Policía y Guardia Civil, profesiones de riesgo: ¿para cuándo protección y dignidad?

Es el caso de la protagonizada estos días por un miserable, un senador socialista que responde al nombre de Alfonso García Rodríguez y que ha manifestado abiertamente su desprecio al Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil, al proferir inicuamente este cobarde: “la profesión de riesgo os la tenéis que ganar”; un sujeto, el tal García Rodríguez, que además ha tildado abiertamente, sin ambages, de “delincuentes” a las empresas de desokupación que a tantas familias españolas han liberado de un calvario que les hacía perder dinero y salud.

Sólo el pasado año, policías y guardias civiles han sufrido cerca de 17.000 agresiones en el ejercicio de sus funciones, pero a este miserable senador, desde su poltrona, está claro que le parecerán pocas, y que poco le importará que algún agente, interviniendo en un acto de desokupación, haya quedado en una silla de ruedas para el resto de sus días, como ha ocurrido recientemente en el Raval, en Barcelona.

Es indudable que policías y guardias civiles tienen una exposición constante al peligro físico, por enfrentarse a delincuentes en situaciones violentas o impredecibles; lo es que acumulan un alto estrés por la naturaleza de su oficio, con tasas altas de ansiedad, burnout y hasta depresión; de la misma manera, que se encuentran cada momento en escenarios en los que son objetivo de agresiones directas, amenazas personales o a sus familias, señalamientos públicos y riesgo de represalias, desenvolviéndose además en lugares insalubres y peligrosos con alto coste físico y reiteradas lesiones.

En efecto, no sólo es justo sino urgente que policías y guardias civiles tengan, en todos sus planos y con todas las consecuencias, la consideración de profesionales de riesgo, de alto riesgo; a pesar de que siempre pueda haber excepcionalmente españoles, miserables, como García Rodríguez, completos analfabetos en criminología, patológicamente insensibles que se atrevan a dar lecciones desde su poltrona o desde el sofá de su salón a agentes que salen cada mañana, cada tarde, cada noche y cada madrugada de su casa sin saber si volverán a ver a su familia; más derechos para ellos no sólo a pesar de que puedan excepcionalmente escucharse rebuznos como los de Alfonso García Rodríguez, sino precisamente por ello.