Recuerdo a una joven diputada en los años postreros de la mierda de la ETA, que no dudaba en enviar sus fotos, ya fuera en bañador, tanga o borracha por las incipientes redes sociales. “Tiene muchos seguidores, ya nos va bien” me dijo alguien del partido y respondí “¿Os habéis preguntado si también la siguen los de la ETA?, porque a las redes tenemos acceso todos y la niñata es vasca está contando minuto a minuto por donde va, que hace y lo tonta que es?”. Silencio.
Quizás porque soy muy mayor, no entiendo la inviolabilidad de la intimidad que proporcionaba la fotografía. Yo sigo con mi MINOX GT35 por si me da o veo cualesquiera cosa curiosa. Pero, claro, soy yo, y además soy aficionado a la fotografía.
Con los años he comprendido que estamos irremediablemente echados a perder o que incluso haya una insatisfacción generalizada universal por no parecernos a los marcianos y deformarnos la cara con expresiones que raramente repetiríamos en un espejo. De los usos del selfi y sus gilipolleces, tienen la culpa las redes sociales que se crearon para los selfis.
Hoy la cosa va de los daños del Selfivandalismo. En menos en una semana, que sepamos, han habido dos selfidesgracias museísticas por hacerse un selfi delante, encima o detrás de una obra de arte. Como siempre el selficretino y el operador de cámara se olvidan donde están, de las advertencias y de los riesgos en pos de la supuesta inmortalidad que se perderá cuando se borren los selfis.
A mediados de abril (no se comunicó hasta el jueves pasado) en un museo italiano, un SelfiCretino mórbido, se sentó en una escultura de papel y cristales de Swarovsky que representaba la silla de Van Gogh. El gordo la chafó y salieron huyendo. Hace un par de días , también otro deficiente buscando el encuadre perfecto, se acercó demasiado al cuadro con el que quería salir y se resbaló y ha rasgado el cuadro.
Las cámaras de video vigilancia de los sitios monumentales ayudan, pero se llega tarde. Hace dos años un majadero escaló borracho y de noche por el Neptuno de la Piaza della Signoria. Hasta nuestra Rosalia fue amonestada en Atenas por hacerse selfis calzando stiletos de tacón (verdaderos estiletes para los suelos de piedra) en la Acrópolis. Tal vez los casos de selfis con estatuas son los que han provocado más daños, aunque en mi opinión se trata de Estatofilia: les manosean tetas y entrepiernas de manera masiva compulsiva, desgastan la pátina y se hacen la fotito.
¿Sigo?. Pongan Selfi en el buscador del portal y verán cuanto majadero anda suelto.
¿Solución? Hay varias opciones. Las consabidas multas, pero en serio. Por la estupidez y por los daños provocados, que son dos cosas diferentes e igualmente punibles. Las multas por daños no pueden limitarse únicamente a pagar el coste de restauración de la obra dañada. Multiplicar por cuatro o por cinco como medida ejemplarizante podría ser un principio. Si el selfimbécil es de fuera, multa ipso facto cautelar de 1500 € y luego en el juicio posterior, ya se afina, pero un palo de 1.500€ en vacaciones hace que te lo pienses 2 veces. Y ese, sí que es un recuerdo para toda la vida.
La otra es la más obvia. En los museos está prohibido hacer fotografías con cámara por derechos de autor o propiedad intelectual. El móvil es una cámara per sé. De paso, recuerdo que gracias a los móviles se inmortalizaron y viralizaron las mamarrachadas, agresiones y ataques econazis en los museos de media Europa hace un par de años. Sin móviles no hubiesen habido ataques.
¿Es tan complicado poner taquillas para los móviles antes de entrar en el espacio?. Entiendo que esta última medida es muy radical, ya que sabemos lo imperativo que es responder en cualquier momento cuántos iremos a comer a casa de la abuela o lo injustificable que es, no enterarnos si a la salida iremos de compras al Primark, y eso sin contar con los brotes de ansiedad que se tienen si no se contesta un WSP cualquiera. Decisiones de vida o muerte, como todo el mundo sabe.
Verdaderamente no hay una regulación sobre el asunto y los guardias jurados no saben que tiene que hacer. Ellos también se hacen selfis, lógicamente. Cuando surgen las noticias de selfis, son noticias que quedan en suceso local en la sección anécdota, no trascienden y por supuesto, no nos enteramos de la mitad. Todo ello porque su uso en espacios públicos no está regulado.
Por supuesto existe el riesgo personal, pero en esto soy más comprensivo ¿Quién soy yo para coartar la libertad de un mamarracho que se cae desde el acueducto de Segovia por hacerse un selfi con vistas?. Mientras no caiga encima de nadie o manche excesivamente el entorno con sus vísceras, que se mate como quiera.
Nuestra redactora jefe apunta que se trata de Iconorexia, pero tengan en cuenta que es criminóloga e hija de médico. Yo sigo insistiendo que se trata de cretinismo puro, duro y creciente, hasta para olvidarse que le dijiste a tu pareja que estabas en un congreso o ministreando y que te publiquen las fotos en un parador nacional de farra y coca-putas.
Y aquí, la UCO como siempre, tiene la última palabra.