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Cuando Ana María Matute revolucionó la Real Academia Española

· Por J. Nicoás Ferrando, director de Artelibro Editorial

viernes 08 de agosto de 2025, 09:38h
Cuando Ana María Matute revolucionó la Real Academia Española
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El ingreso de Ana María Matute en la Real Academia Española, en enero de 1998, no fue solo un acto institucional, sino la consagración definitiva de una trayectoria literaria marcada por la honestidad, la imaginación y el rigor. Fue también un gesto simbólico: por primera vez en décadas, una narradora tomaba asiento en una institución históricamente dominada por hombres, y lo hacía no solo con méritos literarios indiscutibles, sino con una defensa apasionada de la fantasía como forma de conocimiento y de creación. Ocupó el sillón K, una letra inusual, “rara”, como a ella le gustaba decir, y por eso mismo le resultaba tan atractiva: era distinta, como su literatura.

Matute tituló su discurso de ingreso En el bosque, y con él invitó a los académicos —y por extensión, a toda la sociedad— a adentrarse en el territorio simbólico que había definido su obra desde los inicios: ese espacio frondoso, enigmático y ancestral donde la infancia, el mito y la palabra se entrelazan. Consciente del peso de la tradición, reivindicó lo imaginativo como una herramienta tan seria como cualquier otra forma de pensamiento. Y se presentó, fiel a sí misma, como una escritora que nunca había abandonado la mirada de la niña que fue. Jamás antes se había escuchado en la Academia una defensa tan cerrada —y tan brillante— de la infancia como fuerza fundacional de la literatura.

En el imaginario colectivo quedó grabada aquella imagen de Ana María Matute rodeada de hombres haciendo historia. Ella, espontánea pero muy segura de sí misma, no se calló: “Que en trescientos años solo hayan entrado en la Academia tres mujeres es un poco fuerte, ¿no? Intentaré hacer algo para que entren más. No soy partidaria de eso de las cuotas, pero estoy convencida de que hay muchas mujeres fuera de la Academia que son más importantes que muchos señores que están dentro: no señalo a nadie, esto es de dominio público. Llevamos siglos de atraso. No estaba prohibido de una manera legal, pero sí que estaba muy mal visto que hubiera mujeres en este contexto, hasta que entraron Elena Quiroga y Carmen Conde. ¿Cómo no entraron también María Zambrano, Rosa Chacel, o muchas otras?”.

Pero su revolución no terminó ahí. Matute no solo agitó las aguas con su discurso, también lo hizo con su actitud. En una ocasión, afeó a sus compañeros la excesiva formalidad de las reuniones, donde se servía café con pastas:

—A mí traedme un whisky.

Ante el estupor de algunos y la carcajada cómplice de otros, rompía con una naturalidad desarmante las formas solemnes de la institución. No era irreverencia, era autenticidad.

En el año 2025, celebramos el centenario de Ana María Matute. Desde la editorial Artelibro preparamos con entusiasmo y mucha ilusión el libro Los universos de Ana María Matute, que verá la luz en otoño y que busca rendir homenaje a una de las voces más singulares y poderosas de nuestras letras.

Matute no solo escribió cuentos, novelas y fábulas. Escribió también una forma de estar en el mundo: con la ternura de quien cree en los milagros, con la fiereza de quien no acepta el silencio impuesto, con la libertad de quien sabe que la literatura puede ser un bosque encantado y una trinchera. Cuando cruzó las puertas de la Real Academia, no lo hizo para ocupar un sillón. Lo hizo para abrir ventanas, para revolucionar su funcionamiento.

Ana María Matute fue —y sigue siendo— una escritora inmensa, una mujer inolvidable, y una figura imprescindible en la historia de nuestra cultura. La niña que miraba el mundo con asombro se sentó en el Olimpo de las letras, y desde allí nos sigue recordando que lo imaginado también es real.

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