Ayer no fue un buen día para el socialismo ni para Pedro Sánchez:
Santos Cerdán pasó su primera noche en prisión por corrupción, el Supremo tumbó el aforamiento exprés de Gallardo y devuelve su caso al juzgado 3 de Badajoz de Beatriz Biezma, y ya son dos los empresarios vinculados al PNV en la mal llamada trama Koldo.
Abalos quiere hablar, no quiere ser compañero de celda de su amigo Cerdán, y ahora reconoce que 4 meses antes de la detención de Koldo, Sánchez le advirtió que Koldo estaba siendo investigado por la UCO, y que está información que le pasó Sánchez, se lo había filtrado Álvaro García Ortiz, el fiscal general del estado al propio Sánchez.
Y no olvidemos que este sábado, mientras Santos Cerdán pasará su sexta noche en la cárcel, el PSOE celebra un comité federal que de federal no tiene nada, pues todos sus miembros exhiben una fidelidad perruna a un líder cada vez más aislado y que solo tiene tres salidas: resistir a cualquier precio, buscar un exilio dorado en Venezuela o la República Dominicana, o acabar en el mismo talego que su lugarteniente. No hay más.
Lo he repetido en distintas ocasiones: Sánchez es el capo de un sistema clientelar que utiliza el BOE como arma y que ha entregado España a separatistas, golpistas y a un entorno de corruptos y conseguidores mientras se enriquecían y blindaban su poder. Ahora, cuando la justicia actúa, se nos revela que el PSOE, en su estructura, es algo más parecido a una banda que a un partido político democrático.
No es casualidad que Víctor de Aldama, el “conseguidor” del sanchismo, sea el único que colabore con la justicia. Lo hace por supervivencia, y porque, entre otras cosas, no es militante socialista ni está sometido a la disciplina de partido que atenaza al resto. De Aldama ha señalado que sabe mucho de muchos, y que si tira de la manta, figuras como Bono, Zapatero o Ángel Víctor Torres pueden verse implicados en la trama de los hidrocarburos, las comisiones y los contratos millonarios bajo sospecha.
Tampoco es casualidad que el nombre de María Chivite, presidente socialista de Navarra, esté sobrevolando esta investigación. Chivite dio unas explicaciones poco convincentes sobre las adjudicaciones de obra pública en su comunidad, mientras Santos Cerdán, que fuera su principal apoyo político, se encargaba de los “negocios” con ministerios que no eran de su competencia. ¿Casualidad? No existe tal cosa en un sistema que ha institucionalizado la corrupción.
Este gobierno debe caer, y el PSOE, como estructura orgánica, debe ser disuelto y considerado como lo que es: una banda criminal y corrupta. No es un arrebato de indignación, es una evidencia que se confirma con cada día que pasa, con cada detención y con cada imputación que salta a las portadas mientras Sánchez se atrinchera en el Falcon para huir de la realidad.
Y todo esto sucede mientras hoy, 1 de julio, comienza una huelga de jueces y fiscales que se prolongará hasta el 3 de julio. La justicia, incluso con sus limitaciones, está resistiendo a pesar de los intentos del sanchismo de colonizarla, asfixiarla y desarticularla con reformas que solo buscan blindar la corrupción que los mantiene en el poder.
El sábado, el PSOE celebra un comité federal con su líder enrocado, con su segunda mano derecha en prisión, con su primera mano derecha imputada, con varios ministros bajo sospecha y con un sistema que se cae a pedazos. Lo que hoy vemos con Santos Cerdán es solo el principio de un derrumbe que puede llevarse por delante las principales instituciones del Estado si no reaccionamos a tiempo.
España no puede seguir siendo rehén de la banda del Peugeot. Y los socialistas, si de verdad existe alguno digno, deberían entender que la dignidad consiste en abandonar cuanto antes un partido convertido en mafia, y colaborar con la justicia para que este país recupere la decencia, la democracia y la libertad.
Hoy comienza una nueva etapa en la historia de este escándalo: Santos Cerdán en prisión marca el principio del fin de un régimen, de una trama, y de un presidente que cada día se acerca más a la celda de su lugarteniente. Solo nos queda esperar a que hable. Porque cuando lo haga, se sabrá quién es el verdadero capo de la banda. Y España tendrá la oportunidad de liberarse.