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El Camino es un máster acelerado de la propia vida

El Camino es un máster acelerado de la propia vida
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· Diario de un Peregrino. Capítulo 9°. Tardajos - Itero de la Vega. 42 kilómetros

miércoles 06 de agosto de 2025, 21:30h
Venimos avisados pero no hacemos caso. No es nada nuevo en el ser humano, forma parte de nuestro adn aprender algo cuando ya se nos ha estampado en la cara. Los prejuicios suelen jugar malas pasadas, en el Camino mucho más y a diario. Pronosticar como va a resultar cada jornada, es más complicado que acertar en la lotería. En el 90% de las ocasiones las cosas suelen resultar mucho mejor de lo planificado. Supongo que se refieren a esto los veteranos cuando hablan de la magia del Camino. Existe, yo lo puedo garantizar. Pero no la busques, llega sola. Y no creas que va a ser cuando cumplas, como un buen chico, los parámetros establecidos. No, en el Camino las reglas te las pones tú y la magia llega si actúas hacia los demás como lo harías contigo mismo.
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Apunto de cumplir mis primeros 10 días en el Camino, una cifra a la que le tengo algo de respeto por eso de la experiencia acumulada en mis habituales retornos precipitados, he madrugado más que nunca en Tardajos. Certifico que no hay nada más inteligente y saludable que caminar bien temprano. Vas mucho más ligero, no hace ningún calor y todo resulta más agradecido.

Además, se da la curiosa circunstancia de que, a pesar de que no tuve en el albergue el mejor de los recibimientos, es en el que mejor he dormido, no recuerdo cuando fue la última vez que dormía 5 horas del tirón. Claro, la cara de acelga sin cocer de los dos que me hicieron el cheking, no tenía porque ver con el resto de servicios. El patio exterior para leer, la cocina y el ambiente, excelentes.

"Tu segunda vida empieza cuando descubres que solo tienes una", es el libro que me tiene más que enganchado. No hay mejor escenario que este para que haya caído en mis manos. Todavía me quedan páginas para un par de días. Es de esos libros que no quieres que se acaben. Espero aprender a escribir así algún día.

Son las 6.06 h cuando salgo del albergue. La noche es profunda pero clara, el cielo repleto de estrellas invitan a caminar sin luz artificial que enturbie el momento. Rabé de las Calzadas está demasiado cerca, no hay pérdida. Un bar muy oportuno me sirve ese primer café que tanto agradezco, ya siempre con miel. El azúcar hace tiempo que pasó a mejor vida. La primera subida de

la jornada está a la salida del pueblo. Cómoda, sin mucha pendiente, incluso agradecida, voy notando el amanecer a mi espalda y viendo las primeras llanuras de los infinitos campos castellanos. No hace frío pero se agradece el cortavientos. Se entremezclan y salpican los campos de trigo y girasoles, los primeros ya segados y los otros enfocándose desde bien temprano hacia el sol. Los escasos oasis de árboles gigantes, representan el único obstáculo entre


mis ojos y el infinito. Menudo espectáculo, como para no madrugar. Me llega la noticia de que ha muerto un empresario amigo, tiene mi edad. La reflexión subraya el esfuerzo por alcanzar el objetivo de llevar una mejor vida. Todo esto se acaba. Descansa en paz, Javi.

Hornillos del Camino avisa de la subida hacia el Arroyo de San Bol. Y yo sigo insistiendo que después de la subida de Sant Jean Pie de Port hacia Lepoeder Summit del primer día, lo demás son historietas infantiles de los clicks de Famobil. Más de 30 peregrinos jubilados, llegados desde la bella Málaga, serpentean los kilómetros de ascenso en lontananza dibujando un paisaje que, supongo, sería el habitual hasta hace poco tiempo. Ahora no hay peregrinos.

Me resulta admirable verles caminar, conversar y cogerse de la mano como cuando lo hicieron por primera vez. Ojalá mis padres hubieran hecho cosas así en sus últimos años. Eso sí, vienen conmigo en este viaje. Besar sus fotos y mirar al cielo, es mi sagrado ritual diario. Hablo mucho con ellos, aunque no lo suficiente todavía. Os quiero y os echo de menos.

Una simpática y escondida bajada nos sirve de bienvenida para adentrarnos en la medieval Hontanas. Frente a su iglesia decido comer un buen trozo de tortilla mientras escucho a Ángel, el único peregrino que me adelantó en toda la jornada, detallarme los 31 kilómetros que se ha hecho corriendo desde Burgos. Buen entreno. Cada cual hace el Camino como le pide el cuerpo.

Hay que seguir. Castrojeriz y su hotel encantado me esperan desde hace varios años. Ha llegado el momento de conocernos. Pero todavía hay un interesante trecho de largos senderos tan despejados que resaltan la inmensidad de los campos de Castilla y León. Se acerca la frontera con Palencia. Anoche volví a dormir con manta y podcast de misterio.

Que majestuosa se presenta la figura de Castrojeriz a lo lejos. El Castillo en lo alto, la fortaleza a la entrada y las calles llenas de albergues y vida por todos lados. No es de extrañar que sea uno de los pueblos más bonitos de España. Las ruinas del Monasterio de San Antón nos han servido de aperitivo para llegar vacunados de cultura.

El hotel encantado está lleno de gente. Es normal, estamos en pleno agosto y hay más puestos en la plaza vendiendo de todo que en las fiestas de San Pedro. Me alegra pensar que los huéspedes no conocen la historia de los fantasmas que lo habitan. Yo sí. Dos peras, una manzana y un racimo de uva me sireven para coger las fuerzas que voy a necesitar, seguro.

Descarto la posibilidad de quedarme aunque ya acumulo 32 kilómetros de Camino. Es pronto y el sol no aprieta. Aún así, estoy advertido de la pared que se avecina. Viéndola desde lejos invita a la reflexión. El Alto de Mostelares es corto pero muy intenso. Kilómetro y poco al 12% de pendiente. Es curioso, siempre he ido mejor hacia arriba. En las bajadas sufro mucho, las uñas se clavan y los músculos se agarrotan. Hay que tener cuidado con los 10 kilómetros que separan Castrojeriz de Itero de la Vega. Son una representación de las historias que describen los Caminos de Castilla en toda su extensión.

Largos senderos en los que la tierra parece temblar muy al fondo simulando el


calor del desierto. Es sólo un espejismo, pero se le une la falta de fuentes hasta el final y la cosa puede complicarse. Ha habido suerte, el nublado cielo ha resultado terapéutico. Nueve horas después. Ya en tierras palentinas, llego a mi nuevo y desconocido destino.

Nunca reservo. El albergue la Mochila me llama la atención. Me reciben con cariño, máxima atención y por 31 euros me dan cama, cena, desayuno y me lavan la ropa. ¿Se puede pedir más?. No, ni tampoco se debe.

El albergue está gestionado por unos curiosos y muy organizados chavales que pertenecen a una red de personas dispuestas a cambiar la respuesta que damos al sufrimiento y la locura. Se hacen llamar "La Porvenir". A mi me han dado muy buen rollo, todo lo contrario de ayer. Itero de la Vega es otro de esos mágicos enclaves de la España rural del interior que desconocemos por completo y de la que tanto tendríamos que aprender para llevar adelante una vida mucho más feliz y relajada.

Hacer lo que te gusta es la libertad. Gustarte lo que haces es la felicidad.

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