo euroatlántico. Un enfoque de la política internacional basado en las relaciones bilaterales dentro de organizaciones recipientes como la citada OSC, la organización de Estados turcos y los Brics.
En el bienio 2021 – 2023 las exportaciones de crudo desde Moscú al dragón asiático se incrementaron un 33%, duplicándose las de carbón y gas natural licuado (GNL). Sobre la mesa queda pendiente la construcción del gasoducto Power of Siberia-2 (PS2), que para Rusia tiene un valor eminentemente geoestratégico. La pérdida de los mercados europeos obliga a reforzar el eje con Bejín y reconfigurar de alguna manera el tablero global.
China sin embargo persigue objetivos meramente económicos. El efecto mariposa de la invasión de Ucrania desestabilizó la estrategia de colonización económica que estaba implementando en Latinoamérica y en África subsahariana. Además según un informe redactado por analistas de Repsol, los depósito gasísticos estarían más que abastecidos hasta finales de 2039.
Agradeciendo los servicios a Huntington y Fukuyama, es necesario reajustar los prismáticos.