Derivando, y mezclando conceptos e ideas, la conversación pasó de la pre-anestesia a la psiquiatría y a los males de la mente y del espíritu. Y de allí a los trastornos de identidad de género, de gays y lesbianas. Después, la desviación de género prescindió de cuestiones sexuales y se fijó en las desviaciones, supuestas, de las mentes, los géneros políticos y los movimientos sociales e informativos del momento.
En un plisplas, o antes, el remedo de Caperucita Roja y la señora guapa que olía bien hicieron un repaso general a la situación política de Madrid.
- El Palacio de Cibeles, hay que estar atentos a lo que pasa en Cibeles.- dijo Caperucita Roja cuando empezaba a decaer la conversación.
Con ello, la atención se concentró en ella y en su discurso, mitad reflexión temerosa, mitad miedo con reflexiones varias. Según ella, en el Palacio de Cibeles se había asentado una abuela; y a ella, a la abuela Carmena, le dedicó su atención:
La abuela de Cibeles, como la abuela de Caperucita Roja antes de que llegara el lobo y se la comiera. Después, dentelladas por aquí, mordiscos por allá, un Zapata culturizando desde el semitismo (o anti), un Iglesias convertido en catedral y seo, el inteligente Er (Errejón) alistando e intelectualizando a los no torpes, una exhibicionista anti capillas convertida en portavoz (o porta escorzos), Monedero convertido en Monedinero por una parte de la prensa, y la nueva casta de barbas, coletas y caspa subiendo y bajando por una escalera con historias varias, alguna en el recuerdo y bonita.
- Los del electrocardiograma. – llamó una enfermera desde la puerta.
- Me toca a mí.- dijo Caperucita Roja, que se levantó y fue tras ella.
Antes de perderse tras la puerta, hizo un guiño y avisó:
- Ojo a Cibeles. Y a las gafas de la abuela.
Entonces reparamos en que la abuela del Palacio de Cibeles, la alcaldesa Manuela Carmena, lleva gafas, unas gafas grandes, de abuela, de ancianita abuelita dulce.
- Sí, para ver si el lobo, o los lobos, se comen a la abuela. Habrá que estar atento a las gafas – dijo alguien.
- ¿A las gafas de Carmena? ¿Pero qué dice usted? Esté usted atento a las gafas, porque a Carmena, a Carmena se la han comido ya – contestó la señora que olía bien.
Puede que sí. Y puede que no. Por eso, decidí estar atento a: Caperucita Roja en Cibeles, a Manuela Carmela en el Palacio de Cibeles, a las subidas políticas y bajadas personales por las escaleras del palacio, y…, También, a las gafas de Carmena.