Los sentimientos independentistas de cada uno pueden entrar dentro de una hipotética parcela de intimidad que puede merecer crítica, pero también respeto. Por eso, hay poco que objetar si Piqué tiene esos sentimientos y los exhibe públicamente. Él es muy dueño de manifestarse en libertad, de trasmitirle sentimientos independentistas a su hijo y de hacer lo que le venga bien. Como también el resto de sus conciudadanos son libres de pitar a quien tenga ese comportamiento.
Parece que Piqué lo ha entendido así y con ello debe pechar. En último término, los pitos por este motivo entran dentro de lo admisible y no hay nada que objetar a que se opine sobre ellos.
Donde la cuestión toma otro cariz es cuando, aparte bromas y sentimientos íntimos, se analiza su comportamiento ante la pitada al himno nacional. Ahí ya no es admisible consideración personal alguna porque, no por encima de los sentimientos e individualidades de cada uno sino al lado y con la misma importancia o superior, está el sentimiento nacional, la idea arraigada del patriotismo en muchos españoles y la ofensa al símbolo de todos.
“La gente no pita de gratis. Al final la gente expresa un malestar”, declaraba Piqué tras la pitada al himno en un castellano poco pulcro. Es verdad que no apoyaba la pitada de forma explícita, puede que tampoco la justificara, aunque, por lo dicho, podría pensarse que ésa era su intención. Pero en sus palabras, de tibieza frente a los que pitando al himno agreden a los españoles que lo sienten, parece existir la intención de subordinar el patriotismo nacional al malestar de una poca gente.
Si éste es el motivo para los pitos a Piqué cuando salta a un campo de fútbol luciendo la camiseta nacional, es un motivo más que suficiente. Son muchos los españoles que sienten como ofensa personal y nacional sus frases ante la pitada al Himno y son libres para expresarlo así.
Pero es que con los pitos lo que se está expresando no es solo un rechazo al jugador. Lo que se rechaza es que en las selecciones españolas, incluida la de fútbol, tengan sitio los que se portan como él.
Podrá argumentarse a favor o en contra del comportamiento de los que pitan a Piqué por este motivo, pero parece obvio que lo que pretenden es rechazar al que, según su juicio y sentimiento, no defiende a la nación que le honra permitiéndole llevar su camiseta.
Siendo esto así, siquiera sea por respeto a los españoles y a los que sí defienden la camiseta por lo que es y representa, parece llegado el momento de poner en valor las obligaciones de los deportistas a los que España concede el honor de representarla. No hace falta definir esas obligaciones porque están en la mente de todos y en la conciencia de cada uno.
Sí parece necesario, en cambio, echar un vistazo alrededor y ver qué pasa. Algunos, quizá proclives a no ver lo que no les conviene, pueden entender que importa el resultado de un partido de fútbol, la capacidad deportiva del jugador o la clasificación de España. Sin embargo, eso, aunque importante, es de una entidad infinitamente inferior a la entidad nacional y al respeto que merece.
Desde esta realidad, el mejor conjunto de jugadores de fútbol que pudiera existir, que es algo más que uno solo, no tiene más importancia que un grupo de tuercebotas que pegan patadas a un balón. Lo importante no es el juego, las personas que juegan o el resultado de su juego. Lo primordial es otra cosa: realidad, sentimiento, herencia, historia, patriotismo…
Y es esa realidad la que, abstraída de los pitos a Piqué, debe tenerse en cuenta por todos, especialmente las autoridades que se ocupan del deporte. Por esa razón, son absurdas y censurables las declaraciones de los “compañeros de Piqué” que tratan de tapar un comportamiento que ofende a una buena parte de los que le ven jugar, algunos de los cuales le pitan.
Tampoco tendría justificación la tibieza de las autoridades deportivas (Ministro de Educación, Cultura y Deporte, y Presidente de la Federación Española de Fútbol) si trataran de “bajar el tono” para tratar el tema.
¡”Pírate de la Selección, payaso!, ¡Fuera de España!”…
Eso, copiado de frases dichas y publicadas, es lo que dicen los pitos a Piqué. Lo que piden es que se le expulse de la selección, que no se honre con la camiseta de la selección española a quien ante una pitada al himno nacional se comporta como él lo hace.
Llegados a este punto, poco importa la capacidad deportiva del jugador, su rendimiento o el grado de disculpa que muestren el seleccionador, los jugadores nacionales y el resto de los españoles. Lo importante es lo que piden los que pitan, el sentimiento de ofensa que sienten, la posible lenidad de los encargados de velar por el deporte español y, también, el ejemplo, el posible mal ejemplo, que se da ante los niños cuando se permite que defienda los colores españoles un jugador que se comporta como Pique cuando se pita el himno nacional. Eso es lo que las autoridades deportivas han de tener en cuenta.
¿Callarse?, ¿Compadreo?, ¿Expulsión de la selección?, ¿Prevaricación de las autoridades deportivas? Desde la óptica de los que pitan no parece que haya dudas. Desde otras ópticas, quizá sí. Pero… ¿Qué ópticas son las que admiten un comportamiento como el de Piqué cuando se pita el himno nacional?