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Papa León XIV y la influencia del Vaticano en la geopolítica

Papa León XIV y la influencia del Vaticano en la geopolítica
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· La road map del nuevo pontífice no es de izquierda ni tampoco de derecha

sábado 17 de mayo de 2025, 11:30h
Simplemente católica. La relación ambivalente con la administración Trump se desarrollará en consecuencia al haber sido la elección de los cardenales la más continuista y acorde posible. Es cierto que en momentos decisivos o inciertos de la historia, la realidad geopolítica contribuye a dirigir las opciones del cónclave. En el transcurso de la historia, los encuentros entre los grandes líderes mundiales y el obispo de Roma han hecho correr ríos de tinta. El primer papa leonino convenció a Atila el Huno de retirarse de la península transalpina, en Canossa tuvo lugar la genuflexión del emperador Enrique IV del Sacro Romano Imperio Germánico implorando a Gregorio VII que le liberara de la excomunión y la negativa de Clemente VII a anular el matrimonio del rey de Inglaterra Enrique VIII con Catalina de Aragón desencadenó la Reforma y el establecimiento del monarca como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra. También cabe recordar el compromiso anticomunista de Juan Pablo II, que contribuyó al derrumbe del telón de acero, y el brevísimo mandato de su predecesor Albino Luciani, cuya muerte repentina a los treinta días de haber sido nombrado papa sigue alimentando la sospecha y frívolas confabulaciones.

El conclave del 16 de octubre de 1978 rompió la secular tradición de un papa italiano desde 1523. Difícil pensar que en un contexto histórico tan enrevesado – disturbios en Alemania Oriental, Hungría, Praga y por supuesto Varsovia con el nacimiento de Solidarność' – las dinámicas políticas no interfirieran en la atmósfera de la Capilla Sixtina.

El ascenso de Robert Francis Prevost, nacido en la históricamente democrática Chicago, hizo saltar todas las apuestas. Que un estadounidense se apoderara del control de los oficios más sagrados y populares del mundo se consideraba algo impensable hace dos semanas. Los purpurados han tomado la más prudente de las opciones posibles. No es el abanderado MAGA (Make America Great Again), sino un pragmático que buscará el diálogo con la Casa Blanca.

Pero la nacionalidad común entre el nuevo pontífice y el gobernante de los Estados Unidos (EE.UU.) no garantiza una simetría ideológica y tampoco que lleguen a acuerdos sobre los grandes temas globales de la actualidad. Según experimentados vaticanistas, Donald Trump y papa León XIV no podrían ser más diferentes. El primero es audaz, impulsivo, nacionalista y curtido en la intriga y el engaño. Prevost se significa por su prudencia, amabilidad y haber sido ciudadanos del mundo al atesorar una vasta experiencia cosmopolita. Además, resulta manifiesto que difieren en el estilo y en el fondo de los asuntos políticos más trascendentes.

La cuestión migratoria es uno de los puntos de máxima fricción entre los dos jefes de estado. Incluso cardenales estadounidenses que se significan por su conservadurismo como Timothy Dolan han exhibido diferencias con la administración republicana. Y los obispos de las diócesis limítrofes con el territorio mexicano han criticado vehementemente la labor de los funcionarios de inmigración y las expulsiones masivas a Colombia y El Salvadora. Algunas de ellas contraviniendo las resoluciones de jueces y magistrados como ocurrido con Kilmar Ábrego García que ha sido enviado por error al Centro de Confinamiento para el Terrorismo (Cecot) de Angulo.

De hecho, Prevost hace casi una década expresó su inquietud por unas declaraciones abiertamente xenófobas del empresario neoyorquino. Lo hizo criticando las separaciones familiares en los espacios fronterizos y las deportaciones sin el correspondiente proceso. También abroncó en redes sociales, la Iglesia dista de ser una entidad alejada de la innovación tecnológica, el uso del vicepresidente J.D. Vance de la doctrina agustiniana para justificar las disposiciones migratorias. El ohiaoano, que en 2016 criticaba duramente al tycoon, no nació en una familia católica sino protestante evangélica y abandonó toda creencia durante el periplo universitario. Un recorrido personal que detalló en el best seller Hilbilly Elegy (2016) adoptado al cine en noviembre de 2020.

Además son previsibles nuevos choques en temas de justicia social como la aplicación de la pena de muerte, la cuestión medioambiental y el escarmiento de las asignaciones presupuestarias que contribuyen a marginar a las clases populares y de renta más baja.

Sin embargo, hay lugar para el optimismo y factores que allanarían un entendimiento y colaboración entre los dos mandatarios. En primer lugar la trascendente presencia católica entre los asistentes del mismo Trump, cuya llegada a la Casa Blanca en 2016 fue literalmente bendecida y respaldada por la influyente comunidad evangélica (véase al respecto el interesantísimo libro “Jesús y John Wayne” de la académica Kristin Kobez du Mez). Además del mencionado JD Vance profesan su fe semanalmente la Primera Dama Melania, el Secretario de Estado Marco Rubio y más de un tercio del gabinete. Esto no significa que los funcionarios garanticen una aplicación literal de los cuatro evangelios, pero supuestamente garantizarán el diálogo y el respeto mutuo.

León XIV podría respaldar la línea antiabortista de Trump, su rechazo a la ideología de género y su empeño a que la religión intervenga mayoritariamente en la vida pública y en el recorrido formativo. Por lo tanto hay puntos de encuentro entre la Santa Sede y Washington. La relación podría asemejarse a la de cualquier pontífice y gobernante estadounidense de los últimos cincuenta años. La orientación general de la Iglesia católica hacia las problemáticas sociopolíticas nunca se ha alineado fácilmente con la agenda de los dos partidos mayoritarios.

Pero hay un objetivo manifiesto que acomuna tanto a Prevost como a Trump, si bien los intereses y las razones de fondo diverjan sustancialmente: la consecución de la paz en Ucrania y Oriente Próximo. León XIV en los momentos iniciales de su pontificado ha expresado el ardiente deseo de que cesen los enfrentamientos bélicos y el correspondiente sufrimiento humano. Trump y destacados cargos de su administración rechazan el intervencionismo militar que caracterizó la política exterior en las décadas de los noventa y de dos mil y que provocó las duras reprimendas del Vaticano. El neoyorquino en su reciente viaje ha ejercido un papel significativo en la desescalada de las hostilidades entre India y Pakistán y ha manifestado el firme deseo de recuperar los acuerdos de Abraham y entablar negociaciones con Irán. Movimiento el segundo que incomoda muchísimo a Benjamín Netanyahu.

Por supuesto y nunca mejor dicho, el ángel caído está en los detalles. El pontífice y el empresario televisivo discrepan sobre las modalidades al ser las estrategias de negociación totalmente antagónicas. Pero todo indica que la genuina prioridad de lograr el fin de las hostilidades hará trabajar conjuntamente el poder diplomático, militar y económico de EE.UU. con la autoridad moral de la Santa Sede.

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