Un infierno para los trabajadores, un infierno para los viajeros, y esto desde que se ha tolerado y tolera día a día, por la banda de Sánchez, que más de medio millar de ‘homeless’ hayan establecido allí ‘su nuevo hogar’.
En efecto, nuestra mayor puerta de entrada y salida a Europa y al mundo entero es, ‘de facto’, un foco de plagas y enfermedades, algunas completamente erradicadas en nuestras latitudes desde hace décadas: chinches, pulgas, infecciones de sarna… esto, descontando las escenas de violencia que se viven, noche sí noche también, en la terminal.
La T4 es hoy el vivo reflejo, la imagen y metáfora, el símbolo, de un país en descomposición no por causas naturales o por puro azar sino por la pura inoperancia, por la indolencia, por la inutilidad de la banda de Sánchez. Y la causa de que no haya reacción ante el establecimiento de tan tercermundista y marginal escenario es una y clara: ¿acaso le importa España a la referida banda del presidente, a la banda de Koldo y Ábalos, a la banda de Begoña?
Y, al mismo tiempo y en paralelo, ¿realmente está acreditando la oposición el suficiente ‘punch’ para actuar en todos los frentes en los que socialistas y comunistas siembran destrucción y miseria? ¿Nos podemos imaginar cómo abrirían los telediarios si, bajo un gobierno del PP, los robos y la inseguridad para los propios empleados de AENA y las aerolíneas nacionales e internacionales se hubiesen apoderado de la T4? ¿Y nos podemos imaginar cómo los citados socialistas y comunistas incendiarían con sus ruedas de prensa, en vivo y en directo, los diferentes espacios de la terminal?
Es sencillo proclamar cada día que ‘este gobierno no aguanta un día más’ y que ‘los ciudadanos merecen que se les llame a unas elecciones generales’; es más difícil trabajar con inteligencia, con fuerza y resultados, para conseguirlo, y agotar así la legislatura de los malhechores que están llevando una nación entera a la agonía.