Ojalá fuese un hecho o una situación aislados, pero no. Este previsible y particular timo hay que encuadrarlo en uno mucho mayor: el que consiste en perseguir fiscalmente al ciudadano (en este caso a través de específicas tasas, sean municipales o regionales) bajo la trola -la premeditada y mentirosa premisa- de que el dinero sustraído era/es para mejorar el entorno medioambiental y avanzar en la cacareada y manoseada sostenibilidad. Ni lo uno ni lo otro. Un bulo y un atraco.
En efecto, ante una sociedad embobada y adocenada, con frecuencia a nuestros gestores públicos (en tantas ocasiones ineptos y/o mangantes) les resulta fácil distraer el destino original del dinero que recaudan cuando los fines propuestos son en apariencia loables (cuidar más el planeta). Pero hete aquí que nos topamos con lo de casi siempre: corrupción en forma de falta de transparencia, de ausencia de rendición de cuentas… de gestión no inadecuada sino directamente prevaricadora de unos fondos públicos que, en el mejor de los casos, se conducen a proyectos que nada tienen que ver con el medio ambiente.
Hace no tanto tiempo, el movimiento ‘progre’ recurrió a ese latiguillo infantiloide (en la línea de la propaganda que el referido movimiento habitualmente propala o vomita) de “dato mata relato”. Sobre la base de este latiguillo de parvulario, aquí queda confirmado atronadoramente que la ecotasa está para darle la unción de enfermos y llevarla al camposanto. Casi una década, millones y millones turistas de medio mundo engañados y robados por el hecho de viajar a las islas. ¿Basta sólo con la denuncia aislada aunque poderosa de Gabriel Escarrer, o alguien, en su línea, está dispuesto a ponerle el cascabel al gato?
Si (
No(
