Estamos en un momento en el que el Flex Living se consolida en Madrid y Barcelona como un modelo moderno de convivencia y alojamiento flexible. Sin embargo, también veo a diario cómo numerosos inversores acuden a esta tendencia sin entender el modelo en su dimensión conceptual, operativa o social. En algunos casos, tratan de aplicar criterios de escalabilidad diseñados para grandes proyectos institucionales a iniciativas que no llegan a las 100 unidades. Eso los lleva a descartar edificios por volumen, por ubicación o por no ser una ciudad considerada prime, aun cuando el proyecto es perfectamente viable.
La brecha de inversión que se abre en las segundas ciudades
En este escenario, resulta evidente que la inversión institucional sigue centrada en proyectos de gran escala —por encima de los 50 millones— y localizados en las grandes capitales. Esto genera un vacío considerable en ciudades como Valladolid, Córdoba, Sevilla, Zaragoza, Murcia o las Islas. (Baleares y Canarias). Y hablo desde la experiencia: por mi trabajo, me consta que estas ciudades tienen demanda real, estructural y con perfiles muy diversos. Lo compruebo en estudios que realizamos, en reuniones con administraciones y en análisis de viabilidad que aun siendo sólidos, no encajan en los parámetros de los fondos institucionales.
Los fondos buscan volumen, plataforma y escala. Pero la demanda del Flex Living en estas ciudades no se articula en proyectos de 200 o 500 unidades, sino en edificios de entre 80 y 150, perfectamente dimensionados para su mercado local. Es ahí donde empieza la brecha. No se rechaza el concepto: simplemente no se ajusta al tamaño que exige la inversión institucional.
Un mercado que existe, crece y exige respuestas
Las ciudades medianas españolas viven hoy transformaciones que requieren nuevas soluciones habitacionales. Jóvenes profesionales móviles, trabajadores híbridos, nómadas digitales, estudiantes de posgrado, personas seniors activas que buscan comunidad… Todos ellos necesitan modelos flexibles, asequibles y bien gestionados. Lo veo constantemente, proyecto tras proyecto.
El parque tradicional de vivienda no da respuesta a esta demanda. El alquiler convencional es rígido, las rehabilitaciones se ralentizan, y la vivienda en propiedad ya no encaja con las nuevas dinámicas laborales y vitales. El Flex Living sí lo hace:
- integra servicios,
- combina privacidad con comunidad,
- aporta diseño y experiencia de vida,
- y permite contratos flexibles adaptados al usuario.
Pero para que funcione correctamente, exige profesionalización: operadores formados, arquitecturas que respondan al modelo, estudios de demanda serios, gestión diaria y una visión clara sobre comunidad y experiencia de usuario.
La fiebre mal entendida: cuando se entra sin entender el modelo
Lo que observo a diario es que, impulsados por la “fiebre del Flex Living”, muchos inversores intentan replicar estrategias clásicas del real estate sin comprender las particularidades del modelo flex.
Quieren escalabilidad donde no existe, aun siendo ciudad prime.
Quieren rentas prime, con lo que son descartadas ciudades con estructuras salariales distintas.
Quieren gestión ligera cuando el Flex Living es, por definición, un modelo de operación intensiva.
Y, sobre todo, aplican filtros de decisión propios de la inversión institucional a edificios y ciudades que requieren otra mirada.
Por eso es imprescindible insistir: el Flex Living no es un hotel encubierto, ni una residencia de estudiantes silenciosa, ni un alquiler tradicional con servicios añadidos. Es un producto híbrido, complejo, con un fuerte componente social y comunitario.
El rango de inversión olvidado: la oportunidad entre 15 y 25 millones
El verdadero hueco del mercado se sitúa en los proyectos de inversión media, entre 15 y 25 millones de euros. Este rango permite:
- desarrollar proyectos de 80 a 150 unidades,
- actuar en edificios céntricos o cercanos al centro,
- rehabilitar patrimonio urbano con impacto real,
- y conseguir rentabilidades muy atractivas con una gestión profesional.
Sin embargo, estos proyectos no encajan en los criterios de tamaño de los fondos internacionales, y a la vez superan la capacidad de inversión de pequeños propietarios. Este “espacio intermedio” se está convirtiendo en uno de los mayores retos —y oportunidades— del Flex Living en España.
El papel del capital local y los family offices
En este punto, el capital local, los patrimonialistas y los family offices se encuentran en una posición idónea para entrar. No porque sean los únicos, sino porque pueden operar con flexibilidad, entender mejor las particularidades del territorio y asumir proyectos de escala media sin necesidad de alcanzar volúmenes institucionales.
Pueden hacerlo, además, de manera estratégica:
- combinando inversión con derecho de superficie o leasing del suelo,
- explorando mecanismos de financiación alternativos,
- o accediendo a fondos europeos y Next Generation para rehabilitación, eficiencia energética o proyectos con impacto social.
En otros países europeos, este tipo de modelos ya funciona con apoyo de fondos sociales y esquemas híbridos de financiación. España tiene la oportunidad de avanzar en esa dirección si se impulsa un marco colaborativo y profesional.
Conclusión: un sector que ya está creciendo gracias al trabajo conjunto
Hoy, el éxito del Flex Living está dependiendo de nuestra capacidad colectiva para trabajar juntos y adaptar los modelos a la realidad de cada ciudad. No estamos hablando de un futuro hipotético: este sector ya crece allí donde se aplican criterios rigurosos, visión de largo plazo y modelos ajustados a la demanda real.
Y, desde mi experiencia, puedo afirmarlo con claridad: las ciudades medianas españolas están preparadas. Tienen demanda, tienen necesidad social y tienen oportunidades esperando a ser activadas. El reto es entender que no todos los proyectos requieren 50 millones, ni más de 200 unidades, ni ubicarse en Madrid o Barcelona.
El Flex Living se consolida cuando ajustamos el concepto a la escala adecuada, cuando analizamos de verdad al usuario local y cuando combinamos la experiencia de todos: inversores institucionales, capital patrimonialista, family offices, operadores especializados, arquitectos, consultoras, administraciones y ciudad.
Si queremos que este sector siga creciendo con fuerza, transparencia y profesionalidad, debemos mantener esta visión colaborativa. Porque el Flex Living no es un producto importado: es un modelo que estamos construyendo ahora, entre todos, adaptado a la España real y a las nuevas formas de vivir.