Y la herramienta con influencia que nos permite aumentar en nuestro beneficio ese inevitable juego de probabilidad, para que finalmente en el futuro sea muy posible el acontecer del caso concreto que nos interesa, son los disciplinados hábitos personales de los que cada cual se dote. Y cuanto antes se haga mejor.
Y por tanto solo apostamos con racionalidad por un futuro concreto en términos de probabilidad cuando adoptamos de forma rotunda eludiendo la excepción, con una pertinaz intervención de la autodisciplina, para bien o para mal determinados hábitos específicos sin solución de continuidad.
Pondré un ejemplo negativo, para incrementar en una persona a diez años vista la probabilidad de conseguir un peso revienta básculas y en términos de evidencia observable mostrar a los demás estar en posesión de una forma oblonga (donde cuesta menos saltarlo que rodearlo) el mejor hábito que se puede adoptar es devorar en alta cantidad y con avaricia solo bollería industrial y no realizar otro ejercicio físico que pulsar el botón del mando a distancia del televisor mientras se está todo el día tumbado en el sofá.
Otro ejemplo ahora positivo, sería el de desarrollar, para minorar riesgos innecesarios en el futuro, el hábito de observar, ese que no consiste solo en aparentar fijarse impostando ojos de búho, sino que consiste en detectar de forma automática y sin pensar lo que teniendo que estar no se encuentra presente, a la vez que no se te escapa ver con claridad aquello que ahí está cuando no debería hacerlo.
Y así, si en el timo no descubres raudo al primo, significa que para esa representación teatral te han reservado a ti tan protagonista y destacado papel, y si al terminar la obra te aplauden todos “lila” no pienses “lo he bordado” y dejes que te encasillen para tal labor en el futuro; y si en la carta hay demasiados platos y todos se sirven por igual y en la misma cantidad sin distinción, ten por seguro por mucho que lo pregonen a voz en grito que en ese mesón ninguno de ellos es realmente de verdad la especialidad de la casa, y si eres de morro fino y paladar exquisito ya sabes donde no volver cuando en el futuro te quieras deleitar.
No confundas, la oportunidad solo se tiene en el presente y en la esencia de su naturaleza está implícito un permanente pasar, y una vez esta se nos brinda las explícitas consecuencias que vendrán por haberla sabido o no sabido aprovechar es el futuro.
La aparición de un problema es presente, en cambio el acierto o desacierto en el lance y sus posibles consecuencias de ser, serán futuras, por ello lo primero que debes resolver y asegurar es la prisa real y la urgencia cierta que se tiene en su resolución y todo ello, para incrementar el éxito, nunca debes dejar de enfocarlo con mirada lenta, sin dejarte inducir por un motivo afectivo repentino y no reflexionado, pues el impulso y el futuro no suelen hacer un matrimonio bien avenido.
Y para terminar respecto al futuro, que si seguimos vivos por ley natural siempre a su criterio se nos manifestará puntual y sin fallar en su tiempo verbal imperfecto o perfecto, no se sabe dónde está el mayor error que más nos vale evitar: si en procrastinar repetidamente con la habituación nunca consiguiendo consolidar costumbre alguna; o no aprovechar el momento ilusoriamente pensando en que siempre habrá otra nueva y mejor ocasión, si no aquí seguro que sí allá.
Y aun careciendo de fecha o precisamente por prescindir a conciencia de tenerla en cuenta, a modo de posdata a los expertos del vaticinio que lucen palmito por los estudios y los platós de los medios de comunicación, y a las pitonisas/os con hueco propio en TikTok que contundentes me adelantan un adivinado perfecto futuro “y tras haber ocurrido esto mañana a estas horas veréis como se habrá producido esto otro” no me los creo.
Y sin mayor argumento ni fundamento, dubitativo y tímido por respeto a mi demiurgo personal, escudado en el que a mi más me gusta que es un futuro imperfecto, con suavidad en el guante que no en la mano, a semejantes fatuos les contesto “puede que sí o puede que no, ya se verá”.