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Lucidez

· Para alcanzarla es inevitable pagar el justo precio que se corresponde con su alto valor, y en tal intercambio no se acepta como moneda válida otra que no sea poco a poco hacerle completa entrega del divino tesoro de la juventud por parte de quien aspira a adquirirla

domingo 15 de junio de 2025, 09:58h
Lucidez
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Y más vale aceptar que en cicatrices y arrugas nunca sale barata. Hasta que no se ha estado durante un elevado número de años haciendo continuo puntual desembolso de la inocencia, de la ilusión y del idealismo inevitablemente en mayor o en menor medida asociados a la impulsiva lozanía propia de la mocedad, se combina en la misma persona los modos y los usos del obtuso y del obstinado, señales que se aúnan sin excepción en todas las mentes sin suficiente experiencia y discernimiento.

Para llegar a su punto más alto no basta aprender de los errores, quedarte en tal meta debería ayudarte a evitarlos y te libra de ser un tarugo, pero no te dota de la luz que se precisa para anticiparte en sacar ventaja con ese especial uso posible que nos obsequia si somos capaces de exprimir su máxima utilidad, la de eliminar la oscuridad que habita en medio de toda invasora intensa confusión, esa que aúna desorden y desconcierto y que se caracteriza porque mires al punto cardinal que mires solo ves un cartel que expresa “no hay salida” e incrementa el aplastante desasosiego que angustia y dolorosamente abruma.

Solo quien junto con la intervención de otros decisivos factores, gracias al amparo de la caprichosa suerte que siempre para todo se necesita, en su beneficio termina, con un largo tiempo de mucho sufrimiento, superando una grave enfermedad o las consecuencias físicas o psíquicas de un terrible accidente tras pasarlo realmente mal con larga estancia hospitalaria incluida, aprende que la agonía no es propia de una mala muerte, solo es propia de lo que de haber acontecido tan funesto final habría sido una mala conclusión para la vida.

Hace falta un largo tiempo vivido para aceptar sin baldía oposición mental que no todo tiene satisfactoria solución, que a veces hay conflictivas situaciones que ni de lejos son susceptibles del particular y personal resultado deseado. Y en tal caso ante la inevitable e imperativa nueva contraria circunstancia que nos asalta lo más inteligente es una rápida aceptación de la porquería, seguida de una adaptación mutando hábitos, importancias y urgencias.

No defiendo ni la ofensa ni el ataque, al igual que tampoco abogo por poner la otra mejilla, ni siquiera me convence la llamada legítima defensa proporcional contemplada por el Código Penal, ante la agresión me inclino a defender la aplicación de una plausible acción de defensa con un punto de crueldad, sabedor de que solo esta pragmática respuesta tiene efectos disuasorios sobre el mal. Parar la maldad consiste simplemente en hacer que para siempre, por dejar de salirle rentable, le deje de interesar su maldito actuar.

En ambos casos, un acto de bondad o un acto de maldad, para que sean de verdad un acto de humanidad, en tanto que este esté dotado de la esencia propia de la naturaleza humana, simplemente precisan de un solo requisito el de haber sido manufacturado por un ser humano. Y en los dos casos, el del bien y el del mal, en el actuar es imperante respetar la ley inmanente de la naturaleza básica para la supervivencia, la del ahorro de energía, la que obliga, sea en términos individuales o colectivos, a gastar menos de lo que se ingresa.

Es imposible hacer entrar en el terreno de la razón con base en explicaciones apoyadas en el sentido común a quien por sistema piensa de manera ilógica. Un vecino metomentodo al que no se le había pedido opinión le decía en público a otro propietario de la misma comunidad y escalera, la cerradura que has colocado en tu vivienda no es segura, es muy fácil reventarla, si quieres te lo demuestro, para ello te propongo que hagamos una apuesta ¿Qué me das si la abro en menos de un minuto? Y el asertivo dueño despejando toda duda a fin de zanjar rápido antes de su comienzo la potencial discusión con dulce voz tranquila y un tono grave para que todos los presentes lo oyeran le respondió, si te atreves a tocarla o a intentar abrirla lo único que te voy a dar es una monumental colleja que te van a hacer palmas las orejas.

Aunar lo que se predica con el actuar solo es mera coherencia, por costumbre pensar antes de actuar es sencillamente prudencia, y exclusivamente cuando en primer lugar se controla de manera anticipada y eficiente lo que se siente para a continuación meditar lo que se piensa y por último sintonizar todo lo anterior con lo que se dice, o en su caso directamente se hace, con segura contundencia pero sin estridencia y aceptando de antemano las consecuencias, será muestra de poseer una eficiente serena lucidez.

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